“Ejerciendo un derecho constitucional en un país sin derechos políticos”

Texto de Alina Bárbara López, intelectual cubana detenida por sus críticas al gobierno.

Imagen de archivo

El jueves 6 de abril fue detenida por varias horas la prestigiosa intelectual cubana Alina Bárbara López. Había concurrido a un parque de la ciudad de Matanzas, donde reside y es docente universitaria, con un cartel que reclamaba por la libertad de Jorge Fernández Era, detenido a su vez por sus columnas satíricas críticas respecto del gobierno de Miguel Díaz Canel que se publican en La Joven Cuba. La detención viola las normas que establece la Constitución votada en 2019. Alina, que ha sido Coordinadora de LJC, trabaja como editora en Ediciones Matanzas y es miembro de la Academia Cubana de la Historia desde 2018. Desde Comunistas de Cuba y las organizaciones se ha considerado su detención como un salto represivo del régimen, “un antes y un después” en la represión de la izquierda crítica cubana. Aquí, la narración de los hechos por la propia Alina.

 

Ejerciendo un derecho constitucional en un país sin derechos políticos:

Una vez más agradezco las muestras de cariño y apoyo. A continuación cuento los detalles más significativos de lo ocurrido hoy, como soy historiadora lo haré en modalidad cronología:

– Estuve sentada primero en el parque, pero comprendí que debía visibilizar el motivo de mi protesta. Improvisé allí mismo un cartel muy simple con mi pésima letra de zurda y empecé a recorrer el espacio del parque. Algunas personas se acercaron a leerlo y preguntaron quién era Jorge, cosa que expliqué muy brevemente.

– Se acercaron dos señoras y me preguntaron con amabilidad qué hacía, del mismo modo les expliqué, se presentaron como funcionarias del Gobierno Provincial, que queda en el área del Parque, me dijeron que si las acompañaba a conversar quizá ellas podrían llamar a La Habana e interceder. En ese mismo momento se acercó Osbel Sánchez, director provincial de Cultura, al que evidentemente le avisaron pues su sede queda a varias cuadras del lugar.

– Fuimos a una oficina donde empezaron a entrar varias personas, unas diez si la memoria no me traiciona. Pedí que se presentaran todos, la mayoría era del Buró Provincial del Partido, también ubicado frente al parque: uno era el funcionario que atiende la esfera Política-Ideológica (muy mal preparado para esa función dicho sea de paso), otra era la funcionaria que atiende el tema de la defensa, otros dos de esas áreas, cuatro eran funcionarias del gobierno, y el director de Cultura que entraba y salía constantemente dizque averiguando telefónicamente por la situación de Jorge, que era mi principal objetivo, después me percaté que no era así, con quienes hablaba era con tres agentes que estuvieron todo el tiempo en un auto plateado y que evidentemente le insistían para que me convenciera de desistir. Mi respuesta fue la misma: “cuando suelten a Jorge”.

– Comentarios e intercambios interesantes en el lugar: 1. una señora del gobierno, medio molesta, preguntó porqué si Jorge había sido detenido en La Habana yo me manifestaba en Matanzas. Respuesta: hasta donde sé, nadie le objetó jamás a Fidel que si Batista estaba en La Habana, ellos decidieran atacar un cuartel en Santiago de Cuba. Silencio. 2. Otra pregunta: ¿qué pretendía yo? Respuesta: ejercer un derecho constitucional, el de manifestación pacífica. Comentario del funcionario de la esfera política-ideológica: eso no es así. Pregunta mía: ¿y cómo es? Silencio incómodo. Le pedí que me explicara qué entendía él por manifestación pacífica. Silencio incómodo. Debí explicarle lo relativo a ese derecho y que había una demora de 4 años en habilitar las leyes complementarias, pero como mi manifestación era individual no alteraba la dinámica del parque (que sí es alterada constantemente con altavoces reproduciendo discursos del presidente DC, como bien saben los matanceros). El funcionario decidió retirarse en ese momento. 3. Entonces la otra funcionaria me comentó que tenía interés en conocer sobre el financiamiento de LJC. Le aclaré que yo podía responder una parte de eso pero que no trabajaba ya en ese medio. Dije que el problema de un medio no era recibir apoyo financiero, pues todos lo necesitan para funcionar, desde el Granma y Cubadebate hasta LJC, que lo que no debía ocurrir, al menos éticamente, era un conflicto de intereses al recibir dinero de agencias gubernamentales norteamericanas con fondos para cambio de régimen, pero que existían agencias que incluso muchas veces también financiaban proyectos del gobierno cubano y que no veía conflicto alguno de intereses, pues la medios de prensa alternativos son necesarios, especialmente en el caso de Cuba con un sistema político discriminatorio.

– En general el intercambio fue respetuoso, a veces amable incluso, (se me brindó agua y café que no acepté), pero sin que yo dejara de insistir en el caso de Jorge. La funcionaria me dijo que me iba a cansar caminando, que posiblemente lo de Jorge demorara hasta 72 horas, que pasaría hambre y sed. Le respondí que el parque estaba lleno de bancos, que mi hija vivía muy cerca y me traería alimentos y agua y le agradecí su preocupación por mi salud.

– Al salir del Gobierno, el director de Cultura me dijo que cruzáramos un momento a la Sala de conciertos White para que él hiciera una llamada a La Habana (ya sé a quiénes llamaba). Se me brindó un refresco, acepté y le pedí que fuera sellado. Ahí hubo un nuevo intento de que desistiera, le dije que me iba para el parque y pidió que lo esperara unos minutos, cosa que hice por alrededor de 15. Me cuentan las personas que lo vieron salir que en realidad fue a hablar con los tres agentes que estaban en el auto plateado. Jamás regresó.

– Cuando salía de la sala de conciertos fui abordada por los tres agentes que ya habían parqueado el carro en la misma puerta de entrada, quizá para que montara sin que se divisara mucho desde el parque. Fueron groseros: “Alina, acompáñamos”. Me negué terminantemente, les dije que yo no reconozco a SE como un interlocutor y que, según la propia ley de procedimiento penal, no lo son, que ese era un arresto ilegal. Insistieron y reiteré la negativa. Respuesta: “tú sabes que tienes que acompañarnos”. Le dije que me conocían muy mal. Me trataron de conducir al carro por la fuerza y mi hija y mi yerno, que estuvieron cerca todo el tiempo, se acercaron para defenderme.

– Ese fue un momento denigrante: tres hombres entrenados intentando reducir por violencia a tres personas pacíficas. Con mi yerno utilizaron una llave en el cuello para inmovilizarlo, a mi hija Cecilia, que es un amor de persona en su educación, le rompieron la sombrilla, y el reloj, pero no lograron separarnos. Incluso una amiga querida que allí estaba intentó mediar. Grité pidiendo auxilio y creo que se preocuparon, pues nos dejaron de agarrar. Ellos no me dieron golpes en la cara o el cuerpo, tampoco a mi hija, pero nos empujaron, halaron, tiraron contra la pared en el intento de secuestro, que eso era lo que a fin de cuentas trataban de hacer.

– Uno de los tres, el menos agresivo, me dijo que solo querían conversar, y le dije que yo era racional, que nunca me negaría a conversar, que ya lo había hecho en la oficina del Gobierno, y que si ellos tenían algo que hablar tenía que ser en ese lugar y por voluntariedad mía, no por la fuerza y fuera de ahí. Entonces un músico que allí estaba le dijo que podíamos sentarnos en un lugar con sillas y tranquilo. Solo fue ese agente, mi hija y mi amiga.

– Me pidió no grabarlo y le aclaré que jamás haría eso, quizá debí decir que esa es su costumbre, pero mi interés era aplacar la situación. En la conversación me dijo que había leído mi último libro y que notaba que yo era incluso un poco fidelista. Le aclaré que no era así, pero que siempre he reconocido que, aun fundando y dirigiendo un sistema sin derechos políticos, Fidel le concedió gran importancia a sectores como Salud, Educación y Asistencia Social, actualmente abandonados, primero por el gobierno de Raúl Castro y actualmente por el de DC. Le sugerí que revisara la estructura de inversiones para que percibiera los enormes recortes. También le dije que me consideraba más socialista que el aparato Parti/Estatal completo. Le reproché la forma en que me habían tratado, le dije que ellos violaban la ley que decían defender. Su argumento fue que mi manifestación “podía traer problemas”. Respuesta: pues debieron pensarlo antes de aprobar una Constitución que otorga tales derechos, y añadí que a mi juicio lo habían hecho para ofrecer una imagen internacional “garantista”, pero que al interior del país utilizaban a personas como ellos para atemorizar a la ciudadanía y que no se atrevieran a ejercer sus derechos. Le dije que eso era algo perverso. Se quedó callado.

– En ese momento entró mi amiga para decir que Jorge estaba libre. Me dije: ya ve, me voy para mi casa. Pero no fue posible, pues habían mandado a buscar a una patrulla de la PNR para conducirme a la estación de policía de Playa.

– Aunque les dije a los oficiales de la policía que era injusto, los acompañé. Me dijeron que por radio les habían indicado que en el parque había un escándalo público, y dije que efectivamente, que yo me había resistido a un secuestro ilegal dentro de la institución cultural en que estábamos y que el escándalo había sido provocado por los tres agentes.

– Debo aclarar que mi hija no fue detenida, le permitieron acompañarme y se quedó sentada en la recepción de la PNR. También es justo reconocer, que a pesar del evidente desacuerdo entre puntos de vista, en la estación fui tratada con respeto en todo momento.

– Después de hacerme esperar por más de una hora, primero en una oficina de la planta baja y luego en un lobbi de la planta alta, acompañada de una oficial, subió la instructora de la PNR, una muchacha muy joven y bonita que escribió en una hoja hasta que llegado un momento se dirigió a mí. Pregunté los nombres de cada persona que interactuaban conmigo, que en ese caso fue la oficial del lobbi y la instructora.

– Esta fue la parte más breve de todo. Me preguntó: usted debe imaginar porqué está aquí? Respuesta: por supuesto, yo estaba ejerciendo mi derecho a manifestación pacífica y tres agentes trataron de secuestrarme. Pregunté si iban a acusarme de algo para llamar a un abogado. Se me dijo que no, que solo me pondrían una advertencia. Dije que no solo no la firmaría sino que no me reconozco “advertida” porque ninguna de ellas, ni los agentes agresores, ni el presidente de la República, estaban por encima de la Constitución. Ahí entramos en un interesante intercambio cuando explicó que la advertencia no era porque yo me manifestara, sino porque otras personas podrían intentar unirse. Respuesta: si lo hacen también estarían ejerciendo su derecho. Argumentó entonces que podrían ocurrir actos de violencia. Respuesta: para eso estaría la PNR, para cuidar que los manifestantes pacíficos no se extralimiten, aunque les aclaré que conocía de incidentes violentos a veces organizados por agentes encubiertos para enrarecer situaciones así. Me dijo algo un poco gracioso: por qué si el incidente era en La Habana yo no alquilaba un carro e iba a manifestarme allá. Respuesta: la misma que diera en el Gobierno.

– Dejé claro que el 18 de cada mes continuaría manifestándome así que me haría una visita habitual del lugar. Terminó la conversación. Ni siquiera leí el acta.

– Afuera me esperaba mi familia. Lo más indignante que sucedió allí me lo contó mi hija al salir. Dos agentes se sentaron con ella a pedirle que me convenciera de que dejara eso: “ni que ese hombre fuera tan amigo de ella, a ver: ¿le ha dado alguna vez un medicamento o diez libras de arroz?” Respuesta de mi hija: ah, ¿entonces ustedes defienden lo que defienden porque les dan un módulo o una caja de pollo? Se apresuraron a decir que no y Ceci les dijo: pues entonces deben entender que no todo tiene precio, que mi madre actúa por principios y convicciones (orgullosa estoy de ella). También le comentaron que sabían que a ellas mi familia que reside en Estados Unidos las estaba reclamando por parole, y que les preocupaba que yo no quiero irme, que me iba a quedar sola aquí (qué preocupación tan grande). Mi hija les dijo que esa era una decisión definitiva mía y que la respetaban.
Eso fue casi todo lo que pasó, al menos lo que recuerdo. Gracias de nuevo.

Los derechos solo existen si son ejercidos. Los ejerceré.