Brasil: es hora de un balance de la izquierda

Las elecciones municipales lo plantean.

La segunda vuelta de las elecciones municipales realizadas el domingo 29 de noviembre ha confirmado la tendencia manifestada en la primera ronda. Los candidatos que apoyó el presidente Jair Bolsonaro (aunque difusos porque este no tiene, ni presentó, un partido propio sino que fue seleccionando a dedo en diferentes listas) en su gran mayoría cayeron. Lo mismo le sucedió al PT de Lula. Los grandes ganadores fueron los partidos del llamado “Centrao” de la derecha. Esto que ya había quedado evidenciado en la primera vuelta se ha profundizado ahora. La caída de los candidatos uninominales de Bolsonaro y el avance de la derecha del Centrao fue recibida con beneplácitos por muchos sectores que se reclaman de izquierda, como un progreso de la lucha contra el fascismo. Estaríamos saliendo de Guatepeor, para entrar en Guatemala, dicen.

Esta caracterización de la centroizquierda y sectores de la izquierda está subordinada a la estrategia ya fijada de que la lucha contra la reelección de Bolsonaro en el 2022 sería el centro de la actividad política. Para ello, propugnan la constitución de un frente amplio en el que se incluye no solo a la centroizquierda frentepopulista, sino también a sectores de la derecha “tradicional”. Algunos se han atrevido a decir que eran abiertos a la derecha “democrática”, como si esos partidos no fueran los que dieron el golpe que destituyó en el 2016 a la presidenta Dilma Rousseff del PT.

El apoyo a la derecha contra la ultraderecha ya fue puesto en práctica en estas elecciones. El PT, el PC do B y el PSOL centroizquierdistas llamaron a votar en Río de Janeiro, en esta segunda vuelta, por Eduardo Paes de la derecha contra Marcelo Crivella ligado directamente al bolsonarismo. El triunfo de Paes es considerado por varios de estos sectores como un parate al facismo. Lástima que a las horas de haberse anunciado su triunfo, Paes envió un saludo a Bolsonaro manifestando su interés en trabajar juntos.

Hay que caracterizar el actual régimen político teniendo en cuenta no solo al presidente Bolsonaro, sino también al apoyo con que ha contado (y cuenta) del Centrao en el parlamento. Es lo que le permitió avanzar en todas las medidas antiobreras (reforma jubilatoria reaccionaria, etc.) y en las que prepara llevar adelante ahora.

Detrás de esta “política” está la doctrina de lo que se llama “el mal menor”. Esto suplanta la lucha por la independencia política de la clase obrera y de los explotados respecto al Estado y a los partidos burgueses, por el apoyo a los “menos malos”. Un desastre para el futuro político de cualquier estrategia que pretenda acabar con la explotación y la dictadura de clase de la burguesía. Contraria a la estrategia de desarrollar la lucha de clases para defender las condiciones de vida de las masas e imponer un gobierno de los trabajadores. Pero la estrategia de recostarse sobre el “mal menor” tampoco es efectiva: termina paralizando a los trabajadores en su lucha y subordinándolos a la burguesía pseudo democrática (que en este caso es golpista) y que le abre el camino a las corrientes más fascistizantes. La lucha contra el fascismo se da en la calle, en la lucha de clases. Como en su momento lo entendieron las movilizaciones de las mujeres por “Ele nao” contra Bolsonaro entre la primera y segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 2018 (no acompañadas por las centrales obreras y el PT). Las elecciones no pueden ser separadas de la lucha de clases: la intervención de la izquierda que se reclama revolucionaria debe continuarse en este terreno.

El fraude (y el peligro) político del PSOL

Uno de los centros fundamentales de atención en este proceso electoral fueron las elecciones de San Pablo. En la segunda vuelta se enfrentaron el actual alcalde derechista, Bruno Covas, contra el candidato del centroizquierdista PSOL, Guilherme Boulos. Este último había tenido un suceso cuando entró en la segunda vuelta desplazando a los candidatos directos de Bolsonaro y del PT de Lula, sacando poco más del 20% de los votos. Boulos fue acompañada para la viceprefectura por Erundina, que ya había sido alcaldesa de San Pablo con una trayectoria derechista y represiva frente a las luchas obreras. Toda la campaña de Boulos y el PSOL fue llevada adelante con “moderación”, tratando de cautivar a sectores de la burguesía, no buscando despertar, organizar y movilizar a los millones de trabajadores que sufren la descarga conjunta de la crisis capitalista y la pandemia. Pero desde que entró a la segunda vuelta, esta orientación procapitalista y proderechista se acentuó notoriamente. En el transcurso de la misma, Boulos conformó un nuevo frente político con partidos burgueses golpistas y reaccionarios (ver nota “El fraude preelectoral del PSOL”). Y se comprometió –en caso de ganar las elecciones- a incorporarlos a su gobierno. Traicionó así el mandato dado por los que creyeron votar una lista, si no socialista, por lo menos progresista.

La esforzada y consciente deriva derechista que adoptó el PSOL en el transcurso de la campaña electoral llevó a que un grupo de empresarios y ejecutivos de 50 importantes empresas sacara una declaración pública de apoyo. En la misma señalan, justamente, que Boulos “logró sumarse a las fuerzas progresistas del país en un amplio frente por la democracia”. Y ven esto como un gran progreso para el sistema porque “sabemos que los costos económicos, sociales y políticos de la ausencia de poder público en las regiones más pobres pueden incrementar la violencia urbana. La elección de un alcalde que conozca en profundidad los problemas de la periferia será clave para evitar que se profundice la desigualdad social”. Boulos fue impulsado no solo por empresarios, sino también por sectores de los grandes medios de prensa, como parte de un frente popular de contención de la lucha de clases, para prevenir y apagar incendios de la justa rebelión que se está incubando en San Pablo y que cuando estalle marcará el destino no solo de Brasil, sino de toda Latinoamérica.

¿La izquierda seguirá en el frentepopulismo?

Gran parte de la izquierda que se reclama revolucionaria integra, desde hace más de una década, el PSOL. Este es un “partido” centroizquierdista que tiene la característica típica de todo partido burgués. No es un partido militante que interviene activamente en la lucha de clases. Se jacta de que es un “partido de tendencias”, no necesita del centralismo para intervenir en las luchas y menos para guiar un proceso de lucha por un gobierno de trabajadores. Es un agrupamiento de tendencias organizado para intervenir en las contiendas electorales: donde encima las candidaturas centrales son decididas por acuerdos entre camarillas burocráticas.

El MES, una corriente que militaba hasta meses atrás junto con el MST de Argentina, se ha asimilado por completo no solo a este método, sino que es uno de los principales impulsores de la formación de un frente amplio. No solo no crítica la política derechista y los frentes con derechistas que se aplicaron en la campaña, sino que indirectamente los celebra saludando el “éxito” de las candidaturas. Mide, en particular su “desarrollo” por haber obtenido un total de alrededor de una decena de concejales en los 5.500 municipios donde hubo elecciones.

Ajeno, por completo, a las luchas del movimiento obrero, el MES considera que “los resultados del PSOL son también expresión de las luchas de los movimientos antirracistas, de las mujeres y por la diversidad que encontró en el partido un espacio para dar visibilidad a estos enfrentamientos. Son también expresión de una nueva situación, en la que nuevos dirigentes y figuras públicas dan un paso al frente y asumen nuevas responsabilidades” (subrayado nuestro).

¿Boulos sería el jefe del nuevo plantel de dirigentes? ¿De los que se orientan al frente amplio?

El MES deduce que si no ha habido un mayor crecimiento electoral del PSOL se debe “al atraso en la toma de conciencia de las masas en el país. La clase obrera está a la defensiva y eso frena el desarrollo de una conciencia socialista capaz, a partir del ascenso de las luchas democráticas en curso, de llegar a una comprensión global de la necesidad de luchar contra la dominación burguesa”.

¡Pero la campaña desarrollada por el PSOL no busca un mayor desarrollo de la conciencia socialista de las masas, ni la lucha contra la dominación burguesa!

Desde otro ángulo, Izquierda Socialista (IS) de Argentina ha planteado: “nuestra organización hermana, la Corriente Socialista de los Trabajadores (CST), viene cuestionando esta política de la mayoría de resucitar al PT y un nuevo gobierno de conciliación de clases”.

Pero… la conclusión que sacan es que “la gran elección de Boulos y del PSOL en San Pablo y el nuevo fracaso del PT muestran que el camino es fortalecer al PSOL como una alternativa de izquierda independiente”. Solo que no lo es (como hemos tratado de demostrar más arriba).

El centrismo vergonzante confunde

El MRT (organización hermana del PTS argentino) ha reclamado reiteradamente su ingreso al PSOL (hasta ahora no aceptado) y también participó en varias de sus listas. Prometió poner a disposición de Boulos toda su fuerza y aparato para la segunda vuelta. Hacia el final de la campaña electoral entró a advertir que Boulos giraba aceleradamente hacia la derecha aún antes de asumir. Ahora ha planteado que las batallas que se avecinan plantean “la necesidad de reagrupar a la vanguardia en base a un programa y una estrategia socialista, para superar al PT por la izquierda (y también los fracasados partidos amplios) y dar pasos en la construcción de un verdadero partido revolucionario en Brasil”.

¿Estamos ante una rectificación del apoyo del PTS y su corriente internacional (FT – CI) a los “partidos amplios”? ¿Esto se verificará en su política de apoyo al NPA en Francia?

Agudización de la lucha de clases

La política brasileña, incluida de la casi totalidad de la izquierda, ha girado en torno a la cuestión electoral y a la búsqueda de frentes con el PT y más “amplios”, que les permitan conquistar alguna banca. No solo una política frentepopulista de conciliación de clases, sino electoralista, de búsqueda de bancas a cualquier coste.

La gran huelga de los trabajadores del Correo fue aislada. Para la izquierda no fue la oportunidad para constituir un frente de lucha que se movilizara activamente y reclamara a la central obrera (CUT) que rompiera su pasividad y convocara al paro nacional. Terminado el proceso electoral, el “derrotado” Bolsonaro en alianza con los “vencedores” del Centrao van por nuevos ataques contra los trabajadores. Se prepara la reforma administrativa que plantea terminar con la estabilidad y las conquistas de los trabajadores públicos. Los trabajadores de la Compañía de Electricidad de Brasilia (CEB) han iniciado el martes 1° una huelga general contra la privatización de la empresa y el ajuste que esto significara contra ellos y el pueblo trabajador.

Es necesario romper con la parálisis de la CUT y las organizaciones sindicales. Reclamar que se convoque a un congreso nacional y a congresos estaduales de delegados elegidos con mandatos de base para organizar un plan de lucha nacional en defensa de las condiciones de vida de los trabajadores y contra el gobierno y sus planes de entrega y superexplotación. Lograr que se vayan los Bolsonaro será obra de la clase obrera. Es hora de un balance para la izquierda y los sectores combativos.