Internacionales
26/9/1990|314
Como Bush y Gorbachov "prepararon" la guerra del Golfo
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Bush ha utilizado el argumento de la “agresión” iraquí para justificar el masivo despliegue norteamericano y de la OTAN en el Golfo Pérsico. Ahora han surgido evidencias que demuestran que el gobierno de Estados Unidos instigó virtualmente la invasión iraquí a Kuwait, con la intención de aprovechar en gran escala la crisis internacional que resultaría de ese acontecimiento.
Los iraquíes acaban de dar a conocer la grabación de un diálogo que mantuvieron Saddam y la embajadora norteamericana en Bagdad, April Glaspie, una semana antes de la invasión, que fue alevosamente escamoteado por Washington. El diálogo “no fue desmentido por el Departamento de Estado” (Washington Post, 14/9), en tanto que “la embajadora corroboró sus declaraciones a The New York Times” (Clarín, 20/9). En las actas se puede ver que la embajadora respondió con un “no tenemos opinión para conflictos entre naciones árabes como en vuestro desacuerdo fronterizo con Kuwait (id.), a la amenaza de Saddam Hussein de que “Bagdad llevaría a cabo cualquier acción que juzgara necesaria para frenar a Kuwait. James Baker ha dado instrucciones para que enfatice esta posición” insistió la embajadora, que también dijo “(tener) instrucciones directas del presidente para mejorar nuestras relaciones con Irak”. La conclusión del Washington Post es que esta conducta “sólo puede haber animado al dictador a concluir que podía invadir y anexar Kuwait sin enfrentar una respuesta norteamericana” (14/9). “Diplomática de carrera, la embajadora hizo hincapié en que ella respondía según estrictas instrucciones de Washington” (Clarín, id.)
“Obviamente no pensé —nadie más lo hizo— que Irak invadiría todo el territorio de Kuwait”, señaló la embajadora Glaspie al New York Times. “La palabra importante es todo' — indica una columnista del diario neoyorquino. No hubo señales de que alguien más objetara (los reclamos de Saddam), incluyendo a los Estados Unidos. Este es el significado de las palabras de la embajadora cuando dijo que nadie esperaba que Saddam se apoderara de 'todo', salvo las partes que el jefe iraquí ya reclamaba (el acceso iraquí al Golfo y la transferencia de los pozos fronterizos a Irak)” (La Nación, 24/9).
“Estas declaraciones —según el Financial Times— implican que la administración Bush estaba dispuesta a tolerar la invasión de alguna zona kuwaití” (Clarín, 20/9).
Pero hubo otros “guiños” semejantes hacia Saddam, tanto o más significativos. “La misma semana (de la reunión Saddam-Glaspie) —recuerda el periodista del Washington Post— la vocera del Departamento de Estado y el Secretario de asuntos del Medio Oriente, John Kelly, afirmaron públicamente que Estados Unidos no estaban obligados a ayudar a Kuwait si el emirato fuese atacado”. Esto ocurría “cuando ya la CIA había detectado que el presidente Saddam Hussein tenía intenciones de invadir Kuwait" (Clarín, 20/9).
Otro periodista, esta vez en el Wall Street Journal (6/9), destacó que tanto el Financial Times como la BBC reprodujeron ampliamente las declaraciones efectuadas por Kelly el 31 de julio ante la comisión del Congreso encargada del Medio Oriente, donde dijo “que Estados Unidos no tiene ningún tratado defensivo con Kuwait ni con ninguno de sus vecinos”. También este periodista llega a la natural conclusión de que “en esas decisivas horas finales éste fue seguramente el signo decisivo para Saddam de que Estados Unidos no haría nada”.
El columnista del WSJ señala asimismo que el Financial Times de Londres publicó las minutas de las reuniones de gabinete kuwaitíes en las cuales el ataque iraquí era considerado poco menos que inevitable. La certeza que Kuwait tenía del ataque iraquí era tan grande que “desde mayo, operadores en los mercados asiáticos comenzaron a notar sustanciales operaciones de la inversora que maneja los 100 mil millones de dólares de la cartera kuwaití. A fines de julio, Kuwait liquidó sus tenencias en los mercados asiáticos, con toda la rapidez y prudencia posibles, teniendo en cuenta que una venta masiva podría producir un colapso de esos mercados, dadas la vastas tenencias kuwaitíes” (WSJ, id.). Más tarde, la invasión iraquí desplomaría los valores de esas Bolsas y colocaría a numerosos bancos de esa región en la quiebra, en tanto que el emir de Kuwait se abastecía de una enorme liquidez que hoy utiliza para financiar la guerra contra Irak. La familia reinante en Kuwait es dueña de grandes reservas de petróleo en Europa y posee acciones en la industria de armamentos de los países imperialistas.
Irak fue inducido a creer que una invasión a Kuwait contaría con el mismo apoyo o “neutralidad” que contó su ataque a Irán en 1980. Esta es la verdad de la historia.
Antecedentes
No es la primera vez que la propaganda de las grandes potencias presenta sus acciones militares como un acto de “legítima defensa”.
El periodista antes citado del Washington Post compara las declaraciones de Kelly con las que realizara, en 1950, el entonces secretario norteamericano, Dean Acherson, en vísperas de la invasión de Corea del Sur por el Norte, cuando señaló que los Estados Unidos no tenían un compromiso de defensa de Corea del Sur.
La invocación de agresiones ajenas para justificar las propias es, a veces, una pura falsificación, como cuando Estados Unidos inventó un inexistente "incidente del Golfo de Tonkín”, en 1964, para justificar el bombardeo de Vietnam del Norte.
Todo esto vale también para Malvinas, como en su momento lo denunciara el periódico Política Obrera. Durante todo el mes de marzo de 1982, el “informador" Iglesias Rouco estuvo informando desde la primera página de La Prensa acerca de la inminencia de la ocupación militar argentina, en base a frondosas “comunicaciones" que le mandaban los "servicios” argentinos pero particularmente los norteamericanos. La Thatcher supo siempre lo que se venía, como también supo siempre cuál sería su reacción. Seis meses antes de que estallara la crisis de la deuda externa (México cesa los pagos en octubre de ese año), la crisis militar del Atlántico Sur le serviría al imperialismo mundial para enfrentar el colapso económico y político que la cuestión de la deuda crearía en todo América del Sur.
De la lectura de las actas taquigráficas de las conversaciones entre la embajadora norteamericana en Bagdad con Saddam Hussein, así como de las declaraciones del subsecretario Kelly ante la Cámara de Representantes, surge que Estados Unidos habría estado apoyando con anterioridad al conflicto militar la posición iraquí en favor de un aumento del precio internacional del petróleo, como asimismo la entrega a Irak de algunos yacimientos fronterizos y de un punto de salida al Golfo Pérsico Estas evidencias ponen de relieve que Bush encontró en la ocupación irakí de Kuwait —que él no impidió, y que hasta alentó— la ocasión para imponer una “salida de fuerza” a la crisis que desgarra al capital mundial contra los pueblos árabes, las naciones semicoloniales, las restantes potencias imperialistas y contra los propios trabajadores norteamericanos. “El Pentágono -informa el Wall Street Journal, 20/9— planea tener una presencia permanente en el Golfo Pérsico después de resuelta la actual crisis”.
Convertidos en guardianes del Golfo —y del crudo que circula por él— los yankis podrán dictar sus condiciones políticas y económicas al Japón y a Europa, que son fuertes importadores de petróleo y enemigos comerciales y financieros de los Estados Unidos. Esto permite pensar que en toda esta crisis Bush persigue una política de encarecimiento del petróleo —algo que ya están exigiendo los pulpos energéticos— para tomar por el cuello a Japón y a Europa.
El reforzamiento político y militar del imperialismo yanki le permitiría a Bush proceder a un “salvataje ordenado” del capital estadounidense en quiebra (crisis bancarias y bursátiles, recesión, crisis de la deuda externa, déficit fiscal y comercial) contra los imperialismos rivales, contra los pueblos semicoloniales y contra los trabajadores norteamericanos.
Lo que Bush ha puesto en juego — según The Economist— es “si América es capaz fe conducir el mundo”.
¿Y los rusos?
¿Conocía Gorbachov la inminencia de un ataque iraquí? La pregunta es pertinente dada la presencia masiva de militares e ingenieros de la Unión Soviética en Irak. “Según un informe de la inteligencia norteamericana hubiera sido imposible para Saddam lanzar el ataque sin el previo conocimiento, dice uno de los editores del Wall Street Journal, sea de sus asesores militares soviéticos cuyo número supera los 1 000, o de la KGB, que tiene una esparcida presencia en Irak" (10/9). El órgano del capital financiero yanqui no se atreve a dar una respuesta, lo que es comprensible si se tienen en cuenta sus simpatías por el dúo Gorbachov-Yeltsin. Pero la respuesta no puede ser otra que un rotundo “SI”. También en 1950, el embajador soviético en la ONU, A. Malik, se “olvidó” de hacerse presente en la sesión del Consejo de Seguridad que votó el envío de una fuerza militar internacional a Corea, en una ausencia que le ahorró interponer el veto ruso. En 1950, a pesar de las apariencias, Stalin y Truman tenían en común el deseo de “contener” a la flamante revolución china.
La conclusión irrefutable de todo esto es que el imperialismo mundial (en especial los norteamericanos) y la burocracia rusa han fabricado la crisis del Golfo para soldar un acuerdo político mundial entre los principales Estados opresores que les permita enfrentar a lo que se perfila cada vez más como una situación revolucionaria generalizada como el mundo no ha conocido con anterioridad. Estos hechos ponen de relieve también la completa falta de independencia política de los gobiernos nacionalistas, que aun cuando creen estar actuando en defensa de intereses propios no son más que marionetas del imperialismo mundial.
Pero precisadas todas estas circunstancias, queda mucho más claro todavía, lo que ha sido nuestra política en esta crisis: del lado de la oprimida nación iraquí y de los pueblos árabes contra el imperialismo mundial y la burocracia rusa, criticando la política y los límites del nacionalismo iraquí y planteando que la superación revolucionaria de este enfrentamiento pasa por la movilización del proletariado mundial — y del norteamericano y soviético en particular— contra el imperialismo y contra la burocracia.