Internacionales
12/3/1998|576
Cuba: La penetración política y económica de la Iglesia
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La visita del Papa a Cuba careció de repercusión popular.
La masa de los asistentes a las misas papales no fue aportada por la Iglesia sino por el PC, la juventud comunista (UJC), los sindicatos y los CDR -es decir, por el aparato estatal. Para los militantes castristas, la obligación de concurrir a las misas papales produjo un ruptura interior, claramente perceptible entre los militantes de base.
El corresponsal de The Economist (28/ 2) da cuenta del “sorprendente silencio” con que los cubanos recibieron “las tiradas del Papa contra el sexo fuera del matrimonio, la anticoncepción (y en especial, el aborto)”.
Este ‘silencio’ se convirtió en hostilidad abierta en Santiago de Cuba cuando una parte de la concurrencia, en especial los militantes universitarios de la UJC, se retiró de la misa durante el ‘discurso de bienvenida’ del obispo local, que no tuvo empacho en reivindicar al régimen de Batista.
¿Por qué, entonces, a pesar de esto la Iglesia viene creciendo sostenidamente?
Una fuerza material
Esta contradicción se explica por el hecho de que el Vaticano está penetrando en Cuba como una fuerza económica y política, a caballo de la crisis y de la miseria popular. Su ‘mascarón de proa’ no son los evangelios sino Caritas, cuyo enorme poderío económico en la isla está simbolizado por el espectacular palacio que ocupa en La Habana Vieja.
Una parte del pueblo cubano está siendo forzada a recurrir a la ‘caridad’ que aportan los inmensos recursos financieros de Caritas para garantizar su sustento cotidiano. En las parroquias es posible conseguir alimentos, medicinas, ropas y hasta empleo y pequeños créditos. La actividad ‘comunitaria’ de la Iglesia es especialmente fuerte en el interior, en el campo y en los barrios más pobres de las grandes ciudades donde, lejos de los dólares del turismo y los ‘negocios’, la existencia cotidiana es extremadamente penosa. Se da así un hecho sorprendente de que la Iglesia católica, que fue antes de la revolución la religión de los ricos, está creciendo ahora entre los sectores más pobres. Esta ‘clientela’ ha convertido a la Iglesia “en una organización ya ineludible, estructurada en todo el país (...) la única capaz de rivalizar con el Estado (y) una solución de recambio a la revolución” (Le Monde Diplomatique, enero de 1998).
La aguda diferenciación social que provoca la política de restauración capitalista tiene un beneficiario adicional más allá del capital mundial y de los estratos de la burocracia vinculados con él, y ése no es otro que la Iglesia, con el concurso del dinero del imperialismo.
En este cuadro, “las organizaciones religiosas (...) celebran con regularidad sus ceremonias, educan religiosamente a sus miembros y a quienes lo solicitan, se relacionan con estructuras del exterior, forman sus cuadros en seminarios, realizan captaciones (...) tienen autonomía económica y el Estado no interviene en la elección o designación de sus dirigentes” (Contracorriente, n° 6, publicación cubana, 1996). En la Asamblea Nacional hay diputados de la Iglesia protestante (y muchos cubanos sostienen que hay, también, elementos católicos encubiertos).
El monolitismo del ‘partido único’ no refleja entonces la pretendida ‘unidad del pueblo’ ni es una valla a la penetración política del imperialismo; por el contrario, es el canal del caballo de Troya por excelencia de la contrarrevolución: el Vaticano.
Las mismas libertades de organización y agitación política que se le otorgan a una organización reaccionaria, antinacional y anticomunista como la Iglesia católica se le niegan, sistemáticamente, a las tendencias opositoras de la izquierda.
¡Y con razón, visto el carácter de clase de la política oficial!