El abismo en los ritmos de vacunación entre los países

Es necesario otro abordaje.

La Unión Europea anunció que el 70% de su población adulta ya ha completado su vacunación contra el Covid-19. En el viejo continente se encuentran habilitados cuatro inmunizantes: los de Pfizer-Biontech, Astra-Zeneca, Moderna y Johnson&Johnson (en este último caso, solo se aplica una dosis).

Los números alcanzados por la UE son insuficientes aún para arribar a la inmunidad de rebaño, para la que se estima que se requiere una tasa de entre el 90 y el 95%. Pero antes que cualquier otra cosa, lo que sobresale en las estadísticas es la gran desigualdad en los ritmos de vacunación entre los diferentes países, fundamentalmente entre el este y el oeste del continente.

A modo de ejemplo, según el sitio Our World Data, Portugal vacunó completamente al 75% de su población; España, casi al 72%; Irlanda, casi al 70%; Francia, Italia, Reino Unido y Alemania están cerca del 60%. En cambio, Albania está en el 28,5%; Rumania en el 27,5%; Bosnia-Herzegovina, en el 17,4%; Ucrania, en el 12,5%.

En América también se registran fuertes contrastes. Canadá lidera el ranking con el 73,5% de su población completamente vacunada. Pero hay países centroamericanos que apenas han comenzado: Honduras 27,5%; Guatemala, 18,4%; Jamaica, 13,8%; Nicaragua, 6,6%; Haití, 0,2%.

El mayor atraso se verifica en Africa, donde apenas el 2,47% tiene la pauta completa, según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (La Nación, 1/9). Con la excepción de Marruecos y Túnez, los números de todos los países de este continente son extremadamente bajos: Argelia, 7,7%; Egipto, 5,9%; Sudán, 1,4%; Nigeria, 1,4%.

En Asia y Oceanía, son muchos los países cuyos niveles de inmunización están por los suelos. Siria y Afganistán, agobiados por la guerra, están en el 2%. Papúa Nueva Guinea, en el 1%. Pero aun saliendo de estos casos extremos, en países como Irán y Pakistán apenas se supera el 20%.

Estas disparidades crean el caldo de cultivo para la prolongación de la enfermedad en el tiempo y la aparición de nuevas cepas, que en algunos casos son más contagiosas. En abril, por ejemplo, se detectó la C.1.2 en Sudáfrica, que ya se diseminó por cuatro continentes. Uno de los países a los que arribó es el Reino Unido, que está entre los más avanzados en la vacunación, es decir que el problema vuelve como un búmeran para las potencias que acapararon las vacunas. Por su propia definición, una pandemia requiere una salida global. En vez de eso, asistimos a un sálvese quien pueda entre los Estados, que contribuye a prolongar la enfermedad.

A esto se suma otra cuestión: aquellos países que están más avanzados, tropiezan con dificultades ante franjas de la población que resisten la inmunización. Esto en gran medida se debe a la propaganda de grupos antivacunas y a la conducta de muchos gobiernos y medios de comunicación, que desmerecieron la gravedad de la enfermedad o alentaron tratamientos alternativos, sin comprobación científica.

La pandemia, en tanto, sigue golpeando con fuerza en muchos países. México registró en agosto la cantidad más alta de infecciones en lo que va de la enfermedad. Irán registró a mediados de agosto el pico más alto de muertes.

La lógica capitalista, que antepone el lucro a la salud de la población, conduce a una dilatación de la enfermedad, con su secuela de muertes e infecciones. Es necesario un planteo de los trabajadores, que parta de la abolición de patentes y la estatización de la industria farmacéutica, bajo control de sus trabajadores; la centralización del sistema de salud y la aplicación de las medidas de aislamiento social que resulten necesarias.