Colombia vuelve al paro y se consuma la pesadilla de Duque

El paro general y las movilizaciones vuelven a Colombia luego de la masiva jornada del pasado 21 de noviembre, donde el pueblo salió a las calles a reclamar contra la reforma laboral en cartera, los planes de ajuste y la masacre de activistas sociales, entre otras reivindicaciones.


La reciente muerte del joven manifestante Dilan Cruz, días después de que fuera impactado en la cabeza por un proyectil policial durante la represión a las manifestaciones del 21N, ha conmocionado al pueblo colombiano. Con sus 18 años, Dilan se había convertido en un símbolo de las protestas al ser uno de los primeros heridos por la brutal represión desatada por las fuerzas del Esmad (Escuadrón Móvil Antidisturbios), dependiente de la Policía Nacional. De una familia de bajos recursos y en ausencia de sus padres, Dilan corporizó a la juventud colombiana carente de una perspectiva de desarrollo, en el cuadro de una educación de acceso restringido y un régimen laboral juvenil ultraprecarizado y escasa oferta. El día de su muerte debía recibir el diploma de graduación del bachillerato de Bogotá.


Duque se ha referido al “caso de Dilan” como una “situación accidental y dolorosa” (Publimetro, 26/11), buscando desligarse de la absoluta responsabilidad de su gobierno en este asesinato y los de otros dos manifestantes: el Ejecutivo respondió a la movilización popular del 21N con un despliegue represivo en todo el país, en una nueva expresión de su política de hostilidad contra toda manifestación de lucha u organización de los explotados.


Tras aquella movilización, Duque había implementado una “mesa de diálogo” con el Comité Nacional del paro, integrado por varias organizaciones sindicales, estudiantiles y sociales, para intentar descomprimir la tensión social. Pero ante la muerte de Dilan, se suspendieron las negociaciones y se reavivó el conflicto.


Un dato a destacar es que las centrales sindicales se han visto desbordadas por la movilización popular. Tras el paro del 21, el titular de la CGT, Julio Gómez, había declarado: “El paro terminó (…) hoy tiene que volver la normalidad” (Clarín, 23/11).


Duque no sabe qué hacer


Luego de que el gobierno militarizara las principales ciudades de Colombia, allanara locales, cerrara las fronteras y protagonizara una dura represión contra los manifestantes, la contundencia del paro y las movilizaciones lo llevaron a anunciar algunas concesiones menores, buscando salvar con ellas el esquema antipopular que pretende aplicar en el país.


Entre las medidas propuestas se destacan la devolución del IVA para las familias más pobres y la reducción del aporte a la salud que hacen los pensionados con un salario mínimo. El gobierno aspira a introducir estas modificaciones en la reforma tributaria que está discutiendo el Congreso, y que tiene como propósito rescatar la ley de financiamiento volteada por la Corte Constitucional, que implica nuevos beneficios fiscales para los empresarios e inversionistas. En esta línea de favores a los capitalistas, Duque incorporó en las medidas anunciadas incentivos a empresas “que generen empleo para los jóvenes”.


Pero la agenda de los trabajadores, estudiantes y organizaciones sociales e indígenas es mucho más amplia y profunda. Reclaman que el gobierno retire el proyecto de reforma tributaria y desista de sus proyectos de reforma laboral y jubilatoria; que no se privaticen las empresas públicas;  que se cumplan los compromisos del gobierno de Juan Manuel Santos con estudiantes, indígenas y docentes. Un punto particular es la exigencia de que se desmantele el Esmad: fuerzas especiales, empleadas en la lucha contra las guerrillas, que desde su creación en 1999 ya acumulan 18 muertes a civiles, sólo en Bogotá, que se suman a las fechorías acometidas en la zona de Cauca, donde se concentra la mayoría de sus intervenciones.


La mesa de diálogo de Duque está atravesada por intereses sociales contradictorios. No es casual entonces que las negociaciones volaran por los aires y que vuelva a recrudecer la lucha de clases en Colombia.


El temor de Duque de que el despertar de los pueblos latinoamericanos se extienda a Colombia parece justificado. Con el 21N ha quedado expuesta la herida de una sociedad que acumula una profunda desigualdad social, crecimiento del desempleo, ataques a las comunidades indígenas y fuertes barreras para la juventud.


La masividad de las protestas y el carácter de las reivindicaciones presentes demandan que el pueblo colombiano se organice para ir a fondo y derrotar a Duque, el imperialismo y los ajustadores. Se plantea la necesidad de asambleas populares y de la huelga general, para imponer una salida propia.