Brasil: la renuncia de Moro pone la crisis al rojo vivo

Fuera Bolsonaro-Mourao.

La renuncia del ministro Sergio Moro agudiza la crisis política brasileña. En su discurso de partida, el hasta ahora titular de la cartera de justicia justificó su salida debido al desplazamiento del jefe de la Policía Federal (una policía de investigación que está a cargo también del control de aeropuertos y fronteras), quien era un hombre de su confianza, y denunció que el presidente Jair Bolsonaro busca copar ese organismo para bloquear investigaciones en su contra.


La ruptura de Bolsonaro con Moro, cara pública de la operación judicial Lava Jato y uno de los dos “superministros” de su gestión, es resultado de un intento del mandatario por relanzar su gobierno, crecientemente desautorizado por las internas en su gabinete, los rumores de una licuación de su poder a expensas de su vice, Hamilton Mourao, y de sectores de las fuerzas armadas (como el jefe de gabinete, Walter Braga Netto), y por la oposición de los gobernadores, sectores de la justicia y del Congreso. Bolsonaro, precisamente, ha denunciado un complot para destituirlo por parte de ministros del Supremo Tribunal Federal (STF, máximo órgano judicial) y el jefe de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia.


Además de liquidar al jefe de la Policía Federal, lo que condujo a la salida de Moro, Bolsonaro cambió la semana pasada al ministro de Salud, Luis Henrique Mandetta, para reforzar su política anticuarentena. El domingo pasado, a su vez, volvió a encabezar una pequeña movilización que reclamó el cierre del Congreso y reivindicó la dictadura militar, que debe ser leída tanto como una amenaza al parlamento y como un intento de sanar los vínculos con las fuerzas armadas, que parecen deteriorados. Por la participación en dicha protesta, el STF le abrió una investigación.


Mientras tanto, un ministro de ese tribunal le ha reclamado al jefe de la Cámara de Diputados que dé respuesta a uno de los tantos pedidos de impeachment contra Bolsonaro que se acumulan en el Congreso. Ninguno de esos procesos puede comenzar sin la venia del titular de esa cámara, Rodrigo Maia (del partido derechista Demócratas), quien tal vez esté esperando un momento más propicio. Frente a un potencial impeachment, la situación es crítica para Bolsonaro, dado que no ha podido -ni querido- construir una coalición en el parlamento y sólo cuenta con un puñado de legisladores propios. De este modo, la situación política brasileña transcurre entre conspiraciones a uno y otro lado del mostrador, entre amenazas de golpes y autogolpes.


El debilitamiento actual de Bolsonaro está mostrando un naufragio de su tentativa bonapartista, dado que no ha logrado imponerse al resto de los poderes del Estado.


Crisis económica y sanitaria


El telón de fondo de esta gigantesca crisis es una crisis económica que la pandemia ha venido a agravar. El real ha perdido más de un tercio de su valor en lo que va del año, siendo una de las monedas más castigadas del mundo. La salida de Moro ha provocado un nuevo hundimiento de la Bolsa y llevó el real a 5,70 unidades por dólar. Los mercados leen la crisis política. Moro no es Mandetta, el ministro de Salud recientemente eyectado. Es un hombre de peso propio, de fuertes lazos con el imperialismo, que impulsó el Lava Jato contra la corrupta burguesía brasileña como parte de un intento por desplazarla y acaparar negocios.


En el actual contexto crítico, al debilitamiento de Bolsonaro se suma el retroceso de otro de los “superministros” del gobierno, el ultraliberal Paulo Guedes, titular de Hacienda. Este impulsó una política de reformas antiobreras (cuyo mayor éxito fue la aprobación de la reforma jubilatoria, el año pasado), privatizaciones masivas y recorte del gasto público, pero no ha logrado atraer la inversión extranjera y la economía no levanta cabeza. En esta situación, el jefe de gabinete, Braga Netto, anunció en una conferencia de prensa -bajo protesta de Guedes, que no participó- un plan por más de 50 mil millones de dólares de subsidios a la burguesía e inversiones en infraestructura, minería, energía, etc., llamado “pro-Brasil”. Va en línea con los planes internacionales de rescate del capital a través del dinero estatal, en medio de las tendencias mundiales a una depresión económica.


La crisis actual se retroalimenta con el desastre sanitario. El jueves, Brasil tuvo un récord de muertes (400) y las imágenes de fosas comunes en el cementerio de Manaos, capital de Amazonas, empiezan a dar vueltas al mundo. Los gobernadores, que han presumido de ser más responsables que Bolsonaro frente a la pandemia, han empezado a flexibilizar ellos mismos las limitadas cuarentenas que habían impuesto, bajo la presión de las patronales.


Por una salida de los trabajadores


Ante la crisis, el excandidato presidencial del PT, Fernando Haddad, firmó hace algunas semanas (junto a los excandidatos del Psol, el PDT y otros referentes políticos) un documento que reclama la renuncia de Bolsonaro. Pero el PT se limita a activar los resortes institucionales y a tratar de reconquistar el apoyo perdido de los grandes empresarios. En esa línea, el excanciller Celso Amorim ha planteado que el PT tiene que ampliarse, buscando una coalición contra Bolsonaro, incluyendo a muchos de los promotores del golpe contra Rousseff en 2016.


Mientras tanto, la CUT firmó junto a otras centrales sindicales un documento que no plantea medidas de lucha y pone el centro de gravedad en el parlamento, titulado “Que el Congreso Nacional asuma el protagonismo”.


La lucha por derrotar a Bolsonaro debe tener como protagonista al movimiento obrero y popular, que ha dado grandes muestras de su disposición a enfrentarlo (contra la reforma jubilatoria, contra la reforma educativa e incluso contra los despidos y suspensiones, en el marco de la pandemia). Es la manera de evitar, también, que una eventual caída de Bolsonaro dé paso a un relevo patronal y un fortalecimiento de las Fuerzas Armadas. Recordemos que el vice, Mourao, es un hombre aun más ligado a ellas que el propio Bolsonaro.


Frente a la agudización de la crisis política en Brasil, está planteado combinar un pliego de reivindicaciones frente a la pandemia (prohibición de despidos, prohibición de toda actividad no esencial, licencias sin afectar el salario, centralización del sistema de salud, no pago de la deuda externa, etc.) con el planteo de echar a Bolsonaro-Mourao por medio de la lucha de las masas. En esa línea, está planteado -bajo las condiciones que lo permita la pandemia- el desarrollo de un congreso de bases, que apunte hacia la huelga general.


Al gobierno de Bolsonaro-Mourao, las fuerzas armadas y toda tentativa de relevo patronal, le oponemos la lucha por una asamblea constituyente libre y soberana, para reorganizar el país sobre nuevas bases sociales.