El acuerdo de Annápolis no duró dos semanas

Qué significa el "carácter judío" del Estado de Israel?




Menos de dos semanas bastaron para confirmar que los acuerdos de la promocionada “conferencia de paz de Medio Orienteestán en completa ruina.


A comienzos de diciembre, en Annápolis, ante representantes de cincuenta países, el primer ministro israelí Olmert y el presidente palestino Abbas se comprometieron a continuar negociando para alcanzar un “acuerdo de paz” y a respetar la llamada “hoja de ruta” establecida por la diplomacia norteamericana. Esta “hoja” establece, como una de las primeras condiciones, el congelamiento de toda la construcción de asentamientos sionistas en territorio palestino.


Apenas dos semanas después de haber puesto su firma en este acuerdo, Olmert autorizó la continuación de las obras de construcción de viviendas en Har Homa, el más contencioso de los asentamientos levantados en tierra palestina ocupada.


Har Homa, un complejo de 6.500 viviendas, es el último de la cadena de asentamientos que termina de encerrar Jerusalén oriental (la parte árabe de la ciudad), liquidando cualquier posibilidad de que se convierta en un futuro en la capital de un estado palestino. Cuando Har Homa esté finalizado, Jerusalén estará completamente separada de Cisjordania.


Este asentamiento fue lanzado en 1997 por el derechista Benjamin Netanyahu y fue ampliamente denunciado como violatorio de la ley internacional; el comienzo de su construcción significó el definitivo hundimiento del “proceso de paz” iniciado en Oslo. Diez años después, la resolución de Olmert de culminar su construcción es la más directa indicación de que Israel no tiene ninguna intención de llegar a ningún acuerdo de paz con los palestinos. Mucho menos de permitir que algún día se establezca un estado palestino.


“Israel, estado judío”


La inmediata violación por parte de Olmert de los compromisos que asumió en Annápolis no debe ocultar que el sionismo obtuvo una victoria política de principios en la conferencia. En la declaración firmada, la dirección palestina aceptó algo que hasta ese momento se había negado a aceptar: la definición de Israel como “estado judío”. Hace ya más de diez años, la dirección de la OLP reconoció el derecho a la existencia del Estado de Israel; sin embargo, a los sionistas este reconocimiento no les alcanzaba; pretendían, además, que se reconociera el “carácter judío” del estado, algo que la dirección palestina de la OLP terminó de hacer en Annápolis.


La definición de Israel como un “estado judío” es una anomalía. Ningún estado moderno se define en términos de religión sino de territorio. Pero si el estado es “judío”, significa que desconoce la ciudadanía de los que hayan nacido en su territorio pero no son judíos; concretamente, es un paso hacia el desconocimiento de la ciudadanía de los árabes nacidos en territorio israelí.


El carácter “judío” de Israel anticipa que los palestinos que viven en Israel seguirán siendo ciudadanos de segunda e, incluso, podrían ser expulsados para mantener que la mayoría de la población sea judía en Israel, según denuncia el profesor Sami Nair (El País, 1/12).


El carácter “judío” de Israel significa, por sobre todo, que los refugiados palestinos (entre cuatro y seis millones de personas) no puedan regresar a Israel, donde se encuentran sus casas, sus tierras, sus comercios y propiedades confiscadas. La declaración del carácter “judío” del estado santifica y reivindica la limpieza étnica de millones de palestinos, que comenzó en 1948 y no se ha detenido hasta el presente.


Más todavía, si se define a Israel a partir de la religión, Jerusalén no podría ser dividida y jamás será la capital de un eventual estado palestino. Incluso los asentamientos de los territorios ocupados en 1967 adquieren legitimidad.


Como dice el profesor Nair, la exigencia de Israel de que se lo reconozca como “estado judío” es “todo un programa” (ídem).