Coronavirus: horizonte negro para América Latina

Organicemos la respuesta de los trabajadores

En un artículo de opinión publicado en el New York Times, del 19/3, escrito por el director del Instituto de Estudios de Políticas para Salud (IEPS) de Brasil, Miguel Lago, se señala que América Latina podría convertirse en “la mayor víctima del coronavirus”.  Afirma que el impacto podría ser peor que en Europa, donde ya se han registrado más de 10 mil muertes y 150 mil infectados. 


El articulista apoya su pronóstico en un informe realizado por el IEPS, que pinta un cuadro de profundo desfinanciamiento de los sistemas sanitarios de los países latinoamericanos. Compara, por ejemplo, que mientras México destina el 3 por ciento de su PBI al sistema público de salud, y Venezuela solo el 1,7 por ciento, Italia, que hoy es el país más afectado por el progreso de la pandemia, destina el 6,7 por ciento. En un estudio realizado por ese mismo organismo se establece que los costos de unidades de cuidados intensivos (UCI) que necesitaría Brasil para atender a pacientes de Covid-19 podrían llegar a equivaler a lo que el gobierno brasileño gastó en hospitalizaciones en todo 2019.


Pero Lago menciona también el impacto del dengue, que tuvo brotes muy importantes en Brasil, Honduras y Paraguay, y que sólo en 2019, en toda en América Latina, afectó a 3 millones de personas y se cobró más de 1.500 vidas, llegando a su mayor pico histórico. Señala también el problema de la enorme cantidad de víctimas de violencia en América Latina.


Este panorama es el que lleva a Miguel Lago a sacar la conclusión de que “Si una parte significativa de la población es infectada, los sistemas de salud tendrán que elegir entre atender a las víctimas del Covid-19 o a los portadores de todas las otras enfermedades”. 


Gobiernos capitalistas y pandemia 


En el marco del salto pegado por la crisis capitalista mundial, todos los países del subcontinente han sufrido derrumbes históricos de sus  bolsas; devaluaciones monetarias y el derrumbe de los principales precios de las materias primas (petróleo, cobre, soja, etc.). En este escenario, todos los gobiernos latinoamericanos han reafirmado su orientación capitalista. Las políticas de los gobiernos han oscilado entre las que desprecian la gravedad de la crisis; las que la utilizan como excusa para avanzar en un reforzamiento del aparato represivo y en la regimentación social, y las que consisten en medidas parciales y limitadas, que resultan completamente insuficientes para preservar la salud de la población.


Entre los que optaron por despreciar la gravedad de la crisis tenemos a un exponente del derechismo latinoamericano, el presidente brasileño Jair Bolsonaro, y a un exponente del progresismo ‘nacional y popular’, Andrés Manuel López Obrador. A pesar de que Brasil cuenta con más de 2.000 contagiados y 46 muertos, Bolsonaro volvió a catalogar a la pandemia como un “resfriadito” y condenó los cierres de escuela, la cuarentena y la parálisis de las actividades, aunque sí anunció una política de rescate a los empresarios. Por su parte, López Obrador, llamó a los mexicanos a “seguir con su vida normal”. El giro que emprendió ante el acelerado avance del virus es harto limitado, ya que solo plantea la cuarentena con goce de haberes para los adultos mayores.


El presidente chileno, Sebastián Piñera, se valió del coronavirus para intentar gambetear la rebelión popular, que se mantiene viva desde octubre del año pasado y que desde principios de marzo había comenzado a recalentarse. Las medidas de Piñera, en lo fundamental, se han circunscripto a declarar un toque de queda y a volver a colocar en las calles a los militares. Esto en el marco de un sistema público sanitario devastado por un largo proceso de privatización. El oficialismo y la oposición han acordado aplazar hasta octubre el plebiscito constitucional, inicialmente previsto para fines de abril. Y, del mismo modo, se aplazaron las elecciones bolivianas del 3 de mayo. La presidenta de facto de Bolivia, Jeanine Añez, dictó un decreto para asegurar, en primer lugar, “el orden público y la paz social”, con el objetivo de poner un punto final a la resistencia popular que despertó la lucha contra el golpe.


Intervención


La pretendida “unidad nacional” contra la pandemia, que distintos gobiernos han intentado poner en pie, tiene patas cortas. Pues con el desarrollo de la crisis, rápidamente queda en evidencia que los trabajadores y los sectores populares son abandonados a su suerte y son los principales afectados por la pandemia. Todas las contradicciones sociales, que antes del desembarco del coronavirus en América Latina desataron enormes rebeliones populares, lejos de borrarse, se están agravando sensiblemente. 


En muchos puntos del continente ya se constata un principio de intervención obrera y popular contra las “políticas sanitarias” de los gobiernos capitalistas ante el progreso de la pandemia, con cacerolazos masivos, paros y piquetes. Reclamando cuarentenas efectivas e insumos para enfrentar el virus. Es el rumbo que hay que profundizar a escala continental.