Internacionales

11/11/2022

Brasil: el frente popular desmoviliza al pueblo

Lula y su vice Geraldo Alckmin (izq)

Lula ganó las elecciones por una diferencia mínima del 1,8% a la coalición derechista que sostenía al actual presidente. Pero la situación política se enturbió. Bolsonaro tardó 48 horas en reconocer (indirectamente) su derrota, mientras grupos derechistas (camioneros, etc.) salían a cortar rutas reclamando la anulación del triunfo de Lula y una “intervención militar”. El conjunto de la burguesía se pronunció por el reconocimiento del triunfo de Lula y el propio Bolsonaro pidió que levantaran los cortes para “no hacerle el juego a la izquierda”.

Pero lo sintomático fue que la policía de caminos no ejecutase la orden judicial de desalojar los piquetes derechistas e igual que la policía federal tuviera claras muestras de simpatía hacia los mismos. Y en segundo, y fundamental lugar, que ni Lula, ni el PT y menos aún la central obrera (CUT) y las diversas organizaciones de masas (campesinas, estudiantiles, de los sin techo, etc.) llamaran a movilizarse para desalojar a los grupos fascistas y enfrentar cualquier tentativa golpista. Por el contrario, la presidenta del PT le llamó la atención al Movimiento Sin Tierra (MST) que había declarado inicialmente que movilizaría a miles de campesinos y trabajadores rurales sobre las rutas para echar a las cuadrillas derechistas. Y el MST retrocedió de su declaración inicial señalando que no iba a caer “en provocaciones”, “reservándose” para cuando asumiera el nuevo gobierno, para reclamar por conquistas.

Pequeños sectores de trabajadores, como los metalúrgicos de Angra dos Reis salieron de las fábricas y echaron a los “camisa amárelo” bolsonaristas de las rutas. Igual que algunas hinchadas de grandes clubes (Corinthians, etc.). Lo hicieron por encima de las directivas apaciguadoras del PT, el Frente de la Esperanza y la CUT.

Las direcciones burocráticas llaman a que la “justicia” aplique penas para que no quede en la impunidad el accionar golpista. Le piden al Estado, cuyo gobierno actual es el de Bolsonaro, que tome la iniciativa de autojuzgar a los fascistas golpistas. ¿Peras al olmo? Las fuerzas represivas han armado el golpe contra la presidenta Dilma Rousseff del PT, metieron preso a Lula y lo proscribieron, impulsaron el ascenso del “capitán” Bolsonaro y lo sostuvieron durante 4 años mientras ejecutaba fuertes ataques contra los explotados (reformas laboral y previsional, etc.).

Uno de los propósitos bolsonaristas es dejar al que será expresidente en poco tiempo, como cabeza de la oposición derechista al gobierno de Lula. Otro es preservar a Bolsonaro y sus cómplices de cualquier rendición de cuentas y enjuiciamientos. Lula ha declarado que viene a “cerrar la grieta” y eliminar los “discursos del odio”. Y, por supuesto, condicionar el proceso de transición y el respeto a los avances antiobreros y reaccionarios que se realizaron bajo el bolsonarato.

Lula nombró a su vicepresidente, el derechista neoliberal Geraldo Alckmin, para dirigir el gabinete de transición, integrado por 50 miembros. Entre ellos nombró a Simone Tebet, que apoyó a Bolsonaro en el 2018, al frente del área de asistencia social. Para la presentación del plan económico ha integrado a los economistas (Persio Arida y André Lara Resende) que armaron el “plan real” de “ajuste” y “estabilización” bajo la presidencia neoliberal de Fernando Henrique Cardoso. Se ha ido incorporando a esta “gabinete de transición” a miembros de todos los partidos que integraron el Frente de la Esperanza y se aprestan para negociar con el “Centrao” parlamentario para que se vaya sumando. Lula se ha propuesto un gobierno suprapartidario, de conciliación de clases. Uno de sus objetivos declarados es impedir el “caos social”, como llama a la lucha de los trabajadores por sus derechos.

A los fascistas hay que derrotarlos en las calles. Eso es lo que bloquearon durante 4 años Lula, el PT y el frente popular que se fue armando. Lula, conscientemente, entregó las calles a la derecha bolsonarista, maniatando las tendencias a la lucha. La llamada izquierda que muchos califican como “reformista” o “institucional” pero que sería correcto denominarla frentepopulista –de conciliación de clases de las masas trabajadoras con la burguesía democrática- se prepara para participar de esta experiencia dirigida por Lula. No se plantea superar a esta dirección frenadora que deja actuar impunemente a las bandas derechistas. El Movimento de Esquerda Socialista (MES), integrante de la dirección del PSOL que se incorporó al frente lulista, declaró: “La pesadilla acabó. Lula es electo presidente del Brasil”. Incluso Glauber Braga, que era el candidato “alternativo” para la presidencia que levantó el bloque de izquierda minoritario dentro del PSOL antes que la derecha impusiera la incorporación directa al frente popular, no solo acabó integrando las listas del frente lulista saliendo electo diputado, sino que salió a plantear la “estrategia” para la próxima etapa: “derrotamos a Bolsonaro en las urnas, derrotar el presupuesto secreto es el próximo paso para acabar con el bolsonarismo en la Cámara”. Dos dirigentes del PSOL integrarán el gabinete de transición nominados por Alckmin.

Miguel Urbán Crespo, dirigente de Podemos de España, ha escrito en la revista centroizquierdista “Jacobin Lat” que “se torna fundamental el papel que debería jugar el PSOL… que es la fuerza política que mejor ha sabido representar la emergencia de la nueva izquierda latinoamericana, joven, feminista, negra, afavelada, ecologista y anticapitalista” (nótese que ni obrera, ni socialista).

¿Cuál es ese papel clave que debiera jugar el PSOL, según Jacobin y Podemos? “Esta joven formación tiene la tarea de acompañar al nuevo gobierno desde la reafirmación de su independencia política y orgánica para poder presionar al ejecutivo desde la izquierda”.

Lamentablemente parte importante de la izquierda que se reclama revolucionaria acompaña esta caracterización.

Alternativa Socialista, integrante de la LIS y el MST argentino, no rompió con el PSOL frentepopulista; se quedó en su seno planteando que a Bolsonaro hay que derrotarlo también en la calle. La Corriente Socialista de los Trabajadores, adherida a la UIT-CI y a Izquierda Socialista de la Argentina, que presentó en forma oportunista candidatos en el Polo Socialista Revolucionario sin romper con el PSOL (un huevo en cada canasta) ratificó mantenerse dentro del PSOL, señalando que “va a seguir reclamando al PSOL que vuelva a asumir una posición independiente ante los Gobiernos patronales de turno y que, por lo tanto, no apoye ni integre el Gobierno de Lula”.

La lucha por la independencia política-organizativa de la clase obrera pasa no solo por diferenciarse del frente popular y llamar a organizarse para luchar por la recuperación de las organizaciones de masas y la movilización por los derechos de las masas. No se trata de proclamar la palabra “independencia”, vacía de contenido. Esta se llena de tareas concretas: impulsar la constitución de brigadas antifascistas para enfrentar al fascismo en las calles, reclamar la ruptura de las organizaciones de masas con el gobierno y los partidos frentepopulistas para pasar a organizar la lucha del pueblo trabajador. No a la conciliación de clases imposible entre trabajador y capitalista. Desarrollemos consciente y organizadamente la lucha de clases por nuestros reclamos, en la perspectiva estratégica de un gobierno de los trabajadores.

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