Internacionales
11/11/1991|345
Crisis económica mundial: El pánico, todavía no
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Bush ha venido anunciando desde hace seis meses que la economía norteamericana estaba dejando atrás la recesión, que había comenzado entre marzo y mayo de 1990 — período en el cual el producto bruto cayó en más de un dos por ciento.
La noticia de un crecimiento del 2,4% en el trimestre julio-setiembre pasado no entusiasmó, sin embargo, a los funcionarios. Fuera del “maquillaje” de las cifras (ver nota abajo) “el optimismo (de la Casa Blanca) se terminó con las pésimas cifras de setiembre, con producción, confianza y actividad económica en baja e inflación y déficit fiscal en alza” (Ámbito Financiero, 31/10).
La caída del consumo de bienes durables (automóviles, electrodomésticos) en un 3,2% en setiembre (luego de un descenso del 4,1% en agosto) (A.F., 25/10); el aumento del desempleo (“los solicitantes de empleo crecieron en setiembre un 9%” —Le Monde, 1/10) y el incremento del déficit comercial como consecuencia de la caída de las exportaciones; estos datos indican que la economía norteamericana ha vuelto a “zambullirse” en el retroceso.
Los balances de las empresas en el trimestre julio-setiembre presentaron pérdidas elevadísimas. Los de Ford, Chrysler y GM fueron conjuntamente de 2.000 millones de dólares, “mucho mayores que las previsiones más pesimistas” (Folha de Sao Paulo, 23/10). Las ganancias trimestrales de la Texaco y la Chevron (petroleras) cayeron más del 25% (FSP, 25/10) en tanto que las de la IBM, líder del mercado de computadoras, un 85% y “empeorarán todavía más” (Wall Street Journal, 16/10).
Pero para la banca, “1991 ha sido el peor año desde la Gran Depresión de 1929” (WSJ, 16/10). El mayor banco norteamericano, el Citicorp, registró en el tercer trimestre pérdidas por 900 millones de dólares, “las mayores en un solo trimestre en toda su historia” (ídem).
"Lawrence Chimerine, consultor de las mayores corporaciones, se muestra asombrado por el pesimismo entre la mayoría de sus clientes, basado en los malos resultados de agosto-setiembre. Hay más despidos en el horizonte” (Washington Post, 14/10); en efecto, el Citicorp y la IBM anunciaron veinte mil despidos cada una. La Cámara de Comercio, por su parte, pronostica un aumento de los desocupados que llegarían a los diez millones de desempleados (el 7,6% de la fuerza laboral) a mediados de 1992 (ídem).
La persistencia de la recesión se ha convertido en un problema político de gran magnitud (ver nota en contratapa). “Si lo que revelan las encuestas es cierto, la grave recesión podría privar de un segundo mandato en las elecciones del año próximo al ganador de la guerra del Golfo. Bush iniciará su campaña electoral con una tasa de crecimiento anual del 0,3%. Sus cuatro predecesores estuvieron por encima del 2,5%” (Le Monde, 30/ 10).
Crisis bancaria
Para hacer frente a la recesión, la Reserva Federal (Banco Central) ha venido bajando la tasa de descuento (los préstamos de corto plazo a los bancos) hasta situarla en un 4,5%, el nivel más bajo de la década. Pero a la luz de las cifras de la producción de la industria, el fracaso de esta política no habría podido ser mayor. No ha servido para su objetivo primario de ampliar el crédito. Simplemente ha apuntado a subsidiar los beneficios de los bancos, los cuales les cobran un 8,5% a las grandes empresas, un 11 -12% a las de segunda línea y hasta un 20 y un 25% al año a los consumidores (tarjetas de crédito) y empresas de porte mediano o pequeño. El descenso de la tasa de interés oficial también ha servido para mantener la expectativa en la suba de los títulos del Tesoro de los Estados Unidos (International Herald Tribune, 30/10), y evitar con este procedimiento que los especuladores del país y del extranjero dejen de financiar el déficit fiscal. Esta política, sin embargo, ha llegado al piso y habrá de provocar a corto o mediano plazo una violenta suba de las tasas de interés.
En la actual recesión norteamericana, la crisis bancaria y financiera antecede a la industrial, esto debido a que la industria salió con grandes deudas de la crisis de 1980-82, y a que desde esa fecha en adelante la expansión económica fue el resultado de un desmesurado aumento del crédito y de la especulación financiera. La “falsa salida” de la crisis precedente ha agravado los alcances de la crisis actual.
El crack bursátil de Wall Street de 1987, la quiebra masiva de las compañías de a-horro y préstamo y la elevada incobrabilidad de los préstamos al “Tercer Mundo" y dentro del país dejaron al sistema bancario en la lona. Sólo en 1991 se espera que quiebren más de 200 bancos, con activos por 86.000 millones de dólares, que deberán ser cubiertos por la garantía estatal (AF, 25/10).
Un síntoma de la envergadura de la crisis financiera es la caída de Salomón Brothers, la mayor corredora bursátil norteamericana y uno de los mayores especuladores en títulos de la deuda externa de América Latina. Al estallar el escándalo de los fraudes que este pulpo estaba cometiendo en las licitaciones de bonos del Tesoro, impulsada por la necesidad de obtener imprescindibles beneficios para su balance, se “descubrió” que la mayor firma bursátil de EE.UU. estaba virtualmente en quiebra. En sólo dos meses su crédito bancario se redujo a la mitad y los depósitos de los inversionistas a la cuarta parte. Cuando la banca japonesa se negó a refinanciarle la deuda, Salomón debió desprenderse apresuradamente y con grandes pérdidas de activos por 50.000 millones de dólares, entre ellos los títulos de la deuda argentina (éste es el “secreto" de la caída de su cotización en los últimos días). Ahora, Salomón está pidiendo nuevos créditos bancarios “para proceder a una liquidación ordenada de sus activos” (WSJ, 22/10).
La crisis financiera —explica el especialista Henry Kaufman (WSJ, 9/10)— “ha dejado a algunas de nuestras instituciones financieras más importantes con enormes desbalances. Grandes bancos comerciales, pesadamente envueltos en estos negocios, —continúa— tienen un capital propio extremadamente pequeño”, en relación a sus préstamos incobrables. En efecto, el Citicorp no alcanza a cubrir los requerimientos legales en cuanto a capital propio (WSJ, 16/10).
Es por esto que los bancos utilizaron el crédito subsidiado de la Reserva Federal, no para prestar a las empresas industriales ya altamente endeudadas, sino para reestructurar sus propias deudas y sanear sus posiciones de capital. En la opinión de un columnista del Financial Times (22/10) esto llevó a “un resultado paradoja): el dinero es barato pero escaso en los bancos”.
Los bancos han reducido incluso los préstamos interbancarios “como consecuencia del deseo de disminuir sus activos... y por el temor ante la caída de la calidad del crédito de algunos bancos” (Financial Times, 24/10). La reducción del crédito interbancario “aumenta la fragilidad del sistema bancario —en la medida en que los depósitos de algunos bancos (tales como los de los centros financieros norteamericanos)— consisten principalmente en depósitos de otros bancos” y “fuerza a las instituciones de segundo orden a pagar más por sus depósitos de corto plazo” (ídem).
En síntesis: ¡mientras aumenta la emisión de dinero, su disponibilidad disminuye! Este fenómeno es el signo clásico y por excelencia de la crisis mundial.
Pero si, por un lado, la emisión subsidiada de la Reserva Federal es impotente para sacar a la economía de la recesión, por el otro abre de par en par las puertas a la inflación. En consecuencia, a pesar de la recesión y de la caída de las ventas, la inflación en setiembre alcanzó una tasa anualizada del 5%, “muy por encima de las metas fijadas por la administración Bush” (AF, 18/10).
Déficit comercial
“El gobierno de Bush ha puesto sus esperanzas en el aumento de las exportaciones para superar la recesión” (AF, 18/10). Vanas esperanzas, también.
Canadá y Gran Bretaña, al menos, no podrán recibirlas. “Ontario, la región más industrializada de Canadá, está en plena crisis” (Le Monde, 8/10). Gran Bretaña, según uno de sus líderes industriales, “enfrenta una recesión profunda que se profundiza”: la tasa de desempleo —que viene creciendo desde hace diecisiete meses— registró en junio el mayor aumento mensual desde 1945; la tasa de inversión mostró en mayo-setiembre su mayor caída en un cuatrimestre y las ganancias promedio de la industria británica cayeron por sexta vez consecutiva (The Militant, 4/10).
En Francia, a la recesión industrial se ha agregado la “crisis del crédito” (Le Monde, 9/10) y, fundamentalmente, la crisis agraria, como consecuencia de la baja de los precios agrícolas. En 'Italia, según la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), “la conjunción de déficit presupuestario, de deuda pública, de inflación y desempleo” hará caer la tasa de crecimiento italiano (Clarín, 24/10). La recesión en Italia y en Francia ya provoca violentas crisis políticas. En Francia, “el gobierno está en caída libre” y la Cresson —que en sólo seis meses “batió todos los récords de impopularidad” (La República, 22/10)- debió enfrentar las protestas de los agricultores por la caída de los precios y las manifestaciones y huelgas de los empleados públicos y las enfermeras contra la regimentación salarial. En Italia, una huelga general contra la arancelización de la salud pública y los topes salariales puso en evidencia el aislamiento gubernamental y la posibilidad de elecciones anticipadas.
Incluso con China —hasta hace poco tiempo “la niña mimada" de la Casa Blanca— se han agravado los choques comerciales. China, donde la restauración capitalista está más avanzada que en cualquier otra parte, ofrecía a los norteamericanos una salida enorme para la colocación de capitales y mercancías excedentes. Pero China se ha convertido en un “armadero" de los capitalistas de Taiwán y Japón. Tampoco los países de Europa del Este pueden recibir las exportaciones norteamericanas, simplemente porque quien no puede vender no puede comprar.
En relación a Alemania, si escapó por ahora a la recesión gracias a la anexión subsidiada de la ex RDA, la “locomotora" se está frenando: “los industriales occidentales reportaron el mes pasado una caída de las órdenes de compra de la mayoría de las industrias y las quiebras en Alemania Occidental crecieron un 11 % en agosto” (International Herald Tribune, 16/10). Para financiar el enorme déficit fiscal provocado por los subsidios al desmantelamiento de la industria oriental, el Bundesbank (Banco Central) elevó las tasas de interés, profundizando con ello el parate industrial. Helmuth Schlesinger, presidente del Bundesbank, prevé una significativa reducción de la tasa de crecimiento alemán, del 3,5% en 1991 a sólo el 2% en 1992 (Le Monde, 11/10).
En Japón, “la producción industrial está cayendo y los técnicos del Ministerio de Industria y Comercio advierten que Japón se encamina a su peor recesión desde mediados de la década del 70” (Financial Times, 22/10). La recesión japonesa, como la norteamericana, señala el agotamiento de la inflación especulativa del crédito (crack de la Bolsa de Tokyo de 1990, enormes pérdidas de los principales bancos y compañías bursátiles).
La crisis fiscal en los Estados Unidos y la crisis industrial y bancaria en Japón han desencadenado un movimiento de “repatriación" del capital japonés. “Uno de los mayores conocedores de las previsiones de Tokyo espera que los inversores japoneses repatríen 50.000 millones de dólares en inversiones a largo plazo entre 1991 y 1992” (Christian Science Monitor, 13/9). En el mismo sentido, “los números del Banco Internacional de Compensaciones (banco de bancos centrales) muestran que la mayor calda de los préstamos interbancarios ocurrió entre bancos japoneses y norteamericanos” (Financial Times, 24/10). El “repliegue" del capital japonés ya ha abierto una enorme crisis de financiamiento para la Tesorería y al sistema financiero norteamericanos, y en consecuencia para la estabilidad del dólar.
Este derrumbe no se manifestó hasta ahora por los aportes (“en exceso”) efectuados por Alemania y Japón a Estados Unidos por los “gastos” de la guerra del Golfo. Aún en su falta de sincronización, debida a las alteraciones provocadas por la absorción alemana, la crisis soviética o las modificaciones en Asia, la crisis económica tiene un alcance mundial.
Las limitaciones de la política “exportadora” de Bush son insalvables; apenas ha servido para incrementar las ventas a América Latina a costa de un mayor endeudamiento de ésta. Las tendencias, entonces, a una guerra comercial y financiera se han acentuado. Un indicio de ello es el fracaso de las negociaciones para liberar el comercio mundial (GATT) y la tendencia a formar bloques económicos (Iniciativa de las Américas, Comunidad Europea, bloque asiático).
Caída de la tasa de beneficio
El motor de fondo de esta gigantesca crisis es la tendencia a la caída de la tasa de beneficios en toda la economía mundial. Fue éste, precisamente, el tema central del discurso de Camdessus en la reciente asamblea conjunta del FMI y el Banco Mundial: la “caída del ahorro”. Esta “caída del ahorro" (en EE.UU. se redujo del 7,8% del producto en 1980 a sólo el 3,3% en 1990) es un fenómeno de alcance mundial que exceptúa, parcialmente, a Alemania (Le Monde, 8/10).
La caída de la tasa de beneficio indica que la masa y las características del capital existente, son excesivos con relación al rendimiento (“plusvalía”) que puede extraer de la explotación de los trabajadores. Para superar esta situación es necesaria una crisis, que en la actualidad debería tener proporciones gigantescas. El papel de la crisis sería, de un lado, eliminar una gran parte del capital "sobrante” y superar, por esta vía, la competencia entre los capitalistas. Por otro lado, la función de la crisis sería reestructurar las condiciones sociales y políticas del proceso de explotación de los trabajadores, para recuperar, a una nueva escala histórica, el nivel de la tasa de explotación. Los intentos, en uno y otro sentido, no han dado resultado hasta el momento. Ni el retroceso sin precedentes de los salarios en todo el mundo (con excepción de Alemania, Japón, Corea) ni la similar liquidación de conquistas obreras han servido para revertir la tendencia, y esto se debe a que, lejos de eliminarse el excedente de capital, la política de todos los Estados lo ha aumentado considerablemente.
La siderurgia y la industria automotriz lo prueban. Luego de “reestructuraciones" profundas y extensas, y de grandes cortes en las capacidades de producción, la sobreproducción de acero y de automotores es impresionante. Aun después de la eliminación de la industria automotriz británica, sobran autos. Hay muchos que están “demás" en el mercado. Algo similar vale para la informática, cuyo ciclo de ascenso y retroceso ha sido espectacular.
¡Pero la mayor parte de estas “reestructuraciones" fueron financiadas con créditos bancarios!. Los obreros fueron despedidos y las instalaciones desmanteladas, pero ningún capitalista “sufrió”. Ahora, con la crisis industrial, los bancos que prestaron para estas “racionalizaciones”, han quedado en la lona. ¡No hay salidas “indoloras" a la crisis! Deudores y acreedores deberán ser arrastrados, como siameses, por la vorágine.
Todo esto fue una parte, una gran parte de la “orgía de crédito” subsidiado —el londinense The Economist dixit—, canalizado también a la financiación del consumo y, especialmente, a la especulación bursátil, financiera e inmobiliaria. Se consiguió de este modo inflar los capitales, compensando con ello en forma ficticia (¡endeudamiento!) la caída de la tasa de beneficio.
Este proceso de inflación del crédito se ha agotado. “La economía refleja los problemas estructurales de la década del '80 y ahora estamos pagando por ello. No se puede mantener la economía para siempre construyendo edificios de oficinas vacías y misiles Patriot” (WP, 14/10). En efecto, luego de la “orgía de créditos”, “el margen de ganancia bruta de la IBM— un ejemplo— cayó del 10% dos años atrás al 1,5% en el tercer trimestre de este año” (WSJ, 16/10).
Saqueo
La reestructuración social que requiere la elevación de la tasa de ganancia plantea para el imperialismo mundial el saqueo de los países atrasados y la destrucción de los estados obreros.
La restauración del capitalismo en la URSS abre la posibilidad del saqueo de tecnología de punta y de los recursos naturales, de superexplotación de la mano de obra altamente calificada y de cierre masivo de empresas. Las posibilidades de este nuevo mercado, por la naturaleza misma del proceso, sólo podrán ser conquistadas por medio del hambre, la sangre y el horror.
Pero antes de convertirse en semejante “paraíso" para el capital, la URSS y compañía plantean no pocos “problemas”: que la URSS pague primero sus deudas a “Occidente” que, entre 1985 y 1990, “perestroika" mediante, pasaron de 30.000 a 90.000 millones de dólares. De lo contrario, Alemania y Francia tendrán que salir al rescate, no de la URSS, sino de su propio sistema financiero
En los países atrasados, el saqueo es sencillamente colosal. En 1990, “por primera vez las ganancias del Citicorp en los países en desarrollo superaron sus pérdidas en los países desarrollados... y la diferencia no fue pequeña: 729 millones de dólares” (Gazeta Mercantil, 25/1). En el “fatídico” tercer trimestre de este año, uno de los contados renglones del Citi que dio ganancia fueron sus operaciones en los países atrasados (FSP, 16/10).
El aumento de las pérdidas en el “primer mundo” agudiza la necesidad del saqueo financiero en el “tercero". Brasil, señalado como “ejemplo” ha entrado en el camino de la hiperinflación precisamente porque el pago a los acreedores significó la liquidación de sus reservas.
La inversión externa en América Latina ha desaparecido en beneficio de los “capitales golondrina”. Las privatizaciones reducen sólo una parte ínfima del capital “excedente" mundial. Los procedimientos que se utilizan, como la “capitalización" de los títulos de la deuda (¡ENTel!), el saqueo puro (¡YPF!) y la disminución productiva (¡Somisa!) revelan, precisamente, que se trata de un proceso de desvalorización (eliminación) de capital.
La presión comercial, al buscar una salida para las exportaciones de las ramas más concentradas y tecnificadas (informática, electrónica, transporte aéreo, producción de tecnología avanzada) lleva también a la eliminación del capital competidor en América Latina, al mismo tiempo que las importaciones de menor elaboración (alimentos, calzado, vestimenta, armadurías) permiten arruinar a los capitalistas más débiles de los países desarrollados, u obligarlos a trasladarse al “Sur" a explotar fuerza de trabajo más barata, reduciendo al mismo tiempo el salario de los obreros de los países imperialistas.
El incremento del trabajo de los niños o del trabajo esclavo (en Brasil, Perú, México, China “socialista") es una manifestación del carácter de la reestructuración social que tiene planteado el capital.
Ingresemos al “primer mundo", nomás.
Estados Unidos: No solo Cavallo “trucha" los datos
¡Enhorabuena! La economía norteamericana habría crecido un 2.4 por ciento en el tercer trimestre de 1991, luego de una caída del 1.1 en el tercer trimestre de 1990, del 2.8 en el primero del '91 y de un derrumbe menor del 0,5 por ciento en el segundo.
El dato no consoló, sin embargo, a nadie, visto el conjunto de indicadores de la crisis, pero, además, es falso. “La mayor parte de los economistas concordó, dice el International Herald Tribune (30/10), luego de cuidadosos análisis, que los datos del PBI contenían “un montón de hilos sueltos". Por ejemplo, un incremento nominal del 1.4 % de los gastos fue magnificado en la computadora a un incremento del 11.4% ajustado por inflación, debido a la forma en que el Departamento de Comercio computa sus precios. Solamente esto reducirá el aumento del PBI en 0.6 puntos, al 1.8%. Otros economistas señalan que las ventas no crecieron, sino que sólo hicieron acumulación de mercaderías las empresas, un factor que disminuirá el PBI en el final del año. Para Alien Sinai, del Consejo Económico del Boston, estos errores hacen “irrelevantes los datos del PBI y son un signo de una economía perturbada”; por eso prevé para el cuarto trimestre “despidos masivos” (ídem).