Internacionales
29/12/1994|435
Brasil: El PT entra (por la ventana) al gobierno “neoliberal”
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Después de una cordial y muy divulgada cena, que contó con las presencias del ex candidato presidencial Lula y del propio interesado, se formalizó “amigablemente” la desafiliación del dirigente Francisco J. Weffort al Partido de los Trabajadores (PT). El motivo es nada menos que la incorporación de Weffort al gobierno de Fernando Henrique Cardoso como ministro de Cultura. Weffort no había esperado ni 24 horas de las elecciones del pasado 3 de octubre (cuando las encuestas ya indicaban la victoria de FHC) para publicar un artículo de página entera en la Folha de Sao Paulo, con grandes elogios a su ex profesor (el propio FHC) y esperanzas en su futuro gobierno. Por su tamaño y elaboración, era evidente que dicho artículo sólo podría haber sido escrito varios días atrás, esto es, en plena campaña electoral. Esto es más notable si se tiene en cuenta que Weffort era uno de los coordinadores de la campaña Lula y el organizador de un libro-folleto (“13 razones para votar a Lula”), en el que trece conocidos intelectuales explicaban sus razones para votar a Lula. Esto significa que, en plena campaña electoral, hubo un sector de la dirección de la misma que trabajó por la derrota de Lula.
Y no cualquier sector. Weffort, además de destacado intelectual, fue el primer secretario general del PT, cargo que ocupó durante varios años. Como tal, no fue sólo el portavoz de los “intelectuales independientes” (en especial universitarios) del PT, sino también el mentor de la organización “Articulación”, tendencia dirigente del partido (que incluye a Luí a y a los “nuevos sindicalistas” surgidos del proceso huelguístico del final de la década del ’70) creada para oponerse al “excesivo” peso de las tendencias de izquierda en el PT. Fue el gran formulador ideológico de la estrategia democratizante del PT, del programa de la “democracia como valor universal” (o sea, la democracia contrapuesta a la lucha de clases) sintetizada en su libro (de 1984) “¿Por qué democracia?”. En aquel momento, sólo la tendencia trotskista Causa Operaría, entre las tendencias del PT, se contrapuso frontalmente a esa elaboración teórico- programática, haciendo de ella un análisis minucioso y una crítica marxista (ver O. Coggiola y R. C. Pimenta, Democracia y Revolución Proletaria, Ediciones Octubre, 1985).
Cabe agregar que en esta cruzada intelectual “de izquierda” de apoyo al gobierno declaradamente “neoliberal", capitalista y antiobrero, de FHC, Weffort no está solo, ni siquiera internacionalmente: en su edición del 25 de diciembre (regalo de Navidad), el ultrareaccionario "O Estado de Sao Paulo” cede varias páginas a un largo artículo del “marxista” (?) inglés Perry Anderson, significativamente titulado “FHC es la esperanza de poner al Brasil en la Historia”.
Se revela ahora que toda la ideología y política democratizantes estaban al servicio de la destrucción del PT como partido de clase y hasta como una verdadera organización política, para transformarlo en una sigla que diese cobertura “de izquierda” a la recomposición del régimen burgués se mi colonial brasileño, esto desde la “apertura” del régimen militar en completa crisis desde el final de los años 70. Si la victoria electoral de FHC es un paso importante en este sentido, no se debe pensar que la presencia de Weffort dé a la izquierda un verdadero peso en su gobierno: su ministerio controla menos de 60 millones de dólares anuales (cifra ridícula si se la compara con el presupuesto total).
El ministerio Weffort es el último eslabón de una cadena, de la que participa el senador petista Suplicy (que calificó al gabinete de FHC “de excelente calidad”), el gobernador elegido (del PT) de Espíritu Santo, Víctor Buaiz, quien declaró que “ahora sólo falta que FHC tome las riendas y no se deje llevar por las fuerzas conservadoras” (después de haber recibido el apoyo del propio FHC para el segundo tumo) (Folha de Sao Paulo, 27/11). Una cadena destinada a transformar al PT en reaseguro “de izquierda” del gobierno FHC, quien en estos momentos usa toda su fuerza de presidente electo para impedir que el parlamento apruebe, antes de su ascenso, un salario mínimo de 100 dólares (que sería de todas maneras miserable después de la estampida de precios del “Plan Real”).
Que el PT se mantenga formalmente fuera del gobierno (que incluye a todos los partidos burgueses, inclusive los que estuvieron en la base del gobierno militar) facilita por ahora ese papel, del mismo modo que la desafiliación de Weffort vale tanto cuanto la suspensión que recibió la ex intendente de San Pablo, Luiza Erundina, cuando integró el gobierno de Itamar Franco (nada menos que como responsable por la “racionalización” del servicio público federal), que no impidió que, tarea cumplida, volviese al PT y fuese nada menos que su principal candidata al senado por el Estado de San Pablo.
En el PT no hay, pues, “divergencias ideológicas” mito una verdadera quinta-columna (dirigente) al servicio de la burguesía, frente a la cual lo que quedó do la izquierda potista capitula de un modo cada vez más miserable.
Con la izquierda clasista excluida, la quinta-columna no vacila en mostrar la cara. En Brasilia (donde el PT ganó las elecciones estaduales) el directorio regional anunció después de las elecciones haber recibido (por lo menos) 400.000 dólares de las grandes empresas constructoras, incluida la Odebrecht, que está en el propio centro de los esquemas de corrupción estatal cuyo '‘destape” sacudió al Brasil en los últimos años. La Odebrecht, además, es la principal beneficiaría de las obras públicas de la capital federal (sólo las obras del subterráneo están estimadas en más de 600 millones de dólares).
No es de extrañar que cundan ya en el PT denuncias sobre corrupción interna, implicando inclusive al tesorero nacional, Paulo Okamoto. La tendencia hacia la desmoralización y la dispersión de la militancia de izquierda, para la cual el PT sigue siendo la principal referencia política, sólo podrá ser eficazmente combatida por la estructuración de un frente de izquierda sobre bases clasistas y revolucionarias, y en la perspectiva de la construcción de un partido obrero independiente.