China: Convocan a un millón y medio de trabajadores a elegir delegados

Foxconn es la mayor tercerizada del planeta. Instalada en China, emplea 1,4 millónes de trabajadores, distribuidos en 28 centros de trabajo. Es proveedora de material electrónico; básicamente a Apple, de donde derivan del 40 al 45% de sus ingresos. Ha anunciado que prepara la elección de delegados del personal en el conjunto de sus plantas, lo que supone la votación de 18.000 representantes. Según Foxconn, las elecciones serán supervisadas por la Fair Labor Association (FLA), que colabora con la patronal desde hace tiempo.


La primera elección tendría lugar en el complejo de Shenzen, que agrupa 400.000 trabajadores.


¿De qué modo?


El planteo de la patronal ha sido diseñado en común acuerdo con el gobierno y con la burocracia sindical. Tendrá lugar, escalonadamente, a partir de 2014, cuando cesa el mandato de los representantes sindicales de la burocracia. El intervalo será utilizado, con el apoyo de la FLA, para “entrenar” a los trabajadores en el voto. Gu Cheng, un funcionario de la Federación Sindical de Shenzen, advierte que “todo el proceso, desde la elección del candidato hasta la notificación pública del voto final, ha sido claramente regulado en base a las leyes y regulaciones chinas”. Además, “La Federación de Sindicatos de China, una organización estatal, tendrá que dar el visto bueno sobre quienes conducirán el sindicato de la empresa” (Financial Times, 5/2). Un cable de la agencia oficial Xinhua señala que la elección “es más una renovación de mecanismos existentes que una reforma histórica”.


La elección se realizaría cada cinco años. Sin embargo, un trabajador afectado a la producción, en promedio, no se queda más de trece meses en un lugar de trabajo.


Estamos en presencia de una política de Estado dictada por la necesidad de contener la enorme presión obrera para defender sus reivindicaciones.


El proletariado


En 2009, dos poderosas huelgas en la industria siderúrgica revirtieron en forma parcial la privatización de la industria. En 2010, los trabajadores automotrices de Honda (en Foshan, provincia de Guangdom, sobre la costa y en el corazón industrial del país) salieron a la huelga por un aumento de salarios (arrancaron un 35%), enfrentaron a los matones de la burocracia sindical y plantearon la elección de representantes por los trabajadores; la burocracia organizó luego unos comicios fraudulentos y el despido de los activistas. Estas y otras huelgas (en noviembre de 2011 la de Pepsi) inauguraron una nueva etapa en la clase obrera.


Terry Gou, el dueño de Foxconn, luego de la cadena de suicidios que en 2010 sacó a luz la explotación feroz en sus plantas, dispuso un aumento salarial del 30% y un sistema de trabajo que premiaba con el 66% a los trabajadores que cumplieran determinadas condiciones de rendimiento y optaran por permanecer en la empresa. Ante la crisis manifiesta de las “ciudades-empresas” (en el complejo Shenzen el 70% de los trabajadores vive allí), planteó que el Estado chino debía hacerse cargo de los beneficios sociales y de la vivienda de los obreros. Dijo “darse cuenta de que la estructura (de la industria manufacturera en China) tiene que cambiar” (Financial Times, 8/5/10).


Los salarios reales en China, medidos en dólares de 2005, han crecido un 350% en la década 2000/2011, significativamente por encima de cualquier otro país de Asia, según un informe del HSBC. Pero el aumento de los salarios es sólo el dato auxiliar de un escenario de conjunto.


Los gobiernos locales en el sur de China también se han interesado por construir un dique de contención a la rebelión social. “Los progresos han sido lentos. En Ohms Electronics (en Shenzen, el mismo distrito de Foxconn) los trabajadores directamente eligieron sus líderes por primera vez en mayo (2012). La votación puede ser considerada democrática, pero ese es realmente el único ejemplo que conocemos”, según un grupo defensor de los derechos laborales” (Financial Times, 4/2).


En relación con este cuadro de situación, 1,4 millones de trabajadores votando representantes es un gigantesco revulsivo. No tendrán derechos ni fueros sindicales y deberán limitarse a llamar la atención de la patronal por las arbitrariedades cotidianas, pero es la expresión de una agenda de la clase obrera que rebalsa holgadamente esos límites. No desconocen esto ni la patronal ni el Estado, que buscan proceder en forma gradual para cooptar el movimiento obrero que surge. La maniobra recuerda los comités que el zarismo y las patronales autorizaron a partir de 1903, en Rusia, y que se convirtieron luego en el punto de partida de los soviets de 1905. O los planes de reforma del trabajo, en 1916, que comenzó a diseñar la burguesía que conspiraba contra el zarismo. La huelga de Honda, en 2007, dio lugar a un comité de fábrica, encabezado por una delegada de 21 años.


¿Hacia dónde?


Entre las razones que han llevado a Foxconn a tomar esta iniciativa se encuentran los roces, e incluso choques físicos, con los supervisores -en septiembre de 2012 hubo un enfrentamiento en torno de una prueba de calidad. “Los altos salarios pueden no ser la intención. Pero es el resultado posible” (Financial Times, 7/2). Entre los 35 puntos anunciados por el Consejo de Estado, para contener la presión social, está el aumento del salario mínimo hasta un 40% del promedio de los salarios -un objetivo poco ambicioso. El Estado y las patronales esgrimen el anzuelo del salario para imponer un objetivo estratégico, que es el incremento aún mayor de la explotación de la fuerza de trabajo, porque en la medida en que sube en la escala de la tecnología industrial, el capitalismo necesita acelerar la rotación del capital que emplea.


Por eso, el Financial Times puede decir: “los costos laborales no lo son todo”. “Las fábricas chinas son... legendariamente flexibles”  (ídem). Una investigación del New York Times reveló que “pocas semanas antes de la fecha en la que los iPhones debían salir a la venta en 2007, Apple renovó la línea de producción en la fábrica de Foxconn en Shenzhen con el fin de adaptarla a los teléfonos con pantallas de vidrio en lugar de las de plástico. Ese turno de sacrificio habría sido casi imposible en cualquier otro lugar” (FT, ídem). La convicción de los capitalistas de Foxconn (y del propio gobierno chino) es que los trabajadores “no reclaman por lo duro de su trabajo o por la necesidad de cortar horas de la jornada laboral, sino porque no tienen suficientes horas extras”. “Altos salarios o no, China es probable que sea competitiva un tiempo más” (FT, ídem).


Es precisamente de este material de contradicciones que se ha formado un proletariado revolucionario en las naciones sacudidas por cambios históricos de gran porte. La restauración del capitalismo en China suscita necesariamente a su paso revueltas agrarias contra las expropiaciones que sufren los campesinos y el avance de la organización obrera, que en este caso tendrá una escala sin precedentes.