Brasil: La democracia de los “escuadrones de la muerte”

La matanza premeditada de ocho “niños de la calle” que dormían en la puerta de la iglesia de la Candelaria, ubicada en pleno centro de Río de Janeiro, por parte de elementos parapoliciales, pone al desnudo, por enésima vez, que Brasil es un régimen policial, el más brutal, sanguinario e impune del continente. La “democracia” es apenas la pantalla que cubre, apaña e indulta a los asesinos.


Los “escuadrones de la muerte” —formados por policías, ex policías y guardias de seguridad privados y financiados por los capitalistas, particularmente los comerciantes y hoteleros— asesinaron, sólo en los primeros seis meses de este año, a 320 “niños de la calle”, ¡dos chicos por día! El año pasado fueron más de 400 los pibes asesinados. “De acuerdo a un informe parlamentario, sólo en la zona norte de Río operan 15 bandas de exterminadores integradas por policías y guardias de seguridad privados... El año pasado, el reporte del congreso reclamó el juzgamiento de más de 100 miembros de los “escuadrones de la muerte” ... pero ninguna de sus recomendaciones se ha cumplido” (Time, 9/8). El Congreso ha guardado un “piadoso” silencio acerca de este manifiesto desacato por parte de las autoridades policiales y la propia justicia.


La burguesía brasileña ha desatado una sangrienta guerra civil contra las masas empobrecidas de las ciudades y el campo. La Policía Militar de Río de Janeiro asesina 1.500 personas por año (sin mencionar las corrientes masacres carcelarias de la policía carioca), sin que nunca un policía sea juzgado y, mucho menos, castigado. Las calles de Río están militarizadas mientras que en los barrios residenciales, las bandas de guardias privados asesinan impunemente a los “intrusos”.


En el campo, los grandes terratenientes y “fazendeiros” han formado verdaderos “ejércitos” que asesinan a los dirigentes de los movimientos de los “sin tierra”, persiguen a los campesinos que pretenden instalarse en las tierras desocupadas y mantienen sometidos a los trabajadores rurales a un estado de virtual esclavitud.


Las bandas paramilitares no sólo gozan de la impunidad que le brindan los capitalistas, los “demócratas” y la justicia. Gozan, además, de la impunidad que les otorga la impotencia del régimen  de Itamar frente a la crisis económica y social del Brasil. Pocas horas después de producida la masacre, un ex ministro  de Itamar Franco —Jarbas Pasarinho, de Justicia— revelaba que estaba en curso un golpe cívico-militar, que sería encabezado por el ex presidente Sarney (Clarín, 3/8) mientras que el ejército planificaba, “sobre el papel”, por ahora, el copamiento de las ciudades y las favelas “ante una grave ruptura del orden público” (Veja, 4/8).  La masacre de la Candelaria, en pleno centro de Río, es también una expresión de la descomposición del régimen político.