Detrás de las noticias

Hace dos semanas, los diarios dieron cuenta de que cuatro civiles norteamericanos habían sido emboscados y masacrados por enardecidos iraquíes, mientras sus tapas mostraban las macabras imágenes de cuerpos humanos calcinados colgados de un puente, mientras una turba bailaba festejando.


Si la intención era causar espanto, el efecto buscado se lograba. También la inversión de la realidad estaba lograda. Se mostraba a las víctimas como los crueles verdugos de cuatro “inocentes” civiles norteamericanos.


Si se repasan todas las noticias aparecidas desde que estalló la rebelión popular en Irak, se obtiene la impresión de que se habría vuelto al colonialismo del siglo XIX. Sólo son seres humanos los hombres blancos fallecidos o heridos. Los demás, los niños y mujeres iraquíes, los combatientes del pueblo iraquí, los civiles y trabajadores no combatientes, son meros datos para la estadística. La carnicería salvaje que están haciendo los yanquis en Fallujah, y en todo Irak, no cuenta. Como el millón de muertos en Ruanda 10 años atrás, sólo se trata de negritos.


Según informa el periódico Socialist Worker (9/4), los cuatro norteamericanos muertos eran empleados de la firma Blacwater USA, una empresa privada que brinda sus servicios de “seguridad” al Pentágono. O sea, provee de mercenarios, con una paga de entre 500 y 1.000 dólares diarios, con la misión de detener, torturar y asesinar iraquíes. Tiene el contrato para la custodia del virrey Paul Bremer, de los convoyes de camiones que transportan petróleo, del aeropuerto de Bagdad y de las oficinas de una de las subsidiarias de Halliburton, la empresa de Dick Cheney. O sea que los “civiles inocentes” son muchachos “muy pesados” y bien relacionados, de esos que aquí conocemos como la “mano de obra desocupada”. El corresponsal británico Robert Fisk informa que hay en estos momentos más mercenarios británicos que tropas oficiales de “Su Majestad”. De conjunto, los mercenarios constituyen numéricamente la tercera fuerza militar de ocupación. Las operaciones de estas bandas no terminan en Irak, también es pública su presencia en Afganistán y Colombia.


Las “oportunidades” que brinda la “reconstrucción de Irak y la recuperación de la democracia” demuestran que hasta “la guerra contra el terrorismo” entra en el campo de las privatizaciones y tercerizaciones.