Crisis capitalista

Criptomonedas: ¿salto al futuro o salto al vacío?

Mitos y realidades. 

Las criptomonedas han pasado a ocupar un lugar destacado en los medios de comunicación, ya sea por el crecimiento explosivo de sus precios como por sus caídas vertiginosas, por las noticias sobre estafas o advertencias y prohibiciones gubernamentales sobre su uso, o hasta por el gran debate internacional sobre sus naturaleza y sus alcances. Sus apologistas llegan a adjudicarle un carácter disruptivo, la capacidad de transformar la vida y la sociedad como la conocemos (1). Estos adeptos revistan en campos ideológicos muy variados, desde la derecha más fundamentalista hasta el progresismo y sectores de izquierda.

Lo que seduce de las llamadas criptomonedas es que es una moneda electrónica libre y descentralizada, que permite la transacción directa sin ningún intermediario. No están reguladas por ningún organismo. A diferencia de una divisa, las criptomonedas no son dinero fiduciario, es decir que no están respaldadas por la confianza de un banco central, un Estado o por otra mercancía -sea el oro u otro metal precioso. Para dar consistencia y seguridad a su operatoria se utiliza un sistema que establece un registro público de todas las operaciones, que todos están en condiciones de conocer y permite un consenso entre todos las fuentes de acceso a la red (nodos), lo que se conoce como block chain (cadena de bloques). El Bitcoin, que ha sido pionero en la materia, se crea a través de un proceso conocido como “minería”, que habilita la generación de nuevas monedas a partir de la resolución de problemas matemáticos de alta complejidad gracias a procesadores informáticos que insumen grandes cantidades de energía.

A diferencia de los billetes tradicionales, los Bitcoin no tienen una numeración de serie u otro tipo de mecanismo para poder rastrear a los compradores y vendedores que utilizan esa moneda virtual. Esto obviamente es atractivo para los buscan la privacidad o el anonimato; y es un túnel para que se canalice por esa vía el tráfico de armas, drogas, lavado de dinero, evasión fiscal y otras operaciones ilegales y transiciones espurias

Las criptomonedas que fueron apareciendo han hecho variaciones en su operatoria, pero mantienen la matriz principal que caracteriza al Bitcoin.

Criptoanarquistas

Los entusiastas de las criptomonedas por izquierda la agitan como un arma para debilitar al Estado, las corporaciones y su acción coercitiva, y dar paso a una sociedad descentralizada, más igualitaria, de individuos más libres y con mayor capacidad de decisión soberana.

Esta suerte de anarquismo de tinte progresista coexiste con su versión derechista. Nos referimos al llamado anarcocapitalismo, que tiene a los libertarios como Milei a sus principales exponentes. Los criptoanarquistas en esta ultima versión son partidarios de suprimir los bancos centrales, y los bancos en general, en pos de un sistema descentralizado: las criptomonedas serían un paso en ese sentido (2). El anarcocapitalismo es una impostura, pues la “desregulación” que pregonan es la forma elegante de avanzar en un ataque en regla -en nombre de la “libertad”- a los derechos y conquistas de los trabajadores. El único derecho que no se desregula es el de la propiedad capitalista. Este antiestatismo, sin embargo, desaparece cuando se trata de rescatar al capital

En cuanto a la vertiente progre, lo mínimo que puede decirse es que estamos frente a una variante utópica e ingenua. Al igual que los anarquistas y socialistas utópicos que dos siglos atrás concebían una transformación radical de la sociedad a partir de los medios de circulación y el proceso de intercambio, sin alterar las relaciones sociales de producción. La diferencia es que estos criptoanarquistas vuelven a esa premisa -en forma devaluada- doscientos años después. Ya Marx se encargó de ajustar cuentas con quienes proponían, como panacea y pasaporte hacia una sociedad libre e igualitaria, sustituir el dinero por bonos de trabajo y su distribución equitativa entre los productores. Esta corriente de pensamiento -conocida como mutualismo y que tuvo en Pierre-Joseph Proudhon a uno de sus inspiradores-, brega por un régimen basado en el “precio justo”, donde el intercambio de bienes y servicios represente montos equivalentes de trabajo, omitiendo el hecho de cuando cuando el capital entra en escena y pasa a ser el sujeto dominante en las transacciones mercantiles se transforma en una fuente de despojo y apropiación del trabajo ajeno. Bajo la envoltura de un contrato entre iguales, hay una asimetría abismal en la relación real entre el capital y el trabajo.

Las expectativas izquierdistas no resisten la prueba de elevar a la criptomonedas como un sustituto del dinero actual. Resulta altamente improbable para la población confiarle su dinero a este nuevo intermediario, a una moneda volátil con pocas garantías y recursos correctivos -sin mecanismos de consulta, protección en caso pérdidas, sustracción y anulación de una transacción. No hay que descartar, además, que detrás de la aparente descentralización, exista una manipulación por otras vías –en la minería de criptomonedas, los intercambios, el liderazgo, los nuevos intermediarios, las infraestructuras. Esto hace que las criptomonedas estén lejos de ser un sustituto del dinero circulante en vigencia. Los critpoanarquistas progres terminan siendo funcionales a la cruzada de los libertarios y de otras alas de la derecha, que se valen de la supuesta “revolución” que vendría de la mano de las criptomonedas para hacer pasar sus objetivos reaccionarios

¿Sustituto del dinero?

Por lo pronto, las criptomonedas están lejos de elevarse a un sitial propio e independiente. Ocupan un lugar subordinado, cuyo valor esta expresado en las divisas tradicionales, y en esa medida -y sólo partir de esa mediación- están en condiciones de intervenir medio de intercambio de otras mercancías.

El sistema monetario no está suspendido en el aire, por encima de las relaciones sociales de producción, sino que es tributario de ellas. Es una ingenuidad pensar que las criptomonedas pueden actuar como un compartimento estanco y ser inmunes a las presiones e injerencia del Estado y la clase capitalista. Estos no se van a privar de utilizar ese arma, si consideran que le puede sacar provecho. Ya distintas naciones han tomado la iniciativa de inmiscuirse y meter una cuña en este ámbito y crear sus propias monedas virtuales. China plantea la creación de su propia criptomoneda, con la expectativa de quitarle algo al protagonismo prácticamente excluyente que cumple el dólar como medio de pago internacional. Las criptos en su versión estatal son un campo de disputa entre las potencias y un ingrediente más dentro de la guerra comercial y monetaria en curso.

Por su parte, el Salvador se transformó en el primer país del mundo en utilizar Bitcoins como moneda de curso legal. Esto ha despertado no solo la lógica desconfianza de la población sino además la resistencia de la propia clase capitalista, que lo ve como un salto al vacío del presidente Bukele en el marco de un situación política extremadamente convulsiva. Las criptomonedas se prestan a todo tipo de maniobras. Recordemos que a principio de año el CEO de Tesla, Elon Musk, aceptó el pago de sus autos con Bitcoins para luego, apenas meses después, anunciar que ya no las aceptaría como medio de pago. Obviamente es un campo de orégano para la especulación.

Por esto las critptomonedas no alcanzan el status de dinero. Esto vale en primer lugar para el Bitcoin, que representa más del 80% de la capitalización del mercado como de pago privado, descentralizado, sin intervención de la central. No es equivalente general ni cumple con las funciones del dinero en el marco del ciclo del capital. Si algo caracteriza al Bitcoin y a las monedas virtuales en general es su alta volatilidad. Por esta circunstancia, no pueden ser empleadas como unidad de cuenta (o patrón de precios), ni tampoco pueden ser usadas como medio de circulación, ni como medio de pago. Viene al caso señalar que no puede ser depositada en un banco como una cuenta, porque en realidad compite con las funciones bancarias y no cuenta con la posibilidad de ser asegurada a través del sistema financiero convencional. La evidencia de estos años indica que, más que como dinero, el Bitcoin funciona como un activo financiero, altamente especulativo, como dan cuenta sus bruscas y pronunciadas oscilaciones.

“Con el 80% de los 21 millones de Bitcoins ya extraído, quizás el índice de Gini de Bitcoinlandia sea peor que el de cualquier país del mundo. Estaba destinado a ser una moneda descentralizada para el uso diario de la gente común, posiblemente en reemplazo de las monedas fiduciarias, y sin embargo solo 4% de las direcciones de Bitcoins posee 96% de todos ellos, mientras que las 1.000 personas más ricas poseen 40%. Además, “el 70% más pobre de los propietarios de bitcoins posee menos de 1,7% de todos los Bitcoins [frente a alrededor de 9% de todos los dólares en EEUU]” (3). Lejos de una distribución igualitaria y de una democratización de las relaciones sociales, asistimos a una concentración del poder económico. O sea, no se sustrae las leyes generales inherentes a la acumulación capitalista.

Como atributo distintivo, dice Marx, el instrumento que funciona como dinero requiere el reconocimiento del mundo de las mercancías. En sentido estricto, es un equivalente universal y sus funciones deben cumplirse como unidad de cuenta, medida de valor (depósito de valor), medido de circulación (medio de cambio), medio de pago, dinero mundial, y medio de atesoramiento. Marx consideraba el oro/plata como equivalentes universales. En su carácter de mercancías pasan a cumplir una función especial, prestando su cuerpo para expresar el valor de cambio de las otras. El dinero es un engranaje en el marco del funcionamiento la ley de valor trabajo. En cuanto al dinero fiduciario, sólo ciertas divisas pueden asemejarse al oro en cuanto a sus funciones: el dólar estadounidense, el euro. Sin embargo, dejan de serlo en las crisis, donde se produce un éxodo de esas divisas y se produce un desplazamiento hacia el oro u otros activos de refugio. Esta amenaza ha pasado a ser más profunda en las últimas décadas: desde el momento de la inconvertibilidad del dólar en 1971, lo que está hablando de que es un papel sin respaldo.

La quiebra del sistema monetario no es responsable de la crisis capitalista. Lo que ocurre es lo inverso. El desmoronamiento del primero proviene del rescate -fallido- del capital. En las últimas décadas asistimos a un empapelamiento internacional, lo que ha provocado una depreciación del dólar y de las principales divisas, que ha ido de la mano de la generación de un enorme capital ficticio. Esta gigantesca inyección de dinero no ha logrado devolverle al capital su vitalidad, pero ha sido suficiente para hundir el sistema monetario mundial. De causa contrarrestante de la impasse capitalista, los remedios monetarios se han convertido en un factor agravante. Lo que está planteado no es una reforma monetaria, sino una reorganización integral de la totalidad de las relaciones sociales sobre nuevas bases.

Esta cuestión tiene ahora más actualidad que nunca, pues las principales metrópolis están apelando a una emisión sin precedentes, combinada con un endeudamiento explosivo. Esto prepara el terreno para una corrida contra las principales divisas, poniendo en jaque el sistema financiero mundial y al conjunto de las relaciones económicas internacionales.

Dinero, crédito y sistema bancario

El dinero “no es exógeno al sistema sino endógeno al mismo, no puede explicarse desde afuera: lo que explica el comportamiento del dinero (…) es el todo concreto del sistema burgués. Las criptomonedas no pueden reemplazar al sistema bancario y al sistema financiero capitalista, pues estas instituciones surgen de una necesidad del sistema mismo” (4). Las funciones del dinero no se limitan exclusivamente de las determinaciones en la circulación en general, sino por sobre todas las cosas de la que surgen del dinero como capital.

El moderno sistema de crédito juega un papel clave en el financiamiento de la reproducción del capital, como un elemento del proceso de reproducción del ciclo del capital. “El crédito, y posteriormente la multiplicación de los medios de circulación por el crédito bancario y el moderno sistema financiero, alteran en su totalidad las consideraciones que sólo nacen del dinero desde la perspectiva de la circulación en general” (5).

De este modo, el medio de pago se vuelve un medio de circulación, y paulatinamente los medios de pago van invadiendo, por así decirlo, los circuitos monetarios; surge entonces una mezcla en la circulación entre el dinero que debe funcionar en los circuitos de la circulación en general y los medios de pago que operan para mantener la velocidad y el ritmo de la acumulación del capital, y su rotación acelerada, multiplicando esto medios de circulación y sustituyéndolos mediante crédito y anticipos de papeles que representan valores (6). Son estas consideraciones las que quedan marginadas en las explicaciones que se aportan respecto al dinero digital.

Conclusiones

Con las criptomonedas se pretende crear la ficción de que se puede substraer el funcionamiento económico capitalista de la ley de valor trabajo. Nuevamente se cae en la tentación vana e inviable de superar las contradicciones explosivas reinantes, modificando la organización de los medios de circulación y el sistema monetario, cuando el dinero no puede ser considerado como un instrumento autónomo e independiente del trabajo humano y de la dinámica de la acumulación capitalista tomada como un todo. Lo contrario es caer en el fetichismo: otorgarle cualidades milagrosas a un mecanismo monetario supuestamente original, que podría obrar como antídoto para salir del atolladero en que se encuentra la economía capitalista, escapar a la ley del valor y superar los desequilibrios cada a vez de mayor amplitud que la sacuden.

Las criptomonedas no sólo no están en condiciones de contrarrestar las tendencias a la bancarrota capitalista, que enfrenta una crisis solo comparable a crack del ’29, e incluso superior, sino que está llamada a convertirse en un factor de agravamiento. No está en condiciones de sustituir el sistema monetario internacional en su agonía e inestabilidad -empezando por las principales divisas que circulan como papales sin respaldo-, sino que a su turno, en su carácter de activos especulativos, echan leña al fuego a la burbuja en desarrollo, y por lo tanto son un factor de agravamiento de la crisis mundial capitalista.

El criptoanarquismo, en todas sus variantes, es una impostura.

(1) Véase Namit Aora, “Criptomonedas y anarco capitalismo” (junio 2018).

(2) Ídem.

(3) ídem.

(4) Véase Omar Wicab, “¿Las cirptomonedas son realmente dinero?” (mayo 2019).

(5) Ídem.

(6) Véase Suzanne de Brunhoff, La concepción monetaria en Marx (1973).