Internacionales
14/11/1995|473
Complot de los ‘servicios’ y del ejército
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Cada día son más numerosas las evidencias de que una fracción de las fuerzas armadas y de seguridad interna y de la jerarquía religiosa sionistas —es decir, una fracción de “las instituciones más fundamentales del Estado judío” (Clarín, 13/11)— jugó un papel decisivo en el complot derechista en el que fuera asesinado Rabin.
Al menos dos rabinos autorizaron el atentado. El arma utilizada por el asesino fue suministrada por un sargento de una unidad de elite del ejército sionista. El mismo orígen —los depósitos militares— tiene el muy surtido arsenal que la policía encontró en la casa del asesino de Rabin.
También se supo que el servicio secreto interior –Shin Bet– había recibido por anticipado una pormenorizada denuncia sobre las intenciones de Yigal Amir de asesinar a Rabin (Clarín, 13/11). El Shin Bet “no prestó atención” a la denuncia … a pesar de la amplia campaña derechista contra los ‘acuerdos’ y del reconocimiento —previo al asesinato— del jefe del servicio de inteligencia ante periodistas amigos de que “algo podría pasar” (Página/12, 12/11). Según la prensa, la investigación “quedó en la nada”…
Todo esto explica “los rumores que corren en Israel de que los asesinos podrían haber visto facilitado el atentado por algún tipo de complicidad del Shin Bet” (Le Monde, reproducido por Clarín, 11/11).
La participación de un sector del aparato de inteligencia y militar en el complot contra Rabin habla a las claras de una fractura de fondo del estado sionista respecto a los ‘acuerdos’ con la OLP. Pero tampoco hay que olvidar que la derecha del partido republicano de los EE.UU. es el principal proveedor de fondos de los colonos asentados en la tierras ocupadas de Cisjordania. Todo esto permite caracterizar al asesinato como una expresión de las tendencias golpistas que existen en Israel y en los círculos imperialistas.
El peligro de una dislocación del Estado explica el empeño puesto en continuar con ‘la política de paz’ de parte de Clinton, así como las declaraciones pacifistas del gobierno sirio.
Los ‘acuerdos’ diseñados por la diplomacia norteamericana siguen siendo la línea política maestra, sin que la derecha sionista haya logrado presentar un programa alternativo.
El programa alternativo, que la derecha no se anima a enunciar abiertamente, es negociar la tutela de los territorios ocupados con Jordania en lugar de hacerlo con la OLP. La monarquía hachemita sustituiría a la ‘Autoridad Palestina’ en la función de gendarme controlado por Israel. Incluso en el marco del proceso actual, Arafat y Hussein están discutiendo la posibilidad de una Confederación Jordano-Palestina, estructura que podría debutar como tal, limitadamente, cuando se resuelva el destino de los barrios árabes de Jerusalén.
La sustitución de la OLP por Jordania, al menos en forma parcial, depende de la evolución que tenga la crisis interna del Estado sionista, de las posibilidades de un ‘acuerdo de paz’ con Siria y de la crisis interna en los territorios ocupados, la que ha tomado un nuevo curso con la decisión reciente del opositor Hamas de presentarse a las primeras elecciones que convocará la “Autoridad Palestina”.
Sin embargo, los ‘acuerdos’ aún deben resolver el status definitivo de Jerusalén, el destino de los ‘asentamientos’ sionistas en la Cisjordania y el status definitivo de los territorios ‘autónomos’.
Como el hilo se corta por lo más delgado, la consecuencia más probable de la presente crisis es una ‘reformulación’ de los ‘acuerdos’, que haría más explícita la subordinación política, militar, económica y diplomática de la ‘Autoridad Nacional Palestina’ al Estado sionista. La dirección de la OLP se verá compelida a aceptar el ‘chantaje’ en nombre de ‘frenar a la derecha’ y ‘salvar los acuerdos’.
Para imponer la política de paz, el imperialismo está obligado a chantajear a cada rato con el peligro de una guerra civil, sea palestina, sea en el campo sionista.