Cómo se gestó la Marcha de la Dignidad

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El 22 de marzo se concentró en Madrid una movilización nacional que congregó a varios cientos de miles de manifestantes. Las marchas y la concentración, con las consignas de Pan, Trabajo y Techo, fue lanzada, según su Manifiesto, como “una movilización contra el pago de la deuda, por el empleo digno (…) Que se vaya el gobierno del PP y, también, todos los gobiernos que recortan derechos sociales básicos, todos los gobiernos que colaboran con las políticas de la Troika”.

La iniciativa inicial fue del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) que congregó a dos centenares de organizaciones sociales, y sumó al resto de los sindicatos independientes de las burocracias de Comisiones Obreras y de UGT. La movilización reflejó al conjunto de las organizaciones que libran la lucha contra el gobierno y su ofensiva, más allá de sus limitaciones programáticas. Sin embargo, existe un elemento decisivo en todo este proceso y que ha abonado esta colosal movilización con independencia de las diferencias entre las corrientes participantes: es el viraje que se registra entre los trabajadores españoles que han obtenido algunas victorias decisivas contra la ofensiva de las patronales y el gobierno.

La paralización del proceso de privatización de la sanidad pública en Madrid por la lucha de masas de trabajadores, pacientes y vecinos es una de ellas y ha tenido una repercusión nacional. El movimiento, denominado Marea Blanca, ha reforzado el ánimo de lucha en defensa de la educación pública, en contra de los recortes presupuestarios y por mayor presupuesto para la investigación científica. La Marea Blanca fue reforzada por otras luchas sindicales victoriosas en Madrid contra privatizaciones parciales, como los servicios de lavandería de los hospitales. La situación actual es de resistencia exitosa en muchos sectores, como lo demuestra la resistencia a los planes de despido de Coca-Cola y Panrico.

Este es el motor más profundo de las Marchas de la Dignidad y su capacidad de convocatoria. Las grandes organizaciones sindicales han evitado centralizar las luchas, mientras que, por el contrario, se reúnen con la ministra de Trabajo y el presidente de la patronal a la espera de concesiones que los saquen del descrédito. Mientras se opera este viraje en el ánimo de los trabajadores, todo el arco político parlamentario se ha colgado del cadáver de Adolfo Suárez, al que califican de artífice de la transición, muerto el mismo 22 de marzo. El funeral de estado de Suárez ha sido un intento por parte de los partidos parlamentarios de recuperar el respeto de la población trabajadora.

Hoy, como en la transición, si el gobierno sigue en pie es porque los trabajadores carecen de una dirección de combate reconocida a nivel nacional. Es decir por la capitulación de las burocracias obreras. Este hecho convierte a la lucha contra las burocracias obreras y por la centralización de la lucha de los trabajadores en un objetivo decisivo. Es materia de debate la convocatoria a una Conferencia Nacional de la Izquierda para debatir un programa de combate por la inmediata salida del euro y de la UE, por la defensa de la sanidad y educación públicas, por el no pago de la deuda y su moratoria unilateral, por la expropiación de la banca y la puesta en marcha por los trabajadores de empresas e industrias que cierren, por el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de las nacionalidades del Estado español, por un gobierno de los trabajadores.

Vea también: “Una sublevación recorre al estado español. La Marcha de la Dignidad” (PO Nº 1.307).

Carlos S. Hortaleza