Chau Blair


A pesar de haber ganado su tercer mandato como primer ministro, Tony Blair no tiene nada que festejar. Su partido, el laborista, perdió más de cien bancas en las elecciones parlamentarias del pasado 5 de mayo. La mayoría de ellas, a manos de los conservadores (principalmente en las zonas rurales), pero también de los liberal-demócratas (en las grandes ciudades).


 


Blair iniciará su tercer mandato como el primer ministro con menor respaldo popular de la historia británica (apenas un 36% de los votos). Tampoco tiene mayoría parlamentaria porque, si se excluye a los 50 diputados laboristas “rebeldes”, Blair cuenta con una mayoría “segura” de apenas 16 bancas, una cifra insignificante en un Parlamento de casi 600 miembros. También se verá obligado a realizar un amplio recambio de gabinete, ya que varios de sus ministros perdieron sus bancas en estas elecciones.


 


El recule laborista no sólo obedece al repudio popular a la guerra de Irak. Las reformas privatistas en la salud y en la educación universitaria, y la crisis jubilatoria, alejaron a los votantes laboristas.


 


Blair se vio favorecido por un sistema electoral antidemocrático (que le asigna una mayoría en la cámara a un gobierno minoritario) y por la fractura de su oposición.


 


Los conservadores no tienen nada que festejar. Apenas mejoraron su votación un 1,5% con respecto a la de 2001, la peor desde 1832. A pesar de quedar sólo a tres puntos de Blair, están más lejos que nunca de convertirse en una “alternativa de gobierno”. La gran burguesía británica repudió su programa: “Su política de cuotas de inmigración fue criticada por los empresarios (porque) dañaría el crecimiento económico. Su enfoque sobre Europa —una completa renegociación de la membresía británica en la Unión Europea— es irresponsable e impracticable” (Financial Times, 3/5).


 


Los liberal-demócratas, aunque aumentaron su votación en un 4%, perdieron algunos de sus distritos más importantes, tanto a manos de los laboristas como de los conservadores.


 


The Economist (6/5) explica la victoria de Blair en estos términos: “Aunque los votantes perdieron su fe en el primer ministro, le creen todavía menos a Michael Howard (el líder conservador)”. En lo que pinta como una crisis política de conjunto, Gran Bretaña sale de las elecciones con un primer ministro en retroceso, sin mayoría propia y con una oposición “inadecuada”.


 


Para Blair, las cosas sólo pueden empeorar. El año próximo deberá enfrentar el plebiscito sobre la Constitución Europea y la integración de Gran Bretaña al euro. “Ganar el referéndum no será fácil después de estos resultados” (Financial Times, 6/5).