Después de las elecciones francesas, ¿adónde va Europa?

1.Las elecciones presidenciales francesas del 21 de abril ya han marcado un umbral tanto para Francia como para Europa. Las batallas reales están por delante nuestro en la lucha de clases y en las calles, no en las urnas.


Saludamos a los trabajadores y a los jóvenes franceses que desde el primer momento, y particularmente en este 1º de Mayo del 2002, se están movilizando para enfrentar al fascista Le Pen y a su mafia de extrema derecha; ¡es la acción y la organización independiente de la clase obrera la que puede derrotar a los fascistas, no un frente electoral “republicano” con la burguesía y los enemigos derechistas de los trabajadores y los oprimidos como el quebrado y corrupto político gaullista Chirac!


La segunda vuelta del 5 de mayo es un fraude. Los trabajadores y los pobres deben rechazar no sólo al asesino fascista Le Pen sino también al derechista Chirac, que está dispuesto con el programa de “ley y orden” de Le Pen contra los inmigrantes, la juventud, la clase obrera y todos sus derechos sociales.


¡Boicot al segundo turno! ¡Organizar Comités de Acción y luchar contra los fascistas y sus jefes, los capitalistas, para derrocar a todo el quebrado régimen burgués! ¡Por la reorganización social de Francia sobre nuevas bases socialistas dentro de los Estados Unidos Socialistas de Europa!


2.La primera vuelta del 21 de abril demostró sobre todo la polarización social y la descomposición política del régimen burgués con el colapso de ambos componentes de la “cohabitación”, el centro-derecha en la presidencia y el centroizquierda en el gobierno de la “izquierda plural”.


Las cifras lo muestran claramente. (…)


A pesar del terremoto político causado por el pasaje de le Pen al segundo turno, su votación total creció sólo en 250.000 respecto de 1995. El total del aumento de los votos de la extrema derecha (Le Pen y Mégret en conjunto), fue sólo de 900.000 votos. Por el contrario, el aumento de los votos de los partidos de extrema izquierda fue de 1,2 millones de votos respecto de 1995. (…)


La abstención conoció su mayor incremento, tres millones de votos perdidos, con un tercio de los votantes que rechazaron concurrir a votar mientras se registró también un creciente número de votos en blanco y anulados. No hay duda de que una vasta mayoría de los que se abstuvieron son de izquierda.


El hecho de que en la segunda vuelta ambos candidatos burgueses sean representantes de una pequeña minoría, así como también del racismo bárbaro y de la más completa corrupción demuestra la declinación de la democracia burguesa y la desintegración de la Quinta República.


La crisis política, que estalló en la tarde de la primera vuelta en Francia, y las manifestaciones antifascistas de masas que le siguieron, tienen un potencial revolucionario que los escépticos de clase media y los apologistas del capitalismo intentan ocultar.


3.El masivo repudio y la descomposición del actual régimen político burgués de la Quinta República es la característica esencial de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, no el muy publicitado “ascenso del racismo” o la “ola derechista que arrolla a Europa”.


Tanto los partidos derechistas como los reformistas de toda Europa enfatizan la caída de los gobiernos de centroizquierda que gobernaron sobre la mayoría del continente en la segunda parte de la década del ‘90, para atraer o atemorizar al electorado. (…) Pero esos cambios en la escena parla-mentaria no deben ser abstraídos, como deliberadamente lo hacen el centroderecha y el centroizquierda, del contexto histórico de conjunto en el cual están insertos, del desarrollo de la lucha de clases y de la crisis internacional y europea. (…)


Este complejo proceso dio lugar a un ascenso de la resistencia de las masas de diferente tipo. El primer gobierno de Berlusconi y su legislación antijubilatoria en 1994 se enfrentó con una poderosa acción huelguística de masas que realmente volteó al gobierno y más tarde, en Francia, el gobierno derechista de Jupé, con sus ataques a los empleados públicos, provocó en noviembre/diciembre de 1995 el mayor movimiento huelguístico desde mayo de 1968, abriendo un período de nueva radicalización que, en forma inesperada, llevó al poder al gobierno de la “izquierda plural” de Jospin en 1997. (…)


Sólo dos meses después de la victoria electoral de Berlusconi en mayo de 2001, hubo una enorme movilización de cientos de miles de trabajadores, jóvenes y activistas en Génova en julio de 2001. (…) El movimiento re-emergió primero como un movimiento antiguerra y desde entonces fue creciendo otra vez con una fuerte movilización de 100.000 personas en Bruselas en diciembre de 2001 y por sobre todo con la movilización sin precedentes de más de medio millón de manifestantes en Barcelona en marzo de este año.


En ningún lugar de Europa, ni en la Italia de Berlusconi-Fini-Bossi ni en la Francia con el 20% de votos a Le Pen y Mégret, hay un movimiento político fascista de masas que, como en la década del ‘30, movilice sus tropas de asalto en las calles, aterrorizando y aplastando a las organizaciones obreras, sus actos y reuniones, sus locales, etc., que pulverice y atomice al proletariado y a su capacidad de luchar. Por el contrario, el punto electoral más alto de Le Pen en Francia coincide con el punto más bajo del Frente Nacional como máquina política de movilizaciones de masas, que ha decrecido durante la última década.


No hay una regresión sino un firme crecimiento del radicalismo social de izquierda y del número de huelgas y de otras actividades obreras desde 1994 hasta hoy. Es muy característico que precisamente en el período 1994/2001, mientras no hay regresión ni ninguna derrota decisiva de la capacidad de lucha sino un importante incremento de la actividad social de la clase obrera francesa, la fortaleza del Partido Comunista (PCF) se haya desintegrado rápidamente: en los años 1994/2001, el PCF, de acuerdo con las cifras oficiales perdió tres cuartos de sus afiliados, cayendo de un (bastante inflado) número de 590.000 afiliados ¡a 138.000! En estimaciones más realistas, el número de afiliados del PCF cayó de 250.000 a 100.000, perdiendo los dos tercios de sus fuerzas organizadas (ver Le Monde, 26/4).


En el mismo período, creció tanto el número de miembros como la influencia de las principales organizaciones trotskistas (LO, LCR, PT) (…)


Los casi tres millones de votos a los candidatos trotskistas del 21 de abril no fueron un “voto de protesta” coyuntural, efímero, atomizado: en todas las batallas electorales desde las presidenciales de 1995 a las elecciones del parlamento europeo de 1999, las elecciones regionales del año pasado y la primera vuelta de las elecciones presidenciales, hubo una base social constante y creciente que votó por los trotskistas, especialmente en los centros obreros y en los barrios obreros, los tradicionales bastiones de la izquierda y particularmente del PCF.


(…) El voto del LO viene del medio social obrero; los espectaculares resultados de la LCR provienen del más heterogéneo pero sin embargo radicalizado medio social del movimiento contra la globalización capitalista, que LO trató con un desdén sectario obrerista.


Nadie puede negar en forma verosímil el hecho histórico de que millones de trabajadores y jóvenes radicalizados se volvieran decisivamente hacia candidatos identificados como trotskistas *en medio, de paso, de una creciente histeria antitrotskista de los medios de masas y las publicaciones burguesas.


En condiciones de intensificación de la lucha de clases, polarización y colapso del centro político, cuando la extrema derecha aumenta su votación en 900.000 votos y la extrema izquierda en 1,2 millones, sólo el más unilateral, sesgado y semi-ciego “enfoque” puede hablar del ascenso triunfante del fascismo en Francia y en Europa.


4.El potencial revolucionario del importante giro hacia el trotskismo, sobre las ruinas del stalinismo y el colapso de la socialdemocracia, sin embargo, plantea exigencias y cuestiones que van mucho más allá de las bases programáticas de la campaña de las tres organizaciones. LO y la LCR menospreciaron la descomposición política del régimen y nunca llamaron a su derrocamiento. LO se ha autolimitado, como lo hace habitualmente, a una perspectiva centrada nacionalmente con un contenido sindicalista, haciendo del reclamo de la prohibición de los despidos el eje de toda su campaña. Cuestiones internacionales, como la guerra imperialista en Afganistán o la guerra sionista de exterminio en Palestina fueron ignoradas en los numerosos actos de la campaña electoral de Arlette Laguillier. La lucha contra los desastrosos efectos de la Unión Europea y por los Estados Unidos Socialistas de Europa fue ignorada.


Por su parte, la LCR, la sección francesa del Secretariado Unificado, se ha adaptado al proceso de integración capitalista en la Unión Europea, proponiendo sólo una “Europa social”, una Unión Europea reformada, no el derrocamiento de la Europa imperialista del capital, del racismo y de la guerra, y la unificación socialista del continente bajo la dirección de la clase obrera europea. Más aún, con su identificación y casi fusión con Attac, la ONG reformista que reclama la imposición del “impuesto Tobin” para “regular” (no para derrocar ni para expropiar) las transacciones del capital financiero global, las fuerzas del Secretariado Unificado y la LCR se han convertido en el ala más izquierdista del centroizquierda, parte del problema y no de la solución. Estaban ligados al ahora miserablemente derrotado gobierno de Jospin, sobre la base común reformista del Foro Social de Porto Alegre, donde la “izquierda plural” envió, en febrero pasado, a seis de sus ministros. El radicalismo del programa electoral de Besancenot se agotaba en la dudosa demanda, muy popular en los ámbitos de clase media, de la legalización del cannabis…


El lambertista Partido de los Trabajadores (PT) desarrolló una campaña centrada en la “democracia”, la “importancia central del sufragio universal” y los “valores de la democracia comunal”. Su oposición a la Unión Europea es muy cercana a la de los “soberanistas” nacionales que ven en el Estado-nación *incluyendo el Estado imperialista de la “Francia Republicana”* como una línea de avanzada para la defensa contra la amenaza de la “globalización”.


Las declaraciones de Laguillier y Besancenot antes de la segunda vuelta están llenas de evasivas; mientras no se unen al “Frente Republicano”, evitan un claro llamado a no votar por Chirac y boicotear las elecciones del 5 de mayo.


El éxito electoral de estas organizaciones políticas, a pesar de todo esto, no sólo se debe a su intervención durante décadas en la lucha de clases en Francia sino por sobre todo a la profundización del proceso político que Trotsky analizó en el pasado, con relación a Francia: en una situación de crisis, cuando los trabajadores y la juventud rompen con el reformismo y se mueven hacia la revolución, oscilando en una peculiar posición centrista, encuentran en ese espacio político organizaciones centristas de izquierda y de derecha, moviendo en la dirección opuesta, de la revolución al reformismo. (…)


La maduración política de las masas, superando la fase centrista de su desarrollo, es crucial en un período de crisis en el cual “la sociedad tiene fiebre y se vuelve continuamente a la izquierda y a la derecha” (Trotsky) para evitar los peligros contrarrevolucionarios del crecimiento de las fuerzas de extrema derecha y para asegurar la transición a la revolución social.


Esto plantea la cuestión del partido revolucionario marxista de la clase obrera de manera más urgente que en cualquier momento del pasado, particularmente en Francia (…) Por último pero no menos importante, la cuestión del partido y de su programa siempre fue, y es, la cuestión de la Internacional, de la Internacional revolucionaria de los trabajadores, dramáticamente faltante y que urgentemente es necesario construir: la IV Internacional refundada.


5.Las elecciones francesas son una expresión del impacto de la crisis mundial en la Unión Europea y constituyen un punto de viraje en las confrontaciones políticas y los conflictos de clase en toda Europa. (…)


La victoria es una tarea estratégica. Para alcanzarla por medio de la acción revolucionaria de masas necesitamos un partido, un programa, una Internacional.


Para parafrasear la predicción de Marx, “el día de la resurrección europea será anunciado por el canto del gallo francés”.


Atenas, 27 de abril de 2002