Chávez: Mucho ruido y pocas nueces

Los conflictos constitucionales en Venezuela están provocando mucha alharaca. ¿Pero hay algo de sustancial?


La semana pasada, la asamblea constituyente le quitó todos los poderes, virtualmente, al viejo congreso de los corruptos políticos tradicionales. Pero no lo disolvió. También declaró en emergencia al poder judicial. Pero no destituyó a la Corte Suprema. El comité encargado de revisar la conducta de los jueces acusados de corrupción está incluso mayoritariamente formado por miembros del actual poder judicial. El propio Chávez volvió a jurar como presidente ante la Constituyente, desconociendo de este modo su juramento anterior ante la Asamblea Legislativa, pero gobierna con los poderes de emergencia que le fueron concedidos por esta última, no por la primera.


¿A qué obedece todo este juego de equívocos?


Simple. A la necesidad de mantener la continuidad jurídica del Estado, o sea los compromisos del viejo Estado, o sea la deuda externa. La responsabilidad jurídica del pago de ésta no se encuentra comprometida, lo que significa que Chávez mantiene en pie la reputación internacional de su hipotecado país. Esto explica que “amplios sectores de la comunidad de negocios le den la bienvenida a una mano dura para eliminar la corrupción y el despilfarro”. ¿Quién dice esto? El Financial Times del pasado viernes.


Es por este mismo motivo que la asamblea tuvo que actuar enseguida ante la negativa del Legislativo a autorizar un viaje de Chávez al exterior. La autoridad del Estado debe ser única para que pueda funcionar como respaldo de la deuda externa.


Lo que el brasileño Lula acaba de llamar “ruptura democrática”, pero que mejor hubiera definido como continuismo camuflado, no promete ninguna ‘revolución constitucional’. Según el diario El Nacionalde Caracas (reproducido por La Nación, 31/8), Chávez pretende que, en el futuro, los ascensos militares sean decididos por el presidente y la cúpula militar, sin participación del congreso. El argumento es que así se neutralizaría el politiquerismo en el ejército. Como se ve, la lucha contra la corrupción en abstracto puede dar lugar a cualquier cosa, incluso a la militarización del Estado.


La Constituyente venezolana está plagada de izquierdistas que mayoritariamente pasaron por la escuela del partido comunista. Ahora están aplicados a recauchutar al estado capitalista en descomposición y reiterar su vieja devoción por el burgués ‘progresista’ —esté vestido de civil o de militar.