Choques internos en vísperas de la guerra

Significativos representantes del ‘establishment’ político, económico y militar de EE.UU. comienzan a pronunciarse contra un ataque “unilateral” a Irak, y en contra de que el Congreso otorgue a Bush “poderes de guerra” sin objetivos, límites de tiempo ni condiciones políticas precisas.


Al Gore, el ex vicepresidente de Clinton, sostuvo que la guerra contra Saddam debe obtener el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU. Según la prensa, la opinión de Gore es compartida por muchos parlamentarios demócratas y no pocos republicanos. Lo mismo sostienen tres de los cuatro altos generales convocados por el Senado para dar su opinión sobre la eventualidad de una guerra.


Madeleine Allbright, la ex secretaria de Estado de Clinton, fue más lejos. Bush, dijo, “no tiene una opción ganadora en la era post-Saddam”: una prolongada ocupación norteamericana “podría dar nuevas herramientas de organización a los terroristas anti-norteamericanos en todo el mundo”; una rápida retirada, en cambio, “haría caer al país en la guerra civil” (Financial Times, 27/9).


Tom Dashle, jefe de la mayoría demócrata del Senado, acusó a Bush de “partidizar” la guerra contra Irak y ocultar las dificultades económicas que enfrenta Estados Unidos. Refiriéndose a la utilización electoral de la guerra por parte del gobierno, un editoral del The New York Times (27/9) denuncia “la cínica e irresponsable manipulación del presidente”.


La revista Business Week (23/9), que representa los intereses financieros, advierte, en una nota editorial, que “Estados Unidos no puede ir solo, Señor Bush”. Para los editores, “el cambio radical de orientación de la política exterior norteamericana” bajo Bush y su pretensión de “libertad de acción unilateral (…) amenaza los intereses económicos globales de los Estados Unidos”. Mientras la guerra a como sea favorece los intereses de la industria armamentista, afecta a los bancos y a la Bolsa, que se financian en gran medida con fondos provenientes del exterior, de los países árabes, Europa y Japón. Sin la “cooperación con naciones que se están volviendo crecientemente antagónicas con Estados Unidos” (ídem), ¿quién financiará la deuda pública o el déficit del comercio exterior norteamericano?


Las críticas advierten que la política exterior norteamericana puede quedar convertida en un rehén de los intereses de los lobbys petrolero y armamentista, representados por el tándem Bush-Rumsfeld. ¿Dónde están representados los intereses de los bancos, la Bolsa y las grandes finanzas que temen que una guerra, por corta que sea, acelere la caída bursátil y financiera?: en el mismo Business Week (26/8), que critica abiertamente la política económica de Bush, se caracteriza que “su equipo económico está quebrado” y se reclama su renuncia en masa. Está en cuestión el intento de “menemizar” el poder político.


La guerra contra Irak saca a la luz las profundas divisiones de la burguesía norteamericana enfrentada a la crisis mundial.