Bush, Lula y Evo

“La Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (Usaid, sus siglas en inglés) está haciendo en Bolivia lo que ha estado haciendo en Venezuela”, dijo el investigador y escritor norteamericano Jeremy Bigwood (IPS, 21/9). Esto es: promover la sedición de los opositores de derecha contra un gobierno al que Washington pretende derrocar.

Lula, en cambio, no quiere derrocar a Morales sino presionarlo – cosa que ha hecho desde mucho antes del estallido de la crisis-  para que anude un acuerdo con la derecha.
La intención golpista de la Casa Blanca quedó de manifiesto cuando designó embajador en Bolivia a Philip Goldberg, ex operador del Departamento de Estado y de la CIA en Kosovo, nada menos. Pusieron a un experto en lo que querían hacer.

Lula, por su lado, necesita cualquier cosa menos una guerra “kosovar” en Bolivia, donde, además, su representada Petrobras tiene fuertes intereses, sin hablar del gas boliviano que alimenta al parque industrial de San Pablo.

Por eso, el presidente brasileño formuló declaraciones muy duras contra la política norteamericana en Bolivia y respaldó explícitamente la expulsión de Goldberg ordenada por Evo Morales. Casi al mismo tiempo, Lula enviaba barcos de guerra a proteger el petróleo descubierto por Brasil en el Atlántico. ¿Protegerlo de quién?… de la IV Flota de los Estados Unidos, que navega en la zona.

En medio de su crisis, la camarilla de Bush parece buscar una salida de fuerza para que América latina vuelva a ser gobernada por el Consenso de Washington, como se dio en llamar a la reunión semi-clandestina de grandes bancos y corporaciones financieras con oficinas centrales en Manhattan.

Ése es un propósito de cumplimiento imposible, y Bush lo persigue en soledad. Por eso, en este punto -y no sólo en él-, el imperialismo mundial está con Lula, no con Bush. Nadie piense que Lula se ha vuelto “progresista” de la noche a la mañana; por el contrario, él juega un papel contrarrevolucionario clave en Bolivia y en toda Latinoamérica.