Crece la represión en Túnez

Kais Saied, presidente tunecino

El gobierno de Kais Saied, quien disolvió el parlamento en 2021 y montó un régimen de características dictatoriales, aceleró la represión en las últimas semanas con una serie de detenciones de dirigentes opositores y una virtual ilegalización de partidos políticos.

Esta semana fue condenado a un año de prisión Rachid Ghanuchi, expresidente del parlamento y dirigente de Ennahda, una formación islamista que lidera el Frente de Salvación Nacional. Se lo acusa de incitación a la violencia por el discurso que brindó durante el funeral de un referente de su partido. El jueves fue detenido otro dirigente de la misma fuerza, Sadiq Choro, y provisoriamente liberado. El Ministerio del Interior, en tanto, clausuró locales de Ennahda y del frente opositor.

Los arrestos, que ya se cuentan por decenas, se basan en normas antidemocráticas como una ley de ciberdelincuencia con la que se persigue el posteo de comentarios críticos del gobierno, o en el artículo 72 del Código Penal, que condena el intento de “cambiar la naturaleza del Estado”. Como parte de la reciente ola de detenciones, fue encarcelado un dirigente del Partido de los Trabajadores, Naceur Ben Romdhane, tras reproducir en redes sociales una declaración política partidaria por el 1 de mayo.

La represión y persecución buscan impedir toda manifestación de descontento en un país donde la inflación supera el 10% interanual, el desempleo está por arriba del 15% (mucho más alto aún en la juventud) y la pobreza crece. Como chivo expiatorio de la crisis, Saied puso en marcha una campaña contra la migración subsahariana.

Mientras tanto, las negociaciones entre Saied y el Fondo Monetario Internacional (FMI) por un nuevo préstamo por 1.900 millones de dólares se enturbiaron. Aunque se había arribado a un acuerdo preliminar en octubre de 2022, la dirección del organismo financiero lo puso en el congelador dos meses más tarde. Exige, como condición de los desembolsos, la supresión de los subsidios al combustible y los alimentos, y una reestructuración (cierre o privatización) de 100 empresas estatales: un ajuste sin anestesia que agravaría la miseria social, sin resolver los problemas del país. Vale señalar que en 2013, cuando Túnez volvió a endeudarse con el FMI y el Banco Mundial (después de 20 años), la deuda equivalía al 44% del PBI, y hoy trepa al 90% (“Tunisia, the IMF, the alternatives”, en MEI.edu, 28/4).

Saied lanzó a fines de abril un discurso en que criticó los “diktat” del FMI, pero podría tratarse solo de una pose dentro de la negociación, con el propósito de lograr una flexibilización de las metas. De hecho, el último presupuesto ya establece algunos recortes en materia de subsidios. La discusión, entonces, pasaría por los ritmos del ajuste, cuyas consecuencias sociales pueden ser explosivas.

Como parte de la pulseada, miembros del oficialismo echaron a correr las intenciones de sumarse a los Bric’s, el bloque de economías liderado por China. El ministro de exteriores del gigante asiático se hizo eco del planteo, afirmando que Beijing está dispuesta a ampliar el espacio, pero por ahora, solo parece tratarse de declaraciones.

La dictadura de Saied marca el fin de la llamada “transición democrática” en Túnez, el proceso que se abrió tras el levantamiento de 2010-2011 que derrotó al dictador Ben Ali. La democracia tunecina no resolvió ninguna de las demandas sociales de las masas, lo que, sumado al descrédito del régimen político, debido a una enorme corrupción, facilitó el acceso al poder del “outsider” Saied, que ganó las elecciones de 2019 y poco después procedió a la disolución del parlamento y el copamiento del Poder Judicial.

Saied, sin embargo, fue perdiendo popularidad, como resultado de la crisis. En las últimas elecciones para escoger un nuevo parlamento -boicoteadas por la oposición- sólo voto el 10% del padrón. En el referéndum de 2022 de ratificación de una nueva Constitución, que refuerza las atribuciones presidenciales, participó menos de un tercio del padrón.

Túnez necesita retomar el camino de la Primavera Árabe de 2010-2011 para poner fin al gobierno de Saied y a la dominación del imperialismo y del gran capital.