Internacionales
24/3/1994|414
“Desesperación” de la burocracia china
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“La economía está en peligro”: palabras más, palabras menos, éstos son tos términos coincidentes con que la prensa internacional se viene refiriendo en los últimos meses a la situación china. El “milagro chino” ha sido puesto en jaque por el crecimiento descontrolado del déficit fiscal (un 50% superior al del año pasado), de la inflación (la más alta desde Tien An Men), el aumento del déficit comercial y el crecimiento sin límites de la especulación inmobiliaria.
El crecimiento del déficit fiscal no es, sin embargo, un problema meramente “económico”. El gobierno central ha perdido a manos de las burocracias locales y de las empresas —entrelazadas con tos inversores externos— la capacidad de ejecutar el presupuesto. “Las treinta provincias chinas, ignoran el plan de estabilización del PCCH, mientras las industrias del Estado lo resisten abiertamente” (El Cronista, 21/3). La debilidad del poder nacional frente a las provincias ha transformado al país, según El Cronista (21/3), en una “federación de facto”.
Como consecuencia del crecimiento del déficit, se pronostica una contracción del crédito “con sus inevitables consecuencias desastrosas para los nuevos engordados empresarios del partido”, un aumento todavía mayor de la inflación y una “crisis del sistema de subsidios” (El Cronista, 14/3).Esto obligará a las empresas estatales a “desprenderse de 30 millones de trabajadores para alcanzar un mínimo de productividad que las justifique económicamente” (El Cronista, 21/3).
La combinación de inflación y desempleo urbano es explosiva para el régimen burocrático. “La insatisfacción de los trabajadores de las industrias del Estado es una realidad cotidiana, hondamente enraizada en las ciudades” (El Cronista, 21/3). Es que como consecuencia de la inflación en aumento, “un creciente número de empresas estatales se ha visto forzada a despedir trabajadores o pagar salarios reducidos a causa de su reestructuración. Algunas empresas incluso se han visto obligadas a pagar sus salarios en bienes en lugar de dinero. En los últimos dos años, los diarios chinos han estado repletos de reportes de trabajadores descontentos que atacaban a sus jefes” (Washington Post, 11/3).
En lo que parece ser el surgimiento de un nuevo activismo obrero, ha nacido una “Asociación para la protección de los derechos laborales” que reivindica abiertamente el derecho de huelga. El Cronista (21/3) informa que “en China hay un nuevo grupo de disidentes que carece de lazos con el movimiento estudiantil aplastado en 1989 pero con raíces entre los trabajadores industriales, cada vez más críticos y movilizados por la perspectiva del desempleo, la competencia de una gigantesca migración de 150 millones de campesinos y una inflación de dos dígitos que deteriora sus salarios reales”.
En este cuadro convulsivo, el mayor peligro que enfrenta la burocracia es “la posibilidad de que surja en China un movimiento obrero independiente del PCCH —una Solidaridad china— en el momento en que se agudizan los conflictos con las 144.000 empresas estatales” (ídem). La “respuesta" que da el régimen a este “peligro” es el fortalecimiento de tos aparatos represivos: en el presupuesto de este año, que se caracteriza por sus intentos de “austeridad”, las Fuerzas Armadas han logrado obtener un sustancial aumento de las partidas presupuestarias para su “modernización”.
En cada uno de sus últimos documentos oficiales y presentaciones públicas, tos burócratas de Pekín exigen a sus subordinados “disciplina”, “control de los precios”, “freno a la especulación”: “Esto no es ideología. Es desesperación” —afirma el International Herald Tribune—porque “el hecho llano es que la estabilidad de China está amenazada”.