Internacionales
30/5/2023
Contra la guerra imperialista y su barbarie genocida
Declaración del Partido Obrero y el SEP de Turquía.
La guerra en Ucrania se intensifica
¡Proletarios del mundo uníos!
CONTRA LA GUERRA IMPERIALISTA Y SU BARBARIE GENOCIDA
CONTRA LA BANCARROTA CAPITALISTA Y SUS ATAQUES A LOS TRABAJADORES
Por gobiernos de los trabajadores y el socialismo
Por la construcción de partidos obreros revolucionarios y una Internacional socialista revolucionaria
A más de un año del inicio de la guerra en Ucrania, cada día se hace más claro para las masas trabajadoras del mundo, que se trata de una guerra interimperialista entre la Otan y Rusia. Que estamos frente a una masacre que están pagando con su vida, sangre y sacrificios tanto los explotados de Ucrania como los de Rusia y cuyas consecuencias se están haciendo sentir sobre los pueblos de todo el planeta.
Encabezada por el imperialismo yanqui, la Otan trata de presentarse como defensora de una justa lucha por la independencia nacional y la democracia contra la autocracia y las tiranías autoritarias. Los explotadores de las masas del mundo, los masacradores de pueblos (Afganistán, Siria, Irak, Libia, etc.), los invasores opresores de naciones, los sostenedores de dictadores sangrientos y reaccionarios defensores del capital: ¿son el paladín de la democracia y de la autodeterminación nacional?
En la guerra en curso, no hay una auténtica causa nacional y menos aún una defensa de la democracia y de los derechos humanos. El pueblo ucraniano es usado como carne de cañón por el imperialismo mundial para atacar a Rusia. Se trata de un plan preparado desde hace largos años en los que se fue expandiendo la Otan en Europa del Este para ejecutar esta agresión y que responde a un objetivo estratégico de someter a Rusia, y por elevación a China, y avanzar en la colonización de las ex economías estatizadas.
Putin tampoco es un luchador contra el fascismo. Su invasión de Ucrania ha sido para expandir la influencia y dominio de la oligarquía burguesa creada con la restauración capitalista en la ex URSS. El Kremlin y el ejército ruso no constituyen una fuerza liberadora ni encarnan la lucha de los pueblos contra el imperialismo. La política exterior de Rusia es la prolongación de su política interna que se caracteriza por una creciente desigualdad y un incremento de los antagonismos sociales y el afianzamiento de un Estado policial y un régimen de opresión sobre las masas rusas y sobre el conjunto de naciones que permanecen bajo la órbita de Moscú.
Los trabajadores del mundo no podemos apoyar ni a uno, ni a otro bando. Es necesario frenar el curso de la guerra que amenaza con extenderse y hasta presenta el peligro de una evolución hacia una guerra atómica y mundial. No estamos frente a una simple réplica de los conflictos anteriores sino que asistimos a una confrontación entre actores principales del escenario político internacional y que se desarrolla en el viejo continente, o sea, en el propio corazón del sistema capitalista. No estamos frente a una guerra de procuración sino a un involucramiento directo de la Otan. Zelensky es simplemente un brazo de la entente militar bajo la batuta del imperialismo.
Llamamos a los trabajadores y explotados de Ucrania y de Rusia a terminar con la guerra destituyendo a sus gobiernos de ambos lados y promover una confraternización entre los pueblos, en todos los planos y también entre las tropas de las dos naciones.
En todo el mundo, la izquierda que se reclama revolucionaria debe levantar la histórica consigna de “Guerra a la Guerra”. Ningún apoyo al accionar imperialista. Levantar todos los boicots y sanciones económicas que perjudican las condiciones de vida de los pueblos agredidos y de toda la humanidad a favor de las ganancias de los pulpos capitalistas. Movilizarse contra su propia clase dominante. Oponerse activamente al envío de armas y soldados. Abajo los presupuestos de guerra y el desarrollo de la industria armamentista y el rearme de los gobiernos burgueses e imperialistas. Transcurrido ya más de un año, está a la vista que el pacifismo tiene límites insalvables. No es una salida delegar la solución del conflicto en quienes lo fogonean y lo promueven. No sólo se trata de un callejón sin salida sino de una política criminal, en momentos que vemos que las fuerzas que están detrás de ambos bandos están empeñadas en profundizar la guerra, lo cual augura un agravamiento y prolongación de las hostilidades y, por lo tanto, un mayor baño de sangre. Advertimos, asimismo, que una paz entre las fuerzas responsables de la guerra sólo será un compromiso precario que será el preludio de nuevas confrontaciones aún más feroces. Son aleccionadores los acuerdos de Minsk celebrados en 2014 y 2015 que han sido impotentes para frenar el estallido actual.
Es necesario transformar la tendencia a la guerra mundial en un camino a la rebelión y la revolución socialista. Para terminar con la pesadilla de la guerra, hay que acabar con los gobiernos que la promueven.
La guerra es inseparable de la crisis capitalista mundial que está llevando a nuevas bancarrotas bancarias y la continuidad de la crisis desatada en el 2008. Los bancos centrales de cada burguesía han ido al rescate del capital en crisis y amenaza de quiebra -inyectando ingentes sumas dinerarias- pero no han logrado superar la anemia prevaleciente en la economía mundial. Pasados 15 años de la crisis financiera de 2008, estamos frente a un escenario explosivo de recesión con inflación, donde asoma el fantasma del default no sólo de los bancos, sino de las empresas y de los propios Estados. Es decir, una crisis de conjunto de la economía mundial, lo cual nos habla de una crisis de fondo, una crisis sistémica. Esto ha ido de la mano de mayores sufrimientos sociales de las masas trabajadoras: con más carestía e inflación, desarrollo de la desocupación, trabajo en negro y precario, crecimiento de la explotación del trabajador (extensión de las jornadas de trabajo, “flexibilización” laboral, etc.).
El capitalismo pretende sobrevivir descargando la crisis de su régimen económico y de dominación sobre las masas trabajadoras, con una mayor explotación y arrasando conquistas históricas, lo cual está provocando el desarrollo de una creciente resistencia y movilización de los trabajadores de las metrópolis y los pueblos de los países semicoloniales. En Francia, por ejemplo, se desarrollan huelgas y manifestaciones políticas de masas contra los intentos del gobierno de Macron de aumentar la edad para el retiro jubilatorio de 62 a 64 años. En todo el mundo estamos enfrentando los intentos capitalistas de cambiar los sistemas jubilatorios, transformando a las pensiones, de un salario diferido, en subsidios de miseria. Los trabajadores de Francia han retomado los métodos de la acción directa de la lucha de clases, de las huelgas y manifestaciones de masas. Para triunfar debieran avanzar hacia la huelga general, lo que plantearía en forma abierta la caída del gobierno de Macron y la lucha por un gobierno de trabajadores. Por eso, la burocracia sindical de las centrales francesas bloquean y se resisten a desarrollar a fondo la energía de lucha revolucionaria de la clase obrera y los explotados franceses, buscando un camino de conciliación de clases, un acuerdo en términos de procedimientos parlamentarios y supervivencia del Estado burgués.
La movilización obrera y popular no es un fenómeno estrictamente francés: se está desarrollando en las poderosas olas huelguísticas de Gran Bretaña y Alemania, en el despertar sindical dentro de los propios Estados Unidos, en el desarrollo de rebeliones populares en América Latina, Asia y Africa.
Para llevar a la victoria a la clase obrera en sus luchas reivindicativas y abrir paso a situaciones revolucionarias que pongan sobre el tapete la toma del poder por los trabajadores, es necesario impulsar la recuperación de las organizaciones sindicales y de masas echando a las burocracias proburguesas que hacen fe de su vocación de integración con los Estados burgueses. Es necesario imponer la más plena independencia política y organizativa de los trabajadores y sus organizaciones respecto al Estado burgués, las patronales y sus partidos, e impulsar las luchas que se van librando, apuntando a transformarlas en una lucha de conjunto contra el régimen capitalista.
Para ello, es fundamental la constitución de partidos obreros independientes de la burguesía, socialistas y revolucionarios, que tengan como norte estratégico la lucha por terminar con los Estados burgueses explotadores y guerreristas e imponer gobiernos de trabajadores en cada país. Esto solo se podrá lograr a través de los métodos de la acción directa y revolucionaria. Se trata de constituir partidos de combate basados en el centralismo democrático, partidarios de desarrollar la lucha de clases hasta la derrota y destitución de la clase de los explotadores capitalistas. Es necesario escaparle al carácter puramente declamatorio de las organizaciones que creen que alumbran la revolución solamente con pronósticos y análisis, del mismo modo que es necesario evitar la disolución de los planteos de clase en formaciones identitarias o indefinidas.
La catástrofe capitalista debe ser enfrentada por una férrea militancia obrera, socialista y revolucionaria. Esto es incompatible con los llamados “partidos amplios”, así como el movimientismo, en los que las fronteras de clases están difusas y en los que prevalecen una política de colaboración de clases y tendencias democratizantes y parlamentarias. El papel de la izquierda queda reducido a actuar como grupo de presión, adaptado al orden social vigente, confinado a participar de procesos eleccionarios y a tratar de progresar dentro de los regímenes parlamentarios y de la democracia burguesa.
Los socialistas revolucionarios luchamos en todos los terrenos, incluso el electoral, para desarrollar una total delimitación de las corrientes políticas burguesas y pequeñoburguesas. En esto, es necesario incluir a los gobiernos y direcciones nacionalistas burguesas de los países atrasados, que pretenden asumir la representación de la totalidad de las masas de las naciones explotadas, pero que lo hacen para defender los intereses de burguesía explotadora nacional. Y terminan por capitular y asociarse nuevamente al imperialismo para oponerse al movimiento revolucionario de las masas obreras y explotadas.
Con la bandera de la “democracia”, el imperialismo desarrolla su reaccionaria, explotadora y guerrerista intervención. Estamos hablando de una forma del Estado capitalista explotador -de la democracia burguesa- que intenta ocultar su carácter de órgano de dominación de los explotadores detrás de fraseologías vacías, mientras ejecuta los planes de dominación del gran capital. Planteamos superar los planteos conciliadores de las corrientes oportunistas, nacionalistas burguesas y frente populistas que buscan políticas de conciliación de clases con sus clases dominantes. Estos frentes populares terminan limitando el accionar independiente de las masas y estrangulando sus luchas. El enfrentamiento y la derrota de la derecha y del fascismo que han venido creciendo en el último período -signo de la descomposición de la democracia burguesa- no se dará de la mano del apoyo y la alianza con las burguesías nacionalistas y que se reclaman democráticas. La impotencia de estas y su alineación con las políticas fondomonetaristas de ajuste contra los trabajadores y pueblos es lo que ha permitido aquel desarrollo y ha facilitado su acceso al gobierno. El freno y derrota de la derecha y el fascismo va a venir de la mano de una movilización obrera que se proponga arrastrar detrás de sí al conjunto de los sectores explotados.
Declaramos la necesidad de impulsar políticas de frente único para desarrollar la lucha contra el capital. Pasos adelante de la movilización internacionalista de las masas son fundamentales para abrir un nuevo rumbo para los trabajadores. Los obreros belgas de la Total, monopolio petrolero francés, se han negado a permitir la exportación de naftas de sus refinerías en Bélgica hacia Francia, impidiendo el carnereaje contra las huelgas de los obreros petroleros franceses. Retoman las mejores tradiciones revolucionarias internacionalistas, las que se instituyeron con la formación de la Primera Internacional, hace casi 160 años -en 1864- contra el eventual reemplazo por obreros continentales en las huelgas del proletariado británico. Más que nunca es necesario impulsar toda iniciativa de organización y movilización internacional de las masas contra la guerra imperialista y los estragos que descarga la crisis capitalista contra los obreros y pueblos explotados del mundo. Somos partidarios de la reconstitución de una Internacional socialista revolucionaria, que a la luz de la experiencia histórica no puede sino ser la continuación de la IV Internacional refundada.
Los abajo firmantes -Partido Socialista de los Trabajadores (SEP de Turquía) y el Partido Obrero (PO de Argentina), convocamos a discutir este llamamiento a los partidos de izquierda y la militancia socialista y revolucionaria de todo el mundo.