Bush y el sionismo planeean un ataque nuclear contra Irán


Hace dos semanas, el semanario The Economist (10/2) advertía en un editorial que “Irán y Estados Unidos van rumbo a una colisión. Aunque el riesgo es difícil de cuantificar, existe una posibilidad real de que Bush ordene un ataque a Irán en algún momento antes de que abandone la Casa Blanca dentro de dos años”.


 


La misma advertencia hizo el ex secretario de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski, ante la comisión de relaciones exteriores del Senado norteamericano. “El destino final de esta pendiente abajo (que sigue Bush) es probablemente un conflicto de frente con Irán y con la mayor parte del mundo islámico”. Brzezinsky predijo “alguna provocación en Irak o un acto terrorista en Estados Unidos que será adjudicado a Irán y que culminará con una acción militar ‘defensiva’ contra Irán” (International Clearing House, 10/2). Esta descarnada acusación del ex funcionario echa luz sobre lo que está ocurriendo en Irak, donde crecen las acusaciones y las evidencias de que detrás de las masacres sectarias de shiitas y sunnitas se encuentra la mano de los servicios de infiltración y espionaje de Bush.


 


Aunque una guerra contra Irak no será un ‘paseo’, ni Bush tiene hoy las condiciones para ello, la variante más difundida es que se trataría de ataques aéreos contra instalaciones y bunkers militares iraníes, en especial los que albergan material nuclear. Existe un fuerte ‘lobby’ sionista en esta dirección. Estados Unidos ya ha reunido dos portaviones en el Golfo Pérsico para respaldar un ataque aéreo. Existen versiones repetidas de que la acción sería desencadenada desde Bulgaria, de donde partirían los cohetes contra Irán.


 


La noticia de que Blair evacuaría una gran cantidad de tropas británicas de Irak en un plazo muy breve no aleja el peligro de una agresión contra Irán. Lo mismo se puede decir de la firma de un acuerdo nuclear, días recientes, con Corea del Norte. Ambos hechos pueden señalar la inminencia del ataque, pues, el primero evita que los militares ingleses se puedan convertir en blanco de represalias dentro de Irak y el segundo aleja la posibilidad de tener que enfrentar dos conflictos al mismo tiempo.


 


¿Cuál es el sentido del nuevo rumbo de la política de Bush? Ella se encuentra en contradicción con las ‘recomendaciones’ de numerosos foros de la burguesía norteamericana que proponen, por el contrario, iniciar conversaciones con Irán y Siria para salir del pantano de la guerra en Irak. Hay algunas indicaciones de que Israel ya habría firmado un pacto con Siria, que se mantiene secreto, el cual contempla una intervención del estado árabe para frenar la crisis en Líbano y en Palestina a cambio de algunas concesiones territoriales en la frontera común.


 


Todo indicaría que Bush y compañía consideran la amenaza de un posible ataque a Irán para plegar al gobierno iraní a una colaboración activa en Irak, para frenar a los grupos shiitas disidentes. Irán colaboró con la invasión norteamericana a Irak y lo mismo hizo en Afganistán —dos países que son fronterizos de Irán. Bush también especula con la posibilidad de un golpe de estado contra el presidente iraní, luego de la victoria de la oposición en las recientes elecciones municipales. Irán atraviesa una crisis económica a pesar del ‘boom’ de los precios del petróleo en el marco de una creciente crisis social. La presión de un ataque con cohetes no está solamente orquestada con el Estado sionista sino igualmente con Arabia Saudita y los emiratos del Golfo. Voceros del establishment de Israel dieron a conocer la disposición a realizar un bombardeo nuclear táctico contra Irán con bombas de 1,5 kilotones.


 


Irán se ha convertido en un jugador fundamental de la crisis en Irak, que por el momento no tiene ninguna salida. Está en juego el destino de Irak como estado, que podría ser dividido en tres enclaves étnicos; el ejército norteamericano participa abiertamente de operaciones de ‘limpieza étnica’ para ‘homogeneizar’ los distritos mixtos. Pero una división de Irak ampliaría la crisis a toda la región, involucrando especialmente a Turquía, que rechaza cualquier forma de autonomía nacional del Kurdistán (norte de Irak).


 


A pesar del completo fracaso de la ocupación militar norteamericana de Irak, Bush hace oídos sordos a los reclamos de una retirada porque no existe en Irak un movimiento nacional contra la ocupación que unifique a las distintos matices religiosos y regionales de Irak, y que sea capaz de apoyar la lucha nacional de los kurdos, dominados por Siria, Irán y Turquía. Por otro lado, ningún sector de la burguesía norteamericana es partidaria de abandonar las bases instaladas en la región ni mucho menos la tutela política. Los demócratas norteamericanos, que critican la política en Irak, apoyan sin embargo las amenazas contra Irán, siguiendo los reclamos del sionismo.


 


Es necesario una reacción del movimiento mundial contra la guerra y de la clase obrera de los diferentes países, para que los atropellos militares del imperialismo yanqui se conviertan en su tumba.