Internacionales

20/11/2019

Dos meses de rebelión en Haití

Desde hace dos meses, Haití está inmersa en una enorme crisis. El conflicto comenzó por el desabastecimiento de combustibles, siendo esa la mecha que hizo estallar una rebelión popular casi sin precedentes. El parlamento se encuentra acéfalo; las calles, con altibajos, siguen copadas por movilizaciones y barricadas.


Hasta el momento, la ONU habla de 42 muertos, 19 de ellos a manos de las fuerzas de seguridad. Pero otros registros hablan de hasta 90 personas asesinadas y más de cien desaparecidos tras las salvajes represiones (Resumen Latinoamericano, 4/11). Aun así, las movilizaciones se despliegan por todo Haití y ya no solo en su capital, Puerto Príncipe.


El proceso ha incluido protestas de los trabajadores de la salud, a fines de octubre. Días antes, se movilizaron trabajadores textiles y maestros. Esto muestra la participación del movimiento obrero en la revuelta. El reclamo de los manifestantes es que se vaya el primer ministro Jovenal Moïse.


Haití es uno de los países más desiguales del mundo.  El 20% de la población posee el 64% de las riquezas; mientras que el 20% más pobre tiene menos del 1% (Colombia Informa, 2/11). El desempleo es altísimo, la pobreza se ubica en el 63% y la inflación galopante pulverizó por completo el poder adquisitivo de los salarios.


El acceso a los alimentos, agua potable e insumos médicos se volvió otro problema. La República Dominicana, en tanto, ha reforzado militarmente su frontera con Haití.


Moïse, perdido como turco en la neblina


El primer ministro Jovenel Moïse ha intentado apaciguar sin éxito las movilizaciones, aumentando el salario mínimo de 420 a 500 gourdes (5,13 USD). Impulsó una mesa de diálogo con la Iglesia y sectores de la oposición, pero éstos rechazaron ese llamado según Telesur (19/11).


Moïse tambalea cada vez más. Desde hace tiempo, su figura es cuestionada, y actualmente ha perdido gran parte del apoyo que lo ungió en el poder.


Su imagen popular está  más devaluada que el gourde. El empresario bananero ingresó en 2016 al Palacio Nacional con protestas en su contra que denunciaban fraude electoral. Según los comicios, habría obtenido un 32,8% de votos. Pero según la consultora Haití Sentinel, habría apenas rasguñado el 6%. Sumado a una escasa participación del 21% del padrón electoral, su investidura dudosa rebalsa de ilegitimidad para gobernar. Aparentemente, el fraude fue orquestado por los sectores empresariales que, en ese entonces, Moïse lideraba. Son los mismos que ahora le quitan su apoyo (caso conocido, el del grupo empresarial de Bernard Craan) arguyendo que su gobierno trajo una recesión económica y paralizó los mercados.


En definitiva, casi el único sostén de Moïse hoy es Donald Trump.


Sectores de la oposición han lanzado una Mesa de Concertación para un Entendimiento sobre la Transición (conformada por el Mopod, la Alternativa Consensual para la Refundación de Haití, Mache Kontre, Foro Patriótico y Passerelle). Según su comunicado, oficializan la intención de conformar un gobierno de coalición si Moïse llegase a renunciar  (La Vanguardia, 14/11). La concertación anunció sus principales medidas, que parten de conformar un gobierno interino que convoque a elecciones, reformas judiciales y juicios acelerados por malversación de fondos públicos (Colombia Informa, 13/11). Es el intento de dar una salida institucional a la rebelión.


Kenbe rèd, pa moli!  (¡Mantente firme, no te rompas!)


La única ayuda externa que recibió Haití, acrecentó su calvario. Las distintas “misiones de paz” que envió la ONU (entre ellas la Minustah, una fuerza de ocupación, que contó con la participación de las fuerzas armadas de varios países latinoamericanos) solo causaron estragos y más penurias, con copiosas denuncias por violaciones sexuales, esclavitud y corrupción.


Contra todos estos atropellos, la población haitiana da lecciones de cómo luchar. Desde que Jovenel Moïse asumió en 2016 hasta aquí, la juventud y los trabajadores han protagonizado enormes luchas. El año pasado lo hicieron con las primeras amenazas de aumentar el precio de los combustibles. Lo mismo sucedió cuando se hicieron públicas las denuncias que ligan a Moïse con la desviación de los fondos públicos de Petrocaribe, la exorbitante cifra de cuatro mil millones de dólares. El descontento se agudiza todavía más en los sectores de la población que aún no recibieron auxilio tras el terremoto del 2010.


La rebelión haitiana se desarrolla en un continente recorrido por levantamientos populares y la lucha antigolpista en Bolivia. Su triunfo sería un impulso a todos esos procesos.


Fuera Moïse, fuera el imperialismo de Haití, por una salida de los trabajadores.