Egipto: la vigencia de la primavera

“Los trabajadores hemos perdido la esperanza de que los sucesores de Morsi hagan algo mejor”.

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Estas son las palabras de Hosa Kamel, uno de los dirigentes de la Federación egipcia de sindicatos independientes. Se trata de uno de los nucleamientos sindicales que participó activamente en los levantamientos populares que provocaron la caída de Mubarak y luego de Morsi. Egipto está nuevamente sacudida por una ola de huelgas. Solamente en estos dos meses del año, 100.000 trabajadores han protagonizado paros y medidas de acción directa. El reclamo unificador es el incremento del salario mínimo, luego de que se excluyera de un aumento general a dos tercios del sector público y a todo el sector privado.

La economía de Egipto se encuentra colapsada, en virtual cesación de pagos, financiada por Arabia Saudita y otras monarquías árabes.

El proceso
revolucionario sigue abierto

Este escenario de quiebra económica y ascenso huelguístico es la razón principal de la renuncia del gobierno, conocida esta semana. Fue una renuncia de apuro y hasta tomó de sorpresa al gabinete. La cúpula militar forzó la retirada. Al Sisi, el ‘hombre fuerte’ del gobierno no quería ver “su figura pegada a una administración civil que viene siendo crecientemente antipopular y resistida en las últimas semanas” (The Guardian, 25/2). Desde el derrocamiento del gobierno islámico por las fuerzas armadas, hay un inmovilismo creciente: incluso están interrumpidas las tratativas con el FMI. El auxilio por parte de los organismos financieros internacionales está supeditado a un recorte en los subsidios de los servicios públicos, una devaluación, despidos en la administración pública y una apertura de la economía para el desembarco de los capitales privados.

La perspectiva más probable es que “el país continúe tambaleando de crisis en crisis y que gabinetes, presidentes y, aún, generales, se sucedan en el poder y caigan víctimas de la profunda enfermedad en que la economía egipcia está sumida” (The Guardian, ídem).

Los recientes episodios, en especial las huelgas, revelan que el proceso revolucionario sigue abierto. Como dice el vicepresidente del sindicato de choferes, protagonista de la reciente huelga: “¿Quién va a dar respuesta a nuestros legítimos reclamos? Yo estoy decepcionado y me temo que una tercera revolución será llevada a cabo por los trabajadores” (The Guardian, 27/2).


Pablo Heller