Egipto, el período revolucionario sigue abierto

El panorama político egipcio ha cambiado en forma acelerada. Mohammed Morsi, nuevo presidente -de la Hermandad Mulsulmana (HM)-, desplazó en forma sorpresiva a la cúpula militar. Morsi había aceptado sin chistar la disolución del parlamento -dominado por la HM- por parte del mando de las fuerzas armadas, el cual se reservó las facultades legislativas y la designación del comité redactor de la nueva Constitución. De un plumazo, Morsi dio vuelta el tablero en medio de un escenario tumultuoso, al que manejó con destreza, y con el apoyo de la diplomacia norteamericana. Para lograr todo esto, aprovechó un atentado en la península de Sinaí -no se sabe si real o fabricado- y reocupó, de paso, la zona a la que los tratados con Israel habían desmilitarizado.


Colapso económico


Resulta claro que Estados Unidos fogonea esta transición política, que se encontraba empantanada. La Hermandad musulmana tiene vínculos fluidos con los grandes fondos financieros internacionales.


Transcurridos 16 meses desde la caída de Murabak, la economía egipcia está virtualmente colapsada. La fuga de capitales ha vaciado las reservas del Banco Central, las que cayeron de 36.000 millones de dólares a 16.300 millones de dólares en menos de un año. La deuda pública representa el 76% del PBI. Existe el temor de que Egipto no pueda pagar sus importaciones ni mantener su costoso sistema de subvenciones a los productos básicos. Las dificultades de aprovisionamiento -como las que ocurrieron a comienzos de año con el combustible- desembocan en verdaderas avalanchas humanas. Las reacciones de consumidores desesperados se vienen multiplicando. La inflación se mantiene en dos dígitos; el 40% de la población vive con menos de dos dólares por día. La política represiva de la Junta Militar ya se había agotado


Morsi procedió a descabezar dicha cúpula militar cuando se cercioró de que un sector de la oficialidad estaba dispuesto a soltarle la mano al alto mando.


Iniciativa


Morsi explotó a su favor el ataque de un grupo comando a comienzos de agosto a un puesto de control en el Sinaí -en la frontera entre Gaza y Egipto, en el que se mató a 16 guardias. Las versiones sobre la autoría de este atentado son confusas y hasta contradictorias. Morsi no sólo se puso al frente de la represión, sino que inició una escalada militar con el aporte de la nueva oficialidad. Hubo un despliegue inusitado de fuerzas -que incluyó cientos de tanques, helicópteros, diversos equipamientos militares y miles de soldados. El Estado sionista asimiló el cambio sin chistar e inició negociaciones secretas con el nuevo gobierno, bajo el patrocinio de Hillary Clinton. Todo para fortalecer al gobierno egipcio, sin importar su tradición histórica de enemistad con el sionismo. La retribución de Morsi a sus patrocinadores llegó muy rápido: en la conferencia de países no alineados, en Teherán, Morsi desafinó con el reclamo de la partida inmediata del presidente de Siria, como lo reclama la Otan.


Perspectivas


Egipto ha ingresado en una nueva etapa política, prebonapartista. El desafío fundamental para la estabilidad del nuevo régimen es el derrumbe económico, que se ha acentuado con la disparada de los precios internacionales de las materias primas de alimentos. El FMI exige un plan de ajuste y la privatización de las empresas estatales, que en gran parte están en manos de las fuerzas armadas. Uno de los principales blancos del ajuste fondomonetarista son los subsidios a los artículos de primera necesidad. A ello, hay que agregar restricciones en materia de salarios, una liberalización de la economía, ventajas para atraer inversionistas del exterior y, como broche final, una devaluación. En otras palabras: un ajustazo de grandes dimensiones. En estas condiciones, debe encararse la redacción de una Constitución política y convocar a elecciones parlamentarias. El Tribunal Supremo de Justicia sigue ocupado por gente del viejo régimen de Mubarak. Un síntoma de la precariedad política existente es la decisión de Morsi de separar a su gobierno de la HM para poder maniobrar frente a las crisis que asoman en cadena.


El principal escollo para el nuevo gobierno es la contención del movimiento de los trabajadores. La rebelión popular se hace sentir a cada instante. Acaba de obtener una importantísima victoria: la liberación de la cárcel de uno de los principales periodistas opositores.


La consigna del movimiento popular es el desmantelamiento completo del viejo régimen.