Conmoción en Europa

Después de una década de continuas “reestructuraciones”, “ajustes” y “fusiones”, la producción siderúrgica europea es más “excedentaria” que nunca. La sobreproducción mundial de aceros ha convertido en “sobrantes” a la inmensa mayoría de los pulpos europeos, sin importar que sean estatales o “privados”. La Comunidad Económica Europea ha elaborado un nuevo “plan siderúrgico” para reducir, otra vez, la capacidad productiva, pero la pretensión de liquidar “ordenadamente” las fuerzas productivas instaladas es una ilusión: el violento ataque a la ocupación y a las conquistas obreras que implica el “plan siderúrgico europeo” plantea una conmoción y una lucha obrera de dimensiones continentales.


En Alemania, donde está “planificado” el despido de más de 40.000 metalúrgicos, las patronales han lanzado una violenta ofensiva contra las condiciones de trabajo de los obreros del oeste. En una verdadera provocación, la cámara patronal del metal ha roto unilateralmente el contrato vigente sobre salarios y vacaciones. Se trata de una “declaración de guerra” que retrata la política de la burguesía alemana: “Todos los empresarios imitan a José Ignacio López” (Times, 16/9), un ex gerente de la GM, famoso por sus violentos métodos antiobreros, recientemente contratado por la VW alemana. Como ya lo ha hecho en el Este, la burguesía pretende quebrar la tradición de los convenios por industria para imponer lo que “The Economist” (2/10) denomina “contratos ‘cafetería-style’, con distintas opciones para que los gerentes y los trabajadores puedan elegir. Los contratos  por rama sólo fijarían los salarios mínimos (pero no los de todas las empresas de una rama)”. Que se pretenda aplicar a una de las industrias más concentradas del planeta un régimen de contratos propio de las “cafeterías” revela la envergadura del ataque. Esto explica que las patronales se hayan negado a fijar fecha de inicio de las negociaciones de un nuevo contrato —en reemplazo del que rompieron unilateralmente— y que hayan rechazado de plano el reclamo de la IG Metall, el sindicato obrero,  de un aumento salarial del 6% para 1994.


El reclamo sindical, según “The Economist” (2/10), sólo pretende “salvar la cara” de los burócratas. Por eso, distintos medios afirman que la burocracia metalúrgica alemana consentiría en “archivar” el reclamo salarial a cambio de “garantías” del empleo. ¿Pero qué “garantías” pueden pedirse cuando la industria siderúrgica se hunde en toda Europa y, particularmente, en Alemania?


En Italia, se anunció el despido de 12.000 trabajadores de la estatal Ilva, como paso previo a su descuartizamiento y posterior privatización. El grueso de los despidos se produciría en la planta de Taranto, la mayor de toda Europa, enclavada en el sur del país. Los despidos en Ilva pueden tornar aún más explosiva la situación en el sur de Italia: allí la tasa de desocupación duplica la media nacional y se han librado violentas huelgas, con ocupaciones de plantas, contra los despidos.


En España, el “plan comunitario” prevé  el cierre, en 1995, de las plantas ubicadas en el país vasco y el posible cierre de otras más en el resto del país ... si no se consiguen inversores. Esto, en un país donde la desocupación trepa al 20% y donde el anunciado cierre de la Seat (ver aparte) plantea un agravamiento aún mayor del desempleo. Sin embargo, Alemania, la “voz cantante” de la CEE ha rechazado el “capítulo español” del “plan comunitario” por “moderado y poco significativo”. Los alemanes le reclaman a Felipe González más despidos y en un plazo perentorio.


La crisis siderúrgica plantea una lucha obrera de escala continental.