Coronavirus: la tragedia de Lombardía y la familia Rocca (Techint)

Basado en un completo informe de Alba Sidera publicado en ctxt.es.

La región de la Lombardía en el norte de Italia, fundamentalmente la provincia de Bérgamo y, aun más específico, Val Seriana (el valle del río Serio) es posiblemente la región del mundo que tiene el más alto porcentaje de muertos por Covid-19. Los decesos multiplican por 3 y por 4 (depende las ciudades o pueblos) las cifras de años anteriores en la misma época. Las razones son muy precisas y tienen responsables directos, uno de ellos es la empresa Tenaris, dirigida por Gianfelice Rocca (el octavo hombre más rico de Italia). 


La zona es de una altísima concentración fabril. Confindustria Bergamo (la gremial patronal) nuclea a 1.200 empresas que juntan 80.000 trabajadores (Bérgamo es una ciudad de 120 mil habitantes). En Val Seriana hay dos municipios Nembro y Alzano Lombardo dos pueblos, de 12 mil y 14 mil habitantes respectivamente, donde la concentración fabril es aún superior. 



En el hospital Pesente Fenaroli de Alzano Lombardo se inició oficialmente el 23 de febrero la epidemia de la zona de Bérgamo con dos pacientes ingresados que dieron positivo al coronavirus, en una semana los contagiados llegaban a 220 y luego crecieron exponencialmente.  Nembro y Alzano Lombardo son dos de las localidades de Val Seriana que concentraron la mayor cantidad de contagiados (y muertos), y Val Seriana (de conjunto) tiene el triste récord de ser la zona con más muertos por Covid-19 por habitante de Europa y sin embargo nunca fue declarada zona roja y nunca se llevó a cabo una cuarentena completa. 


Bergamo non si ferma/Bergamo is running/Bérgamo no se detiene


El primer caso de oficial de coronavirus se detectó el 21 de febrero en la localidad lombarda de Codogno, ubicada a 60 km de Bérgamo, cuando la cifra de contagiados llegó a 50 se declaró zona roja y se cerró la ciudad. A medida que las cifras de contagiados crecía a pasos agigantados los alcaldes de las localidad de Val Seriana y, particularmente, los de Nembro y Alzano Lombardo estaban preparados para proceder de la misma forma y cerrar sus localidades, sin embargo la orden del gobierno nacional no llegó nunca porque a la par de los contagios creció la presión de los grupos industriales que comenzaron una campaña para señalar  que en realidad la situación en la zona era “normal” -a pesar que en 5 días se habían alcanzado los 110 infectados oficiales en la zona, y la epidemia ya estaba fuera de control. “Tenemos que bajar el tono, hacer entender a la opinión pública que la situación se está normalizando, que la gente puede volver a vivir como antes”, dijo el presidente de Confindustria Lombardía, Marco Bonometti, en los medios, sosteniendo que “el riesgo de infección es bajo”. Esta posición criminal de los capitalistas fue avalada por todas las fuerzas políticas desde el alcalde de Bérgamo, Giorgio Gori, del Partido Democrático (un partido de centroizquierda) hasta el propio primer ministro de Italia que el 8 de marzo cuando los contagios oficiales en la Bergamasca habían pasado, en una semana, de 220 a 997, Giuseppe Conte apareció, ya de madrugada, en una confusa rueda de prensa a través de Facebook para anunciar un decreto por el que se restringían las entradas y salidas de los municipios, pero todo el mundo podía seguir yendo al trabajo. Cuando un par de días después el confinamiento se extendió a toda Italia por igual,en la zona de la Bergamasca nada cambió y mientras los contagios crecían y crecían las fábricas seguían funcionando a toda máquina. 




La intervención de los sindicatos obligó a tomar más medidas, poniendo límites que las empresas violaron tratando de buscar a través de subterfugios una vía para seguir trabajando, declarando que su actividad de alguna manera debía ser calificada como esencial, una suerte de “autocertificación”, la presión de los trabajadores que comenzaron huelgas en varias empresas obligaron a que el gobierno pusiera más límites. Con todo, quedaron puntos ambiguos en el decreto y hay una zona gris que permite a muchas fábricas continuar abiertas. Del mismo modo, muchos obreros continúan trabajando sin la debida distancia de seguridad ni el material adecuado.


“Las fábricas de la Bergamasca continuaron prácticamente todas abiertas hasta el 23 de marzo, cuando los contagios oficiales en la zona ya eran casi 6.500. Una semana después, el 30 de marzo, a pesar del decreto de cierre de ´todas las actividades productivas no esenciales´, había 1.800 fábricas abiertas y 8.670 infectados oficiales en la zona”, contribuyendo así a la propagación de la pandemia.


Techint, siempre Techint: desde tubos a la salud privada


Una de las empresas que siguió funcionando en la zona de Bérgamo es Tenaris, del grupo Rocca, que emplea 1.700 trabajadores. La producción de Tenaris no es esencial sin embargo siguió trabajando con el aval de los gobiernos, como sucede en nuestro país con la planta de Siderca, donde incluso cuenta con el aval de los intendentes de la zona  y las autoridades nacionales y provinciales. Son los mismos capitales de la Techint que despidió 1.500 trabajadores de la construcción que el propio gobierno de Fernández homologó. 


Tenaris en Italia está dirigida por Gianfelice Rocca que a su vez es presidente de Humanitas.  Humanitas es socia con el grupo San Donato de las dos clínicas privadas más importantes de la zona, que facturan más de 15 millones de euros anuales cada una. Tenaris los enferma, Rocca los atiende y factura con la enfermedad, un combo macabro.  


Es el capitalismo, estúpido


La tragedia sanitaria en la Lombardía tiene explicaciones. Una de ellas es la decisión de impedir una cuarentena que impida el contagio y sostener todas las condiciones de trabajo que facilitaban la propagación del virus cuando las evidencias de que la vía para impedir la epidemia era justamente la alerta roja, que en la zona nunca se implementó cabalmente por presión y campañas mentirosas de los capitalistas. El otro aspecto clave es la destrucción de la salud pública en función de los negocios de la salud privada. 


El límite lo puso la clase obrera, que actuó a pesar de la complicidad de la burocracia sindical y de los partidos de todos los signos políticos que avalaron las decisiones criminales de los capitalistas. 


Pero Bérgamo es solo la expresión más descarnada de un fenómeno mundial. En nuestro país la presión capitalista está horadando la cuarentena. Los responsables son los mismos.