Chávez pacta con Bush para dividir a la oligarquía

La masiva marcha popular de apoyo a Chávez del domingo pasado demostró que a pesar del enorme fracaso del gobierno – se prevé una caída del PBI del 5 al 7%, la desocupación roza el 20% y existe un crecimiento espectacular de los niveles de pobreza e indigencia – , Chávez sigue contando con un extraordinario apoyo de masas.


Esta circunstancia, combinada con una oposición que, aunque tiene apoyo popular, se encuentra dividida, da como resultado un gran empate político.


En estas condiciones, Chávez desafió a la oposición a que lleve adelante su amenaza de lanzar una huelga general el próximo 21 de octubre. En la movilización opositora del jueves 10, los líderes de la oposición se cuidaron de realizar un llamado inmediato a la huelga general (le pusieron fecha para dos semanas después), lo que fue interpretado como un signo de debilidad. Los petroleros, los trabajadores del transporte público y el pequeño comercio ya anunciaron que no se sumarán a la huelga general opositora. Chávez especula con que un fracaso del paro alentará la descomposición de la oposición.


Fracasados los intentos de conciliación posteriores a la derrota del golpe de abril (emprendidos por Carter y la ONU), Chávez está jugando el referéndum sobre su continuidad en la presidencia (que sólo podría realizarse en agosto de 2003) como un arma de conciliación con la oposición, o al menos con una parte de ella. Mientras una parte de ésta plantea “echar a Chávez cuanto antes”, otra pretende hacerlo por vías “pacíficas y constitucionales”, es decir por la vía del referéndum que les ofrece Chávez y para el que sólo faltan diez meses (O Estado de Sao Paulo, 29/9). Pero para ganar el referéndum la oposición está obligada a continuar la agitación política contra Chávez, las manifestaciones, las amenazas de huelga general y los “pronunciamientos” de los militares. Es decir, que la vía de la “conciliación” agravaría la crisis política y socavaría las posibilidades de éxito de la conciliación. Sin el fogoneo de una crisis política permanente, el referéndum podría convertirse en un plebiscito a favor de Chávez.


Por otro lado, es manifiesta la división de las fuerzas armadas. Acaba de renunciar, denunciando a Chávez, el jefe del Estado Mayor Conjunto, el segundo jefe en la escala militar venezolana. El Tribunal Supremo de Justicia, que responde a una fracción chavista que se pasó a la oposición, dictaminó que en abril “no hubo intento de golpe de Estado” y absolvió a los cuatro altos jefes militares que encabezaron el levantamiento. Chávez, sin embargo, logró una “reconciliación” con el general Francisco Arias, un ex militar “bolivariano” que rompió con Chávez para encabezar la lista de la oposición en las elecciones del 2000. Chávez le ofreció a Arias la vicepresidencia del Ministerio del Interior y, aunque éste no aceptó por ahora el ofrecimiento, anunció que “apoyará a Chávez asegurando la gobernabilidad hasta el referéndum” (Financial Times, 5/8).


Pero Chávez no sólo busca dar sustento a su gobierno promoviendo la división de la oposición o buscando reforzar su control sobre las fuerzas armadas. También abrió una significativa apertura hacia el gobierno Bush. Chávez “aseguró al presidente Bush que Venezuela será un proveedor confiable de petróleo, en caso de que Estados Unidos ataque a Irak” (O Estado de Sao Paulo, 29/9) y “anunció que se está preparando para firmar un acuerdo de provisión de petróleo a los Estados Unidos de 20 años de duración” (Financial Times, 27/9). En el plano petrolero, hay que agregar que Venezuela cortó su suministro a Cuba, algo que Estados Unidos venía reclamando desde hace tiempo. Además, Chávez “está negociando el permiso – que canceló cuando asumió la presidencia – para que aviones norteamericanos con bases en Ecuador y Colombia sobrevuelen el territorio venezolano en misiones contra el tráfico de drogas. Y ya dio señales de que podrá cerrar sus fronteras a los guerrilleros de las Farc que buscan abrigo y provisiones en Venezuela” (O Estado de Sao Paulo, 29/9).


Todo esto está llevando a que “Estados Unidos se esté distanciando de la oposición (…) En las semanas recientes, fuentes diplomáticas en Caracas aseguraron que se vieron signos de relaciones más cálidas con el gobierno de Chávez” (Financial Times, 27/9). Uno de estos “signos” fue la declaración de la embajada norteamericana señalando su “preocupación por los rumores de planes para recurrir a acciones violentas e inconstitucionales dirigidas a alterar el orden constitucional” (ídem).


Estas maniobras políticas revelan que el bonapartismo de Chávez tiene bases frágiles. A pesar de contar con ingresos petroleros extraordinarios (como combinación de los altos precios internacionales y de una producción por encima de la “cuota” establecida por la Opep), Venezuela sufre una recesión fuerte y duradera: se calcula que el PBI caerá 7% este año. La desocupación crece en flecha, lo mismo que los índices de pobreza popular y las quiebras.


Los ingresos petroleros excepcionales le permiten al gobierno financiar un enorme gasto social; en los últimos meses, sin embargo, el gasto en educación y en salud ha comenzado a caer. La fuga de capitales supera los ingresos petroleros de Venezuela.


“Tenemos un problema de caja fortísimo”, declaró el ministro de Planificación, Felipe Pérez (Tiempos del Mundo, 11/9). Fracasados los intentos de obtener créditos del FMI y del BID, el gobierno está recurriendo al endeudamiento con la banca privada internacional (¡a la fantástica tasa de 16% anual!) y con la banca venezolana. Pero la posibilidad de continuar por este camino está fuertemente condicionada: la deuda del Estado con los bancos venezolanos alcanza al 50% de los activos bancarios, lo que plantea el “temor a una cesación de pagos interna o a una crisis bancaria” (Financial Times, 15/10). La reticencia de los bancos a continuar financiando la deuda pública agrava la crisis política: recientemente Chávez llamó a los “ahorristas bolivarianos” a “retirar sus fondos de los bancos que se niegan a comprar bonos de la deuda pública interna” (El Cronista, 16/9). El gobierno de Chávez se está viendo obligado a financiar, de una manera creciente, el déficit fiscal por la vía explosiva de la devaluación y la inflación. En estas condiciones de aguda crisis financiera del Estado, Venezuela (y su gobierno) son altamente vulnerables.


Chavez no ha sido capaz siquiera de atenuar las acuciantes necesidades de sus explotados.