DERRUMBE EN CHILE

La pericia de los mineros frente a la barbarie capitalista

El derrumbe de la mina de San José, al norte de Copiapó en Chile, pudo haber sido una nueva masacre de trabajadores mineros atrapados en el socavón por un derrumbe a 700 metros de profundidad. No fue un “milagro” lo que lo impidió, como titula la mayoría de la prensa, ni la tecnología que la estatal Codelco utiliza para el rescate; fue la pericia de los trabajadores mineros en las entrañas de la tierra, curtida en años de explotación en los socavones. Bajo el liderazgo de un experimentado minero de 63 años, Mario Gómez, los 33 sobrevivientes organizaron su supervivencia con los recursos que supieron encontrar a 700 metros de profundidad, a pesar de la precariedad de las condiciones del refugio, que rara vez cuenta con provisiones para más de pocos días. ¡Pero ellos aguantaron dieciocho!

¿Accidente?

Numerosas generaciones de mineros bajaron por las galerías de la mina, durante más de un siglo, para extraer el cobre a costa de su salud. Hace tres años fue cerrada tras la muerte de un trabajador en su interior. Fue autorizada a reabrir por el Sernageomin (el instituto estatal que regula la actividad minera), a pesar de sus precarias condiciones de seguridad. No debió haber operado a más de 500 metros de profundidad, pero sus galerías llegaban a más de 700. Con evidente “cola de paja” Alejandro Bohn, gerente general de la Minera San Esteban, propietaria de San José, declaró que “en el procedimiento de reapertura no hubo nada de corrupción” (La Tercera, 20/8). Los rescatistas de Codelco, en ese mismo momento, denunciaban que los planos aportados por la empresa perjudicaban las tareas de rescate porque no eran exactos.

Piñera, como había hecho Macri tras el derrumbe de Urquiza, echó al responsable del Sernageomin -Alejandro Vio- al subdirector de Minería y al responsable de la zona de Atacama, donde ocurrió el derrumbe. El senador socialista Camilo Escalona lo acusó de tener una “mirada antiestatista” por agarrárselas con el Senargeomin y no con las mineras. Claro, cuando el Senargeomin habilitó la mina, gobernaba la Concertación.

Minería y precariedad

Los movimientos ambientalistas han enfocado sus ataques en la minería a cielo abierto porque es la más agresiva hacia el medio ambiente. Muele miles de toneladas de roca por día, agota los recursos hídricos y genera diques de cola con deshechos que agreden las comarcas por mucho tiempo.

Pero es la minería subterránea la que se cobra más del 99% de las muertes de trabajadores en todo el mundo. Las muertes de los mineros del carbón en los socavones se cuentan por miles en las cuencas de Rusia y de China, y han pavimentado las entrañas de las minas de Europa durante todo el siglo pasado. En nuestro país, en 2003, catorce mineros murieron en Río Turbio tras una explosión y un derrumbe. Si bien minas de cobre como la de San José no corren el peligro de explosiones, como ocurre con las de carbón, sí están amenazadas por los derrumbes. Incluso cuando se estaba intentando el clásico rescate a través de los tubos de ventilación, fue bloqueado por un nuevo desmoronamiento. Fue cuando el ministro de Minas chileno, Gelborne, declaró que “las probabilidades de encontrarlos con vida son bajas”, generando el repudio de los familiares de los mineros, que a esa altura se estaban ingeniando para sobrevivir.

La precariedad de la mina San José, con sus derrumbes y la falta de planos, muestra la voracidad capitalista. Como ocurrió con el derrame de petróleo en el Golfo de Méjico, generado por la política de bajos costos de la BP, los “accidentes” son parte de una política, que esta vez pudo haber costado la vida de 33 mineros.