De la crisis financiera a la crisis internacional

“Los días gloriosos para la Bolsa japonesa han terminado y esto tiene poco que ver en el cuadro general con los tanques iraquíes en Kuwait”.

Esta contundente información del Wall Street Journal (23/8) se asienta en que desde principios de año hasta la invasión iraquí la Bolsa japonesa ya había caído un 27%. A fin de agosto el desplome llegaba al 40%, esto tampoco debe atribuirse al conflicto en el Golfo Pérsico sino —según Le Monde (24/8)— a “las manipulaciones cambiarlas de Fuyita Tourist Enterprises, las sospechas de fraude fiscal sobre las compañías de títulos, como Daiwa y Jamaichu, y los temores inflacionarios suscitados por el crecimiento de la masa monetaria”.

Esta caída supera a ocho de las diez grandes bajas bursátiles sufridas por Japón en toda su historia Representa una pérdida del valor de las acciones de 1,3 billones de dólares. Lo mismo ha ocurrido con las Bolsas de Corea del Sur y de Taiwán (los “tigres de Asia”), que agregaron otros 200 mil millones de dólares al “baño de sangre” norasiático, según la expresión de una revista especializada.

El “desplome” accionario japonés ha puesto fin a un ciclo especulativo apoyado desde el gobierno mediante una inyección descomunal de créditos.

“Los precios de las propiedades subieron en muchas partes del Japón a medida que los inversionistas canalizaron el dinero de los mercados bursátiles en tierras. Contra el respaldo de estas tierras valorizadas se canalizaron, a su vez, préstamos con destino a los mercados bursátiles, de manera que los precios de las acciones se triplicaron y los de la tierra se duplicaron en la última mitad de los años 80″ (WSJ, 23/8). Estos enormes beneficios eran completamente ficticios desde el punto de vista productivo acrecentaban el valor de los títulos de los capitalistas pero no el capital real de la economía. Con la crisis de esta especulación, “los valores inmobiliarios en Japón son ahora como una bomba a punto de disparar colocada en el corazón de la economía mundial. Si la bomba estalla y caen los precios de la tierra, los bancos Japoneses explotarán pues del 35 al 40% do sus carteras de préstamos con garantías inmobiliarias pasarían a no valer casi nada. Esto desataría, a su voz, una recesión internacional” (Australia Financial Review, 21/8).

Esta situación, ya ha provocado dos hechos que afectarán a la industria: por un lado, un aumento de la tasa de interés, con la consecuente restricción del crédito a las empresas; por el otro, una desvalorización de los patrimonios empresariales, que en gran parte están formados por colocaciones financieras.

Pero todo esto tiene un impacto directo sobre el Tesoro norteamericano, cuyo déficit de 200.000 millones de dólares se financia mayoritariamente con capitales japoneses. Esto crea una situación sin salida porque “si el Banco de Japón aumenta la tasa de interés” para repatriar capitales, ello “empujará hacia arriba la de EE.UU.” (Bussines Week, 27/8), lo cual desataría una guerra financiera y comercial entre ambos países.

No sólo Japón

“El crack mayor lo ha experimentado la Bolsa de Taiwán que se convirtió en el mayor casino del mundo, habiendo superado a Wall Street por el volumen do sus operaciones. Subió el 1300% en monos de tres años y muchas sociedades se capitalizaron hasta 200 veces por sus crecientes beneficios en los papeles. Desde hace semanas, en Taiwán reina el pánico ante la magnitud de las quiebras de entidades financieras, encabezadas por el otrora poderoso Ten Jen” (Ámbito Financiero, 30/8).

En Francia, por otro lado, acaba de quebrar el más importante agente de Bolsa con 22 filiales internacionales “ante la acumulación de pérdidas (propias y de clientes)” (ídem).

En Inglaterra, a su vez, está en curso una quiebra en cadena. El capitalismo popular” de la Thatcher financió un amplio programa de viviendas y de especulación inmobiliaria, pero el aumento de las tasas de interés, iniciado en 1988, ha determinado que los británicos deban “enfrentar ahora la posibilidad del desalojo por no poder saldar las cuotas de sus hipotecas”.

“Los quebrantos entre las corporaciones se incrementaron un 30% en los primeros seis meses de este año, los principales bancos británicos se vieron obligados a formar reservas que restaron de sus ganancias del primer semestre de 1990 ante los dudosos pagos que debían realizar las compañías deudoras” (La República, 27/8).

En Canadá el aumento de la tasa de desocupación y la caída de la actividad económica ya son un hecho: “el país se desliza hacia una recesión después de siete años de robusto crecimiento económico” (I. H. Tribune, 3/8).

Finalmente, como anticipáramos en números anteriores de Prensa Obrera, los economistas norteamericanos reconocen que “la inflación estadounidense creció antes de la crisis de Medio Oriente, indicando que lo peor aún está por venir. La industria de la construcción está en el colapso así como en un serio aprieto la cartera de préstamos bancarios” (I.H.T.,17/8).

La generalizada crisis de las Bolsas anticipa un período de recesión e inflación mundial. La estagno-inflacón habrá de mandar a la lona a una fracción enorme del capital mundial y a un agravamiento colosal de las condiciones de vida y de trabajo de las masas de todo el mundo.

¡Estas son las condiciones en que Menem pretende hacer despegar su “revolución privatizadora”!