El 10% más rico de los países concentra el 90% de las vacunas aplicadas contra el Covid

A pesar de la financiación y colaboración de los Estados, las patentes privadas bloquean la producción masiva.

Un reciente informe periodístico destaca que unos 18 países, entre ellos las principales potencias imperialistas, acaparan el 88% de las vacunas aplicadas contra el Covid-19. Se destaca que en algunos casos, como EE.UU, la adquisición supera las necesidades locales y va en detrimento de la comunidad internacional.

Se trata de unas casi 400 millones de vacunas entregadas hasta el momento, lo que implica que, al ritmo actual, en algunos países deberán esperar años para poder vacunar a su población.

A su vez, la cuestión guarda otro problema implícito. Resulta que a pesar de que los Estados han desenvuelto importantes recursos económicos, tecnológicos, operacionales y logísticos, para colaborar con la producción de las vacunas, las patentes siguen en manos de un grupo reducido de multinacionales privadas.

Esta “colaboración” de las potencias imperialistas con los laboratorios ha sido para el fin de garantizarse una dotación significativa de vacunas, a expensas del conjunto de la población mundial.

Estados Unidos, la Unión Europea y Gran Bretaña se destacan entre los principales sectores que han favorecido esta política, llegando incluso a incautar vacunas destinadas a otros países, como el caso del cargamento de AstraZeneca dirigido a Australia y bloqueado por la UE.

Privilegios y patentes

Lo más grave del asunto es que incluso detrás de lo que podría considerarse un reparto “poco equitativo” de las vacunas, sin consideraciones o prioridades sanitarias –como lo sería vacunar en función el rango etario, grupos de riesgo y/o trabajadores de la salud- se esconde la defensa del monopolio de las patentes por parte de un grupo reducido de empresas.

Mientras que países como India y Sudáfrica han solicitado internacionalmente que se suspendan las patentes privadas hasta obtener una inmunidad de grupo a nivel mundial, las principales potencias respaldan la posición de los laboratorios y los negocios capitalistas y se niegan a medidas de este tipo.

Uno de los puntos clave de las actuales dificultades en el abastecimiento de vacunas suficientes para la demanda mundial es el de la capacidad instalada y los permisos para su producción.

Desde los laboratorios como Pfizer, Moderna, AstraZeneca, y otros, se desligan diciendo que existe “vocación” de establecer licencias de las patentes, pero que los países y las empresas locales no cuentan con el equipamiento necesario. Se trata de una vil mentira.

La propia Organización Mundial de Salud estableció un mecanismo para compartir y transferir la tecnología necesaria para ampliar la producción mundial, sin embargo ninguna empresa se ha anotado al programa. Son varios los países que reclaman la flexibilización de las licencias y/o eximición de patentes para poder producir vacunas, pero no encuentran respuestas.

En Argentina, por ejemplo, unas 25 millones de dosis producidas por mAbxcience (Garín, Buenos Aires) están paralizadas por problemas de envasado (México).

Por su parte, China y Rusia buscan extenderse en el mercado mundial extendiendo licencias de producción en distintos países y acaparando parte de la demanda insatisfecha por los grandes laboratorios.

Otro dato importante, es que las potencias imperialistas también se valen de su posición económica para acaparar el mercado de vacunas, cuando una cantidad de países presenta evidentes problemas para cumplir con las exigencias leoninas de las multinacionales.

Tal es así la crisis que Lula le acaba de pedir a Biden que done a Brasil parte del excedente de vacunas de EE.UU y que se convoque a un G20 sobre la distribución de vacunas: la salida del “progresismo” latinoamericano es apelar a la benevolencia del imperialismo, no a una reorganización social de los recursos nacionales e internacionales.

Una crisis global

El problema planteado no es menor, ya que una inmunización local o regional no es garantía de protección contra la pandemia. Las mutaciones del virus en las regiones menos tratadas podrían dar lugar a nuevas formaciones para la cual las vacunas actuales reducen su efectividad, lo que tiraría por la borda con todo lo actuado.

Iniciativas como Covax, impulsado por la OMS para un reparto equitativo y “accesible” – US$10,55 promedio por dosis- de las vacunas, también se ven afectados por esta realidad, postergando el cronograma de entrega de vacunas para los países atrasados, en donde se discute como hacer frente a la próxima ola de contagios con una porción insignificante de la población inmunizada. Las entregas son a cuentagotas y solo alcanzan a una pequeña porción por país.

La lucha contra la pandemia no puede ser entablada en los términos de la lógica capitalista, que prioriza los negocios de un puñado de laboratorios y multinacionales contra la inmensa mayoría de la población.

Los recursos existentes deben ser reorientados para satisfacer la producción mundial de las vacunas, sobre la base de las necesidades de la población mundial, desconociendo las patentes privadas y adaptando la capacidad industrial a los requerimientos de la producción.

A la acumulación y la acaparación imperialista, asociada al negocio privado de los grandes laboratorios, le oponemos la colaboración internacional de la comunidad científica y los trabajadores para dar una respuesta inmediata y terminar con la pandemia.

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