Cavallo en Rusia

Según la prensa, Cavallo fue invitado a Rusia para asesorar al gobierno de Yeltsin en la aplicación de un programa de convertibilidad del rublo. Se trata de una media verdad.


En la historia económica argentina, Cavallo se caracterizó por ser un gran confiscador del dinero del pueblo; eso es lo que fue a enseñar a Moscú. En 1982, en su condición de presidente del Banco Central, forzó un retiro masivo de depósitos bancarios para provocar una enorme inflación y desvalorizar de este modo las deudas de la gran industria y de los latifundistas con los bancos. La transferencia de riqueza fue hecha a costa de los consumidores y de los que tenían sus ahorros en los bancos.


En 1989, Cavallo, a pesar de que era canciller, instrumentó otra gigantesca confiscación. Sustituyó compulsivamente los depósitos en los bancos por los Bonex, que inmediatamente después pasaron a cotizarse al 50% de su valor nominal; mucha gente perdió así la mitad de sus ahorros; lo mismo hizo con la deuda a los jubilados. A los bancos los premió, en cambio, con la refinanciación de la variada gama de bonos públicos indexados que tenían en su poder. Esto se hizo a un valor igual a la cotización más alta a la que habían llegado esos bonos más los intereses acumulados, valor que fue convertido de australes a pesos. La convertibilidad, en 1991, tuvo lugar recién cuando otras dos hiperinflaciones (en febrero de 1990 y en febrero de 1991), además de la confiscación Bonex, habían ‘secado’ al mercado de moneda nacional. Sirvió, de esta manera, para consolidar toda la enorme transferencia de ingresos realizada entre 1989 y 1991.


Convertibilidad argentina


La convertibilidad ha sido, en definitiva, un fracaso, porque en lugar de conseguir su propósito de restablecer la vigencia de una moneda nacional, concluyó en la casi dolarización de la economía; el 60% de los depósitos en los bancos se encuentran en dólares. La deuda pública interna fue reemplazada por deuda externa y el Estado perdió la posibilidad de financiarse en pesos. Esto pareció no importar mientras venían capitales especulativos por cifras sin precedentes, que aprovechaban el seguro que representaba la garantía estatal gratuita de una relación fija con el dólar, pero ahora la crisis internacional le ha cerrado a la Argentina toda posibilidad de financiación.


Hay quienes aseguran que los fundamentos de la economía argentina son muy sólidos, pero se olvidan claro del régimen de convertibilidad, el cual ha privado al Estado de la posibilidad de recurrir a la financiación interna ante el colapso de la financiación internacional. Si la economía llegara a dolarizarse, la situación sería peor aún, porque el presupuesto del Estado debería achicarse a la medida de los capitales extranjeros que vengan al país, lo que resultaría en una depresión económica sin precedentes. La prueba de que esto no le hace gracia ni siquiera al menemismo es que el Banco Central ha vuelto a la operatoria de dar préstamos en pesos a los bancos, aunque esto sea violatorio de la convertibilidad, los cuales obtiene en gran parte de préstamos que le da el Banco Nación.


Primero, la híper


Antes que ir a dar lecciones de convertibilidad, Cavallo fue a Rusia a sentar cátedra de confiscación del dinero ajeno, o mejor dicho, del pueblo. Es así que el miembro ruso del clan internacional de los Fondos de Inversión del norteamericano Forbes, que integra Cavallo (nos referimos al viceministro de Economía, Boris Fiodorov) ya empezó a emitir moneda para que la inflación resultante le permita pagar las deudas salariales atrasadas del Estado, a un décimo del valor miserable que tenían antes de la declaración de quiebra de Rusia. Con ese dinero desvalorizado está pagando también a los depositantes de los bancos, e incluso está convirtiendo los depósitos en dólares a rublos, a un tipo de cambio que es hoy el 30% del que tenía al inicio de la crisis. En algunos casos, el anfitrión de Cavallo, que es su compinche en una mafia financiera internacional, no ha vacilado en nacionalizar algunos bancos con la plata que emite el gobierno, como un último recurso para salvar el patrimonio de los banqueros, que de este modo no tienen que responder por su propia quiebra.


El primer ministro provisorio, Chernomirdyn, no tuvo empacho en admitir que el objetivo de toda esta destrucción de dinero y de los ingresos del pueblo es poner en marcha, a partir de enero próximo, un plan de convertibilidad. Para entonces, los rublos en circulación se encontrarán tan desvalorizados que podrán ser respaldados por un monto pequeño de reservas en dólares, o incluso directamente sustituidos por éstos. Los ingresos de los trabajadores estarán en ruinas. Algunos observadores han advertido, sin embargo, que para enero la inflación podría acabar con Yeltsin y compañía y dejar a la convertibilidad como un ejercicio de simulación diabólica.


Saqueo, convertibilidad, saqueo


Un hecho que no tiene que ver con Rusia ha servido, esta semana, para demostrar que los planes de convertibilidad y de dolarización son consustanciales con la confiscación económica. Ocurre que la crisis ya muy avanzada en Hong Kong ha llevado a muchos a opinar que si Hong Kong no devalúa tendría entonces que dolarizar su economía. Aunque la isla tiene 80.000 millones de dólares para respaldar su circulante, esto no alcanza para convertir en dólares los 150.000 millones que se encuentran depositados en los bancos. Para ello el conjunto del dinero en circulación debería sufrir una fuerte desvalorización. Esto singifica que, lejos de ser una alternativa a la devaluación, la dolarización sólo podría introducirse si antes se produce la primera.


El objetivo muy claro de una convertibilidad en Rusia, es que permitiría proceder a la refinanciación de la deuda que el Estado ha dejado de pagar a los banqueros rusos e internacionales, y de la deuda de los primeros con los segundos que fuera congelada por el gobierno. La ultramiseria del pueblo ruso estaría al servicio de un plan que permita que los poderosos no pierdan ni un ‘kopek’.


Aunque pueda parecer mentira, lo que divide a los políticos rusos, sin embargo, no es la hiperinflación desatada por el gobierno sino la convertibilidad o dolarización que podría estar al final del camino. Es que esto último, además de salvar los privilegios de un grupo mínimo de magnates, obligaría a proceder al remate de las acciones que el gobierno y los bancos rusos tienen en las empresas del Estado, y a la privatización masiva de la propiedad de la tierra. La convertibilidad o dolarización esconden un planteo de transferencia de riqueza y patrimonio como nunca se vio en la historia, cuya ejecución socavaría las bases de cualquier gobierno parlamentario. Esto explica, contradictoriamente, que hayan sido desechados tanto por la mayor parte de los capitalistas como por los burócratas de Rusia y hasta por sectores decisivos del imperialismo. Es que si la privatización rusa no se hace en forma regulada, podría provocar una enorme lucha entre los propios imperialistas por el control de esos despojos. Esa privatización significaría también el cierre o desguace de la mayoría de las empresas, tal como ocurrió en Argentina.


Albania, segunda parte


El gigante ruso se encuentra ante la perspectiva de un desenlace albanés, como consecuencia del mismo fenómeno que hundió a las pirámides financieras y provocó la completa pérdida de los ahorros de sus víctimas. Aún sin una dirección política, Rusia se acerca a la posibilidad de levantamientos armados, al igual que lo que ocurrió en Albania. Pero Rusia no es Albania, ni existen mejores posibilidades de que la crisis política quede confinada a Rusia. Una revolución en Rusia debería proceder a la confiscación de la banda capitalista que ha asolado al país y, por sobre todo, de la burocracia que todavía controla la enorme industria heredada de la URSS, explotándola para su beneficio privado.


El viaje de Cavallo a Rusia demuestra que el imperialismo no solamente ha perdido la brújula y la plata del FMI, y enfrenta el espectro de la bancarrota, sino que también ha perdido el sentido del ridículo. Rusia no necesita asesores, necesita un gobierno, y éste sólo podrá dárselo la revolución o la contrarrevolución. Los Cavallo se usan para distraer a la platea y cobrar algunas comisiones, mientras las cosas se deciden en otro ámbito.