Declaran huelga general

La gran huelga de varias industrias y servicios que tiene lugar en Corea del Sur ya fue calificada como “la primera de semejante amplitud en la historia del país” (Le Monde, 3/1). La lucha fue desatada por la aprobación subrepticia de una ley que “autoriza a los empresarios a despedir en masa a los huelguistas y reemplazarlos por trabajadores temporales, así como a aumentar hasta 56 horas la semana laboral”(La Nación, 13/1).


Estas leyes ‘flexibilizadoras’ fueron exigidas por la Federación de Industrias como respuesta capitalista al colapso del ‘milagro’ del ‘tigre asiático’. Desde principios de septiembre, las ‘chaebol’ (las gigantescas corporaciones capitalistas del país, como Samsung, Daewoo, Hyundai) venían reclamando “congelamientos salariales y recortes a las normas laborales” (The Economist, 14/9). La burguesía sudcoreana, como en todos lados, quiere salvar sus beneficios afectando las conquistas sociales.


La reacción obrera fue proporcional a los derechos que la burguesía vino a conculcar. Ante la profundización de las medidas de fuerza, el gobierno dictó el arresto de los dirigentes de la Confederación Coreana de Sindicatos (KCTU), que no tiene legalidad. Pero esto no hizo más que llevar más leña al fuego, porque de inmediato, junto a la otra central —la Federación de Sindicatos Coreanos (FKTU)—, sí reconocida oficialmente,”dieron un ultimátum” al gobierno: “si en una semana no modifica la polémica ley laboral recientemente aprobada, se enfrentará a una huelga general sin precedentes que incluirá la actividad del sector público” (cable de Reuter, 9/1). Ocurre que junto a las leyes flexibilizadoras, se aprobaron “fuertes recortes en el funcionamiento de los sindicatos” (ídem) y otra ley que “aumenta los poderes de la policía secreta” (Le Monde, 3/1).


El gobierno respondió al ultimatúm con despidos masivos en la administración pública, con la expectativa de “que los sindicatos no se atreverán a cumplir las amenazas y que las protestas, que se prolongan ya desde hace varias semanas, irán reculando poco a poco” (Reuter, ídem). También fue allanada la sede de la KCTU y de los sindicatos metalúrgico, hospitalario y automotor, sin practicar todavía arrestos.


La réplica a esta ofensiva fue declarar un paro general nacional para el 14 y 15 de enero. “Siete dirigentes sindicales contra los que pesa orden de detención… dirigen las huelgas desde la catedral, custodiada por centenares de obreros armados con barrotes de hierro” (La Nación, 13/1).


El régimen de Kim Young Sam, debilitado por la crisis económica previa, fue duramente golpeado por la amplitud del movimiento huelguístico. “La extensión de los enfrentamientos casi seguramente implicarán que el gobierno tendrá que buscar algún tipo de compromiso”, dice el Financial Times en un editorial (7/1). Es el mismo significado que tiene la declaración de la OCDE, una institución de las naciones económicas más desarrolladas, que rechaza la nueva legislación porque no legaliza el funcionamiento sindical. Se trata de una puerta que abre el imperialismo para cooptar a la burocracia sindical y levantar la sublevación popular. Según un cable, el presidente de la KCTU, Kwon Young Kil, en una carta librada el 7/1 a organizaciones sindicales de todo el mundo, reclama “reabrir la discusión parlamentaria para corregir la ley laboral, incluyendo a los representantes sindicales”.


Las direcciones sindicales han hecho saber que no esperan que el gobierno derogue las leyes flexibilizadoras, pero sí que se avenga a una negociación. Admiten que se establezca el despido sin causa, pero a condición de que sea compensado por un seguro o indemnización a los cesanteados. Dada la belicosidad de las masas, esta contrapropuesta oficiosa constituye una capitulación.


La impresionante reacción del proletariado sudcoreano “podría extenderse a los Tigres asiáticos y otros países vecinos”; “las autoridades indonesias enfrentan un creciente desafío de un sindicato independiente cuyo líder está encarcelado. Los trabajadores tailandeses, en reclamo de un mayor bono de fin de año, quemaron el mes pasado en Bangkok una fábrica de la japonesa Sanyo, y los sindicatos indios se movilizan contra las reformas neoliberales. Lee Cheuk Yan, secretario general de la Confederación de Sindicatos de Hong Kong, dijo que los cambios afectaban a muchísimos obreros asiáticos y ‘la única solución es defenderse’. Consideró que ‘la tendencia en Asia está a favor del nacimiento de nuevos sindicatos independientes, como en el caso de Corea del Sur’… (En la India) el mes pasado, unos 200.000 empleados de aseguradoras estatales hicieron huelga contra la privatización e ingreso de empresas extranjeras. Otras similares se dieron en los bancos”; en Filipinas, “hay una multiplicación de huelgas en grandes empresas”, etc. (Página 12, 10/1).


El Financial Times informa que en Corea del Sur, los “costos laborales por unidad crecieron un 46 por ciento desde 1985, comparados con el 25 por ciento en Taiwán y un 4 por ciento en los Estados Unidos”(7/1). En Singapur, hay un “alto nivel de los salarios, que ascendieron en algunos casos arriba de los niveles europeos” (ídem, 14/11).


El derrumbe sudcoreano, como el de Singapur o Indonesia —que están sólo un escalón más abajo—, está indicando la definitiva incorporación de aquéllos al inmenso pelotón de naciones que se estrechan en una