Chile: El colapso del Transantiago

Movilización popular y crisis política


El fracaso de la reforma del sistema de transporte urbano de Santiago (Transantiago) ha provocado una enorme crisis política en Chile.


 


La presidente Bachelet se ha visto forzada a cambiar de emergencia cuatro ministros, mientras la oposición derechista se encuentra “dividida” y “paralizada” (La Nación, 30/3).


 


El centro de la crisis es que el fracaso de la reforma del transporte público desató una gran movilización popular contra el gobierno socialista. El jueves 29, un paro de choferes del Transantiago coincidió con protestas de los usuarios y una movilización de los universitarios y secundarios en el aniversario del asesinato de dos jóvenes luchadores por la policía pinochetista.


 


El Transantiago convirtió la vida de los trabajadores santiaguinos en un caos. Con la excusa de “descongestionar” el tránsito, se procedió a reemplazar la flota de micros por unidades más grandes y modernas. El reemplazo significó el despido de miles de choferes y personal técnico, la reducción del número de líneas y frecuencias, y la concentración del negocio en unos pocos consorcios. Un consorcio de bancos está encargado de administrar la venta de boletos. En resumen, Bachelet entregó el transporte público al capital financiero. Pero las empresas beneficiarias pusieron en funcionamiento muchos menos micros de los comprometidos y con un funcionamiento reducido (hasta las diez de la noche). Todo el sistema colapsó: los barrios populares y periféricos se quedaron sin transporte; las colas son interminables; se viaja como ganado. En promedio, el tiempo necesario para llegar al empleo o al colegio aumentó en tres horas…


 


El colapso de la reforma “socialista” del transporte público ha sido un “catalizador” de la bronca acumulada por el “otro Chile (…) el de los jóvenes desempleados, el de los ancianos con jubilaciones casi inexistentes, el de los pobres de las áreas rurales y del Gran Santiago, el de las clase media que no puede acceder a una educación completa ni a una salud pública segura” (La Nación, 30/3).


 


La cuestión del transporte pone en evidencia un descontento de orden general. “En plena tensión del Transantiago, los marginados económicos advierten a La Moneda (el palacio presidencial) que llegó la hora de redistribuir la riqueza chilena” (ídem). Ahora, “los políticos reprochan a Bachelet que no es suficientemente izquierdista” (ídem).


 


Todo esto explica las discusiones entabladas entre todas las fuerzas políticas para poner fin a la “binominalidad”, el régimen electoral ideado por Pinochet (y mantenido por los “demócratas”) para dejar al partido comunista fuera del parlamento.


 


El PC ya está actuando como un bombero de la lucha popular con la expectativa de ser “premiado” por esta entregada con su ingreso al parlamento: “Los comunistas han actuado plegándose a la protesta a través de la organización de los usuarios del Transantiago y morigerando la acción de los grupos (…) antisistema” (Clarín, 29/3). Ante la irrupción del “otro Chile”, el PC juega plenamente el papel de contención que no pueden jugar los “socialistas”.