Bush los metió en el Alca

Para buena parte de la prensa argentina, la reciente reunión de ministros del continente para delinear el Alca, en Miami, habría concluido con una semiderrota de EE.UU. Finalizó “apenas con una declaración de compromiso”, “abandonando o postergando el ambicioso proyecto original” del imperialismo norteamericano (Página/12, 21/11). Esta semiderrota de EE.UU. habría sido el resultado de la acción del Brasil y la Argentina.


La realidad es diferente. Aunque la reunión no pudo ocultar las profundas diferencias de intereses entre las burguesías del continente (entre ellas las más significativas son las existentes entre Brasil y Argentina) y, por sobre todo, la explosiva situación social y política que deben enfrentar conjuntamente con el imperialismo, al mismo tiempo ha encaminado una salida que se encuentra bajo la dirección del imperialismo norteamericano – no podría haber sido de otro modo.


El llamado Alca flexible no tiene nada de “light” desde el momento en que impon e la línea de los llamados acuerdos bilaterales de libertad empresaria entre las débiles naciones latinoamericanas y el agresivo gobierno de Estados Unidos. Justamente lo que venía planteando Bush.


“Con Alca o sin Alca, EE.UU. va a negociar acuerdos comerciales con la mayor parte de los latinoamericanos, y quien no participe quedará aislado… El gobierno de George W. Bush notificó al Congreso la intención de iniciar en el segundo trimestre de 2004 negociaciones con Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Panamá para la adopción de regímenes de libre comercio. También serán iniciadas en breve conversaciones con la República Dominicana…” (O Estado de Sao Paulo, 20/11).


La conclusión del diario paulista es que esos “acuerdos bilaterales” que impulsa EE.UU., y que se suman a los que ya tiene con Chile, Canadá y México, son “un mensaje para el Mercosur, y de modo especial para Brasil”, quien “no debe fingir que no entendió”. Para el vocero de los capitalistas brasileños, “Brasil es el gran perdedor en este juego”.


Además, “los poderosos empresarios de San Pablo, que responden por el 42% del PBI de Brasil, reclamaron un Alca más osado” (Infobae, 20/11). Con los salarios devaluados, algunos sectores de la burguesía paulista, como los de siderurgia, textiles o calzado, ven en el Alca la posibilidad de ingresar al mercado estaodunidense.


A esto se agrega que “un Alca flexible divide los intereses del Mercosur”, ya que a las diferencias con Uruguay (proclive a un tratado bilateral con EE.UU.) se agrega la Argentina, que tiene acuerdos de inversiones con EE.UU. firmados durante el gobierno de Menem. Es decir que Argentina ya está con tres cuartas partes del cuerpo dentro del Alca. No por casualidad “el representante comercial de EE.UU., Robert Zoellick, dijo a Clarín que en el seno del Mercosur existen las mismas diferencias que hay a nivel hemisférico entre los países que quieren avanzar en la apertura comercial más rápido que otros. Dijo también que su país los apoyará, mencionando concretamente a la Argentina” (20/11).


De ahí la advertencia de la gran burguesía paulista de que “la propuesta de un Alca flexible puede salvar la reunión de Miami y tal vez el próximo Alca, pero puede ser perjudicial para la unidad del Mercosur” (O Estado de Sao Paulo , 21/11). Esto surge también de las declaraciones del canciller Rafael Bielsa, quien sostuvo que “este Alca permitirá la complementariedad y el crecimiento económico” y, sobre todo, que “hacer una negociación profesional en el marco del Alca es un elemento de confianza” (del capital mundial hacia la Argentina, aclaración nuestra), explicitando la posición proimperialista del kirchnerismo.


La clase obrera de EE.UU.


El Alca es una poderosa herramienta para someter al resto del continente a la dominación del imperialismo yanqui, pero fundamentalmente para doblegar a la clase obrera. En EE.UU., los productos fabricados a bajo costo desde América Latina, permitirían deprimir los salarios de los obreros norteamericanos, sobre cuyos hombros recae la obtención de las mayores ganancias capitalistas.


Es lo que logró, en parte, el acuerdo con México y Canadá (Nafta). “En los últimos tres años, se perdieron 2.700.000 empleos, fundamentalmente en el sector manufacturero y por la relocalización de empresas en México, China y otros lugares donde el costo laboral es más bajo y los derechos laborales más débiles” (Financial Times, 21/11).


Este desplazamiento de fábricas a México no mejoró los salarios de los obreros mexicanos. “Los salarios reales en México son más bajos que cuando se adoptó el acuerdo, pese a la mayor productividad” (New York Times, 23/11). La explicación es simple: entre 1994 y 2002, la relocalización de fábricas creó 500.000 puestos de trabajo en México, “pero en el mismo período, se perdieron 1.300.000 empleos en la agricultura” (Financial Times, 20/11).


La integración económica, bajo el capitalismo, es un instrumento para aumentar la explotación y desintegrar las economías rivales, y sobre todo para golpear a la clase obrera de los distintos países.