El pasado viernes 21 de febrero, la provincia canadiense de Ontario fue paralizada por una enorme movilización docente, en lo que fue una jornada de lucha contra los recortes presupuestarios, por paritarias del 2% que igualen el salario con el costo de vida y por una mayor representatividad en las mesas de negociación.

La medida de fuerza fue convocada por la Federación de Maestros de Primaria Ontario (ETFO, por sus siglas en inglés), que nuclea unos 83.000 docentes. En diciembre del año pasado, la agenda de lucha votada resolvió que los colegios en huelga se alternaran; tras no poder llegar a ningún acuerdo con el gobierno, que se niega a ceder cualquier reivindicación, la agenda cambió a un paro total una vez a la semana (Centro News, 30/1).

La lucha docente atravesó todo el 2019. El primer ministro de Ontario, Doug Ford Jr. (del Partido Conservador Progresista), puso en marcha un plan de ajuste total, con el pretexto de reducir el déficit fiscal. El clamor popular no tardó en ebullir con la polémica ley 124, que impide un aumento salarial superior al 1% en los próximos tres años. Para Canadá, que es uno de los países con la canasta básica familiar más costosas del mundo, este mísero aumento acrecienta la desigualdad social y la brecha diferencial entre salarios y costos de vida.

Este año, de aprobarse el nuevo recorte presupuestario, se estarían eliminando unas 10.000 plazas docentes. Los despidos masivos traen a colación un golpe degradante para el sistema educativo, ya que las aulas pasarían a estar superpobladas (se extendió hasta 45 el máximo de estudiantes por curso). Además, las rebajas en el presupuesto degradarán los planes de acompañamiento institucional para con los estudiantes, reduciendo las becas de continuidad y los programas de integración (El Debate, 8/2).

El ajuste a la educación pública pareciera estar a la orden del día de todos los gobiernos, desde Canadá hasta Argentina. Que viva la lucha de los docentes por sus reivindicaciones.