Chile: en vísperas de las elecciones presidenciales y parlamentarias

El próximo domingo 21 tendrán lugar las elecciones que muchxs coinciden en calificar como “históricas” en virtud de que se define quién gobernará el país (y si contará o no con un Congreso afín) luego del estallido de la rebelión popular de octubre de 2019, que puso contra las cuerdas al gobierno de Sebastián Piñera en particular y al régimen continuador de las políticas inauguradas por la dictadura de Pinochet en general. Las encuestas y proyecciones descartan que se imponga en primera vuelta alguno de los siete candidatxs, por lo que el calendario electoral del año se cerraría en la segunda vuelta prevista para el 19 de diciembre.

La carrera hacia La Moneda está atravesada por una crisis política y económica en ascenso. La acusación constitucional contra Piñera aprobada en Diputados y finalmente rechazada por el Senado como era previsible, fue un recurso “extremo” de la oposición cómplice para estabilizar la situación crítica, desviando institucionalmente el malestar popular. Las verdaderas intenciones quedaron al desnudo cuando la Cámara de Diputadxs, luego de aprobar, show mediante, que se inicie el juicio político a Piñera, convalida la prórroga del estado de excepción en el Wallmapu solicitada por este, es decir, amplían sus facultades legales para que siga reprimiendo brutalmente al pueblo mapuche.

La Convención Constituyente, por su parte, sigue bailando la cueca del Frente Amplio y su aliado, el PS, por lo que las únicas “batallas” que libra se dan en el plano de lo simbólico, que, a esta altura, ya no alcanza para engañar a nadie. Las expectativas de que sea una instancia capaz de resolver las demandas del pueblo chileno se han disipado rápidamente. La Convención se desprestigia sola ante los ojos de las y los trabajadores, ya que deliberadamente le ha dado la espalda a sus reivindicaciones.

La segunda vuelta

Los contundentes resultados de las primarias de las coaliciones “Chile podemos más” -ex Chile Vamos- y “Apruebo Dignidad”, que contaron con una importante participación de electorxs, donde se impusieron Sebastián Sichel y Gabriel Boric, respectivamente, planteaban con cierto grado de probabilidad de que serían éstos quienes pasaran a una eventual segunda vuelta. Sin embargo, el tembladeral político que trajo aparejada la crisis migratoria, el escándalo de corrupción del Presidente revelado por los Pandora Papers, el cuarto retiro de las AFP y la crisis económica, producto de la inflación y la devaluación, ha generado incertidumbres al respecto.

La candidatura de Sichel se vio mayormente afectada y su desplome favoreció al ultraderechista Kast. Los partidos del conglomerado oficialista rápidamente migraron su apoyo al nuevo favorecido por las encuestas. Sin embargo, parte de la burguesía mira con recelos al candidato del partido republicano no sólo por las inconsistencias de su programa económico en aquello que los afecta directamente, sino porque nos encontramos aún sumergidos en la crisis abierta por el estallido y la llegada de la derecha ultraconservadora al gobierno, lejos de aportar a un cierre de la misma, es un factor que acelera las contradicciones. Ello explica que en la última semana voceros de sectores significativos del empresariado hayan salido a respaldar abiertamente a Sichel, resaltando las bondades de su programa de gobierno, aunque este respaldo de última hora no se sabe si alcanzará para revitalizar su candidatura y que logre pasar a segunda vuelta.

Nadie pone en duda que el candidato de Apruebo Dignidad (FA/PC) pase a segunda vuelta, aunque, pese a presentarse como el representante de quienes se movilizaron por cambios de fondo, no estamos ante una candidatura que despierte fervor y grandes expectativas en los sectores populares. Por el contrario, entra en la categoría de “mal menor” en el mejor de los casos, sobre todo en caso de que su contrincante en segunda vuelta sea Kast.

Claramente, la coalición “neoconcertacionista” tiene para ofrecer un recurso no despreciable en este escenario que es su capacidad de contención y como prueba de ello puede exhibir como antecedentes recientes el pacto del 15 de noviembre y el acompañamiento a la agenda represiva del gobierno desde el Congreso. Y es lo que dejó en claro Boric en el evento empresarial Enade al brindar todas las garantías de que no iban a sacar los pies del plato en caso de ser gobierno. Por supuesto que esto no es gratis para los intereses de la clase trabajadora, ya que son la moneda de cambio de estos acuerdos.

Aunque difícilmente le alcancen los números para pasar a segunda vuelta, Franco Parisi del Partido de la Gente, puede canalizar el descontento de los sectores “antipolítica” sobre todo luego del desbarranque de la Lista del Pueblo. Se trata de un espacio con un discurso pseudoliberal y contra “los políticos” que no tendrá problemas de principios en negociar el apoyo en la segunda vuelta al mejor postor.

La gran incógnita planteada es el grado de participación que susciten las elecciones del domingo ya que en las que precedieron no superó el 50% del padrón habilitado para votar.

Tenemos una alternativa política independiente

Las elecciones presidenciales y el posterior cambio de mando no cerrarán automáticamente la crisis. Por el contrario, se abre un período donde las contradicciones se van a agudizar producto del agravamiento de la crisis económica y social. En los planes de los sectores políticos patronales, de derecha a “izquierda”, está descargarla en las espaldas del pueblo trabajador.

La lucha para enfrentar estos planes también la debemos dar el próximo domingo en las urnas. Votando en blanco o nulo en la categoría presidencial (donde el Frente por la Unidad de la Clase Trabajadora -FUT- no pudo presentar candidatx por las condiciones proscriptivas que impone la legislación) y por las y los candidatos a senadorxs, diputadxs y cores del FUT, en cuyo programa político se condensan las demandas insignias de la rebelión. De lo que se trata es de reagrupar fuerzas de lxs luchadorxs en una alternativa política estructurada bajo el principio de la independencia de clase, que pretende abrirse paso. Que la votación al FUT sea un primer paso para un agrupamiento capaz de enfrentar las luchas que se vienen, con la perspectiva estratégica de la lucha por un gobierno de las y los trabajadores.

Por nuestros derechos, para que la crisis no la pague la clase trabajadora, en las calles y en las urnas, vamos con el FUT.