Brasil bordea la situación revolucionaria

Decididamente, la imaginación de la burguesía está en retroceso. Luego de decretar un aumento sideral en diversos precios y tarifas, el gobierno brasileño decretó un congelamiento general de precios y salarios. Algunos oficialistas honestos que aún quedan en Brasil, calcularon que con estas medidas los trabajadores perderán el 30% de sus ingresos de una sola vez.

Brasil entró en la vía de la inflación de 30 al 40% mensual, luego de haber pretendido, durante la mayor parte de 1986, haber resuelto el problema de la carestía, del crecimiento y hasta de la deuda externa. El famoso plan Cruzado había logrado, durante seis meses, bajar el aumento de los precios, elevar el consumo, aumentar la producción a un ritmo muy alto y pagar puntualmente los intereses de la deuda. Con esto, el oficialista PMDB logró ganar las elecciones para gobernadores y diputados constituyentes. Haciendo un balance de las pérdidas y de las ganancias, el representante del Chase Manhattan en Río de Janeiro consideró a todo el paquete un gran negocio, desde el momento que había permitido que los políticos de la dictadura y los más derechistas de la oposición consiguieran el control de los Estados y del parlamento. Pero la resaca postelectoral puso en evidencia una crisis descomunal y la desarticulación de todo el proceso económico. Durante la vigencia del Cruzado persistió la fuga de capitales y el endeudamiento del Estado federal —que llega hoy a los 45 mil millones de dólares. La euforia productiva se incentivó con crédito fácil, el que ahora resulta de imposible pago para el 80% de la mediana y pequeña industria. Es común en las principales ciudades, asistir a manifestaciones de empresarios al borde de la quiebra.

El Cruzado no provocó esta crisis, como dicen tontamente los economistas argentinos que creen que el Austral es un éxito. En las vísperas de su lanzamiento (febrero 1986) la economía brasileña estaba al borde del completo caos. A esta situación se llegó, a su vez, como consecuencia de todos los subsidios inflacionarios que se otorgaron a la burguesía para salir de la enorme crisis de 1982. Es decir que el Cruzado fue una etapa de una desesperada bicicleta. En realidad, el capitalismo brasileño no recibe inversiones desde 1980, lo cual inaugura un período de "regresión tecnológica”. Esto corresponde a una tendencia mundial, naturalmente acentuada en un país dependiente. A esta crisis histórica se le ha querido poner remedio por medio de la inflación, desenvolviendo al paroxismo todas las contradicciones. En estas condiciones, el gobierno se vio obligado a declarar una moratoria parcial de la deuda, ya que su pago era una aberración que comprometía a todo el orden existente en circunstancias de fuga de capitales y de larga tendencia de desinversión. Brasil abonaba todos los años 12 mil millones de dólares, una cifra catastrófica, por una deuda que, en un 80%, es un producto de sucesivas refinanciaciones iniciadas en 1974. La moratoria abrió una nueva etapa en la crisis financiera mundial.

Esta crisis económica forma el corazón de una crisis política que puede tornarse revolucionaria. Ha desatado un nivel de lucha sin precedentes de los trabajadores, cuyos ejemplos más destacados fueron la huelga bancaria protagonizada por 700.000 asalariados, la paralización estatal en Porto Alegre durante tres meses y, por supuesto, las ocupaciones de tierras y la guerra civil en el campo. El Estado no pudo poner fin a ninguna de estas luchas por sus propios medios, debiendo siempre recurrir a los líderes stalinistas o del PT. Pero la crisis económica no corta solo horizontalmente a los explotadores de los millones de explotados y harapientos, sino que también corta verticalmente a la burguesía, amenazada en grandes estratos por la bancarrota. El endeudado Estado brasileño ha dilapidado en el curso de la crisis los recursos para enfrentar la crisis, y ha sido incapaz de hacer de la suspensión del pago de la deuda externa un factor de reordenamiento económico.

La explosividad de esta crisis amenaza con provocar la caída del gobierno Sarney, el cual se ha apoyado cada vez más en combinaciones circunstanciales de fuerzas. Como alternativa, el régimen tiene dos opciones: la constituyente y las fuerzas armadas. La primera es la única institución nacional respaldada en el sufragio, ya que Sarney es un “biónico” —designado por un colegio electoral de la dictadura. En pocos meses, sin embargo, la constituyente perdió su autoridad al no postular ninguna salida a los problemas presentes y al confinarse a la redacción de la constitución. Su mayoría está formada por el partido de la estafa, el PMDB, responsable de la actual situación; además está profundamente dividida como para poder hacerse cargo de la situación. La posibilidad de un golpe militar se acrecienta por estas circunstancias, pero claro que no podrá tener por objetivo implantar una dictadura sino respaldar con el estado de sitio la aplicación de un plan económica de “austeridad" hasta la fecha de las próximas elecciones.

En la violentísima situación que se ha creado en Brasil, una parte de la izquierda y el PT han planteado el “adelantamiento” de las elecciones presidenciales para noviembre de 1988. Esto constituye un cheque en blanco para que la burguesía arrase con los trabajadores en los próximos 16 meses.

Con tal programa político no puede, plantearse ningún plan de lucha efectivo —el cual, en la actual situación plantea ocupaciones de fábrica, manifestaciones de masa y la huelga general. La CUT ha resuelto proponer a la CGT (central burocrático-stalinista) un paro general aislado contra el último paquete económico, el cual puede llegar a conmover al país pero que como perspectiva consciente es un fraude.

En el curso de las luchas de los últimos años el proletariado brasileño ha creado la Central Unica dos Trabalhadores (CUT), la cual es en la presente crisis el canal natural para que las masas intervengan en forma independiente y organizada, rompiendo las opciones puramente burguesas. La CUT no asume un papel centralizador y político de la clase obrera porque predomina en ella la dirección del PT, completamente democratizante. Pero ocurre que en varios congresos regionales ha aparecido una tendencia (en algunos casos mayoritaria!!, y en todos los casos muy numerosa), llamada “CUT pela Base”, que refleja un proceso de diferenciación que se debe convertir en revolucionario. Para que ello suceda los trotskistas brasileños, agrupados en la organización IV° Internacional, se preparan aceleradamente para lanzar la formación de un partido obrero revolucionario.