China: la juventud se detuvo en las máquinas


“Un tornillo cayó al suelo / en su negra noche de horas extra. / Cayó vertical y tintineante / pero no atrajo la atención de nadie, / igual que aquella última vez, / en una noche como ésta, / en la que alguien se lanzó al vacío”.


 


Los versos, escritos por el poeta Xu Lizhi en 2013, se corporizaron en él: Xu se quitó la vida el 30 de septiembre de este año al arrojarse por la ventana de su dormitorio en la ciudad de Shenzhen. Tenía 24 años.


 


Su historia es la de muchos: fue uno de las decenas de obreros de Foxconn -la compañía que ensambla en China el iPhone- que se mataron desde 2010 por la explotación feroz en sus plantas.


 


Foxconn es el mayor fabricante global de componentes electrónicos. La firma es la mayor tercerizada del planeta. Instalada en China, emplea 1,4 millones de trabajadores, distribuidos en 28 centros de trabajo (Prensa Obrera, 21/2/13). En Shenzhen son 800 mil.


 


Cuentan que Xu Lizhi escribía poesía en sus ratos libres. Que nació en un pueblo de la sureña provincia de Cantón. Que viajó a la ciudad, para buscar trabajo, como millones de jóvenes de su edad. Que en 2011 consiguió ingresar en Foxconn (EFE, 29/11).


 


Sus versos hablan de la vida en la fábrica. De la explotación en la fábrica. Pero sus líneas también hablan del cielo. De mirar otra vez el mar. De subir una montaña. De querer ser libre. Sus poemas -el sentido de creación- empuñaron ese intento de pronunciar la vida. Su poesía fue la rebelión.


 


La rebelión, en Foxconn, no sólo se expresa en la poesía de jóvenes obreros como Xu. En China, las huelgas han aumentado casi un tercio en el primer trimestre de 2014 respecto al año anterior (ABC, 21/4) pasando por encima de la contención de las burocracias de los sindicatos. En abril de este año, por ejemplo, hubo una gran huelga por aumento salarial contra el fabricante de zapatillas Yu Yuan (tercerizada de Nike, Adidas, Reebook, etc.), en siete de sus diez plantas. En octubre, también lo hicieron los propios trabajadores de la Foxconn (EFE, 10/10).


 


Tras la ola de suicidios de 2010, el dueño de Foxconn dispuso un aumento salarial del 30%, entre otras medidas, que buscaron ser un dique de contención a la enorme presión obrera. Lo mismo sucedió en 2013 con el planteo de esta patronal (junto con el gobierno y las burocracias gremiales) de que se eligieran delegados en el conjunto de las plantas.


 


Pero la explotación siguió. Tras la jornada laboral, Xu Lizhi volvía una y otra vez a su dormitorio de trabajadores (se trata de “ciudades-empresas”). Como aquella vez, en 2013, donde anotó: “Soy como un muerto / que abre lentamente la tapa del ataúd”. La opresión no tiene adjetivos.


 


La noche anterior a quitarse la vida dejó un último poema: “Quiero mirar otra vez el mar, observar la inmensidad de las lágrimas de media vida. / Quiero subir otra montaña, tratar de devolver la llamada al alma que he perdido. / Quiero tocar el cielo, sentir el tono azulado tan ligero. / Pero no puedo hacer nada de esto, así que estoy dejando este mundo”.


 


Se mató a finales de septiembre. No hubo mares. No hubo cielos. No hubo nada. Sólo la muerte y las condiciones de explotación que la aceleraron. El poeta escribió: “La juventud se detuvo en las máquinas, murió antes de tiempo”. A Xu Lizhi lo trepó la muerte pero no el olvido. Un trabajador de Foxconn le dedicó un poema: “Vos morís en mi lugar, y yo sigo escribiendo en el tuyo”.


Tras el suicidio, amigos y compañeros del joven poeta decidieron recopilar sus poemas, traducirlos al inglés y publicarlos en internet, donde en las últimas semanas se han convertido en todo un símbolo para muchos jóvenes obreros emigrantes como Xu (ídem anterior).


En su poesía late el porvenir.