Internacionales
24/7/1997|549
Desde Tailandia con escalas
Seguir
A pocas horas de la devaluación tailandesa, el ataque especulativo continuó volteando monedas: casi sin resistencia cayeron las de Filipinas, Malasia, Indonesia y Birmania, todos países con tipo de cambio fijo (‘convertibilidad’). Las monedas de Taiwán y Corea del Sur cayeron a su mínimo histórico respecto del dólar, y hasta se teme, incluso, que “el dólar de Hong Kong, otra moneda ‘anclada’ al dólar, sea una nueva víctima de los especuladores” (Le Monde, 15/7).
Al igual que Tailandia, Filipinas, Malasia e Indonesia tienen un déficit comercial creciente, exportaciones estancadas, elevadas deudas externas, débil crecimiento, sistemas bancarios maltrechos por el hundimiento de la especulación inmobiliaria local y un tipo de cambio fijo. Es sintomático que la crisis haya comenzado en Asia, que recibe dos tercios de todas las inversiones mundiales dirigidas a los ‘mercados emergentes’. Asia es un continente ‘intoxicado’ de capitales: es la expresión más concentrada de una crisis mundial que se caracteriza por la sobreproducción de mercancías y el exceso de capitales. Por eso, los esquemas especulativos cada vez más riesgosos que montan los capitalistas en otros países son un intento de sostener, con ganancias ficticias, una tasa de beneficio que la sobreproducción, la deflación y la guerra comercial tienden a derrumbar. “Instituciones financieras serias están invirtiendo miles de millones en países que hasta hace cinco años eran ‘zona de desastre económico’ (…). ¿Los inversores han perdido la cordura?” (Financial Times, 12/7). Esto confirma, una vez más, que lo que comenzó en Tailandia es la expresión de una crisis más general.
“Tokio quiere jugar un papel central en el plan de salvataje de la moneda tailandesa”, informa Le Monde (15/7). Pero Japón es ‘parte del problema’. El detonante del ataque especulativo que derrumbó a la moneda tailandesa fue el rumor del aumento de las tasas de interés en Japón. Muchos especuladores internacionales habían tomado préstamos en yenes (al 0,5%) para especular en ‘monedas emergentes’; el temor de que Japón elevara las tasas de interés, los llevó a cancelar aceleradamente esos préstamos. El principal perjudicado fue, lógicamente, Tailandia: Japón es, “de lejos (su) primer inversor externo y su mayor acreedor financiero … las inversiones japonesas duplican las norteamericanas” (Le Monde, 15/7). Japón, sin embargo, no sólo ha ‘inflado’ la especulación en Asia, sino también, y en cifras enormemente superiores, en Estados Unidos y Europa. El fin del llamado ‘dinero gratis’ japonés plantea una crisis de grandes dimensiones en los principales países del mundo.
La causa de fondo de los males de los ‘tigres’ asiáticos es otro acontecimiento de fondo: la incorporación de China al mercado mundial. Según The Wall Street Journal(15/7), “China, saturada de inversiones, tiene un excedente de capacidad de producción que podría producir casi el doble de lo que produce. Por este motivo, está inundando a Estados Unidos y sus socios comerciales del Sudeste asiático con productos de bajo costo. Esto ha frenado las economías de sus vecinos, que dependen en buena medida de sus exportaciones (…). El Sudeste asiático, contando a China, tiene un gran problema de exceso de capacidad”.
La crisis asiática viene a confirmar la caracterización del PO acerca del papel de China en el mercado mundial: “La integración de la economía china al mercado mundial ha alcanzado un punto en el cual, dialécticamente, se transformó de un factor de contención de la crisis económica mundial en su contrario: un factor fenomenal de dislocación del comercio mundial y de desorganización económica a nivel planetario (…). Una mayor integración de China al mercado mundial (…) obligará, por sobre todo, a un completo reordenamiento del mercado mundial, es decir, desatará una crisis general que sólo puede ser resuelta por la vía de quiebras, convulsiones, conmociones y enfrentamientos entre los Estados” (En Defensa del Marxismo, abril de 1996).
El potencial deflacionario que se acumula en Asia es todavía mucho mayor. En Japón, las bancarrotas de las grandes empresas acaban de alcanzar su pico máximo de los últimos once años: 55.000 millones de dólares en apenas seis meses, más del doble que en el semestre anterior. En Corea del Sur, “los bancos deben organizar un salvataje de urgencia de Kia (el tercer constructor automotriz del país), incapaz de hacer frente a sus deudas como consecuencia de una concurrencia mortal” (Le Monde, 17/7). En Shangai, la principal ciudad industrial china, “una abrupta caída de los beneficios industriales, un aumento de las pérdidas de las empresas estatales y el crecimiento de los inventarios sugieren un grave problema de sobrecapacidad” (Financial Times, 17/7). En consecuencia, las deudas incobrables de los bancos chinos ya alcanzan el 40% de sus carteras y siguen creciendo.
Entre quiebras y cesaciones de pagos, se derrumba el mito del ‘capitalismo asiático’.
De Tailandia a Brasil, parando en todas
El efecto del ‘tequilazo’ tailandés no se limitó al Asia.
En Sudáfrica, el rand está bajo un severo ataque especulativo, ahora que ‘descubrieron’ que “será el país más riesgoso en los próximos cinco años” (Financial Times, 10/7).
En Europa oriental, a la devaluación de la moneda checa le siguen los derrumbes bursátiles y monetarios en Polonia, Eslovaquia y Eslovenia.
En América Latina, donde el hundimiento de la bolsa brasileña arrastró a todo el continente, “hay un claro riesgo de estampida” (Financial Times, 12/7).
Por su extensión, aunque no todavía por las dimensiones de los capitales en juego, la crisis que se inició en Tailandia ya ha superado, en mucho, al ‘tequilazo’ mexicano de 1995.