Internacionales
21/3/1996|486
El alto mando militar sionista armó la crisis
Seguir
Acaba de concluir la llamada
‘cumbre de los pacificadores’, que reunió en un balneario egipcio a una treintena de ‘líderes mundiales’ con el explícito cometido de ‘salvar el proceso de paz’ en Medio Oriente. La premura con que Clinton montó la ‘cumbre’ revela que para el imperialismo mundial no existe una política alternativa a los ‘acuerdos’ entre el Estado sionista y la dirección palestina. Clinton es también el principal promotor de un ‘acuerdo de paz’ entre Israel y Siria, como él mismo se encargó de subrayarlo en la Conferencia, cuando dijo que “Siria (ausente de la ‘cumbre’) quiere la paz con Israel” (Clarín, 14/3).
La conferencia fue, por lo tanto, una advertencia a la derecha sionista y al alto mando israelí, que cuestionan los ‘acuerdos’ con los palestinos, para poder obstaculizar las negociaciones con Siria. Luego de la conferencia, Clinton se reunió con el ‘gabinete de seguridad’ en pleno, en el que revistan los jefes de las fuerzas armadas y de todos los servicios de inteligencia sionistas.
Fue necesaria tamaña movilización política para respaldar a Shimon Peres, cuyo gobierno parece “desintegrarse por momentos” (Página 12, 7/3). Para inclinar la balanza en favor de Peres que en pocas horas había recuperado la ventaja en las encuestas para las elecciones generales de mayo, que había perdido a manos de la derecha, Clinton anunció una ayuda multimillonaria al Estado sionista y la firma de un acuerdo de defensa entre Estados Unidos e Israel.
La llamada conferencia ‘antiterrorista’ sirvió, también, para respaldar la represión terrorista contra los palestinos que, conjuntamente, llevan adelante Arafat e Israel.
Cortina de humo
A dos semanas de los atentados, quedan pocas dudas de que la mayoría abrumadora del Hamas es partidaria de integrarse al ‘proceso de paz’ y al gobierno de los ‘territorios autónomos’, con el objeto de salvar una vasta red económica y social de escuelas, universidades, clínicas y sus mezquitas. Esto no sólo lo dicen abiertamente los propios dirigentes del Hamas y lo repite la prensa internacional; lo reconocen hasta los propios militares sionistas. Un “oficial militar israelí” (de inteligencia, para más datos), citado por el Financial Times (6/3), declaró que “Hamas está dispuesto a llegar a un compromiso sobre sus actividades militares para preservar su infraestructura civil”. En este cuadro, son muchos los que sostienen que “en vista de los contactos entre bambalinas entre Israel y distintos sheiks (dirigentes del Hamas), una tregua con el Hamas no es imposible” (Le Monde, 5/3). Como una reducida fracción del ‘ala militar’ del Hamas es partidaria de continuar con las acciones armadas … un analista francés pronosticó que “la guerra civil palestina se librará dentro del Hamas” (Le Monde, 6/3).
Entre los principales analistas sionistas y los más importantes voceros del imperialismo –como el Financial Times o The New York Post– reina una sorprendente unanimidad sobre la política a seguir: incentivar la ‘guerra civil’ dentro del Hamas, “continuando las negociaciones con la mayoría deseosa de actuar dentro del marco de los acuerdos de Oslo y abriendo el gobierno de la Autoridad Nacional Palestina a los opositores religiosos o seculares de Arafat (mientras) la coordinación de inteligencia entre Israel y Palestina aplasta sin misericordia a los que estén afuera (del marco de los ‘acuerdos de paz’)” (Financial Times, 5/3).
Tamañas coincidencias, sin embargo, ocultan que la verdadera razón por la cual el ‘proceso de paz’ ha caído en una impasse es la creciente descomposición del ‘establishment’ sionista.
Oposición del alto mando
“Antes que el Hamas, el mayor peligro para el proceso de paz es el juego político interno de Israel” (Página 12, 7/3). Quien hace esta afirmación tan rotunda es nada menos que Uri Mohnaimi, un ex agente del servicio secreto israelí convertido en periodista y con acceso a las fuentes de la vasta ‘comunidad de inteligencia’ sionista. Lo de ‘juego político’ es tan sólo una metáfora: la crisis en el ‘establishment’ sionista ya provocó el asesinato del primer ministro Rabin a manos de un ultraderechista que había trabajado para los servicios de inteligencia y que contó con la complicidad de una parte del aparato oficial de seguridad.
La fractura interna del aparato estatal sionista es mucho más profunda de lo que se ve a simple vista. Su línea pasa por el propio gabinete y está relacionada con la firma del ‘acuerdo de paz’ con Siria que impulsa Estados Unidos. Peres –partidario de la línea norteamericana de llegar a un rápido acuerdo con el presidente sirio Assad– “enfrenta una verdadera oposición a un retiro israelí a las fronteras de 1967. Esto incluye a todo el alto mando de las fuerzas armadas y a varios ministros como Yossi Beilin (encargado del ‘proceso de paz’) y Ehud Barak (ex general y ministro de relaciones exteriores)” (The Jerusalem Post, 10/2). El alto mando sionista se opone al retiro israelí a las fronteras previas a la guerra de 1967 porque la meseta del Golán es la ‘llave’ de la seguridad de todo el norte de Israel, y su principal fuente de agua: allí nace el río Jordán y se encuentra el lago Kinneret, el mayor reservorio de agua dulce de la región.
Los partidos de la derecha –que se presentan en un frente común en las próximas elecciones– son la expresión política pública de la oposición militar. Esto explica que su campaña electoral esté centrada en la oposición a ‘la entrega del Golán’, a la división de Jerusalén y al desmantelamiento de las colonias … pero los principales líderes derechistas se han cuidado de dejar en claro que ‘honrarán’ las obligaciones asumidas con los palestinos y que “el proceso de paz continuará con prudencia y en el cuadro de principios establecidos en los acuerdos de Camp David de 1977 por Beguin” (Benjamín Netanyahu, dirigente del Likud, en Le Monde, 1/3). Como señala Dan León, co-editor del Palestine-Israel Journal, “con las elecciones a la vuelta de la esquina, el Likud está siendo forzado a acomodarse a los acuerdos de Oslo” (The Jerusalem Post, 24/2).
La oposición del alto mando militar y de los ministros que se alinean con ella, se ha expresado, hasta ahora, de manera más o menos reservada, en sus declaraciones ante el parlamento israelí: “Los sirios deben saber que el agua del Jordán y el lago Kinneret permanecerán en manos de Israel bajo cualquier acuerdo” (canciller Ehud Barak, The Jerusalem Post, 27/1). “Assad percibe la normalización con Israel como una amenaza para su régimen … prefiere ningún acuerdo antes que aceptar una estación de vigilancia israelí en el territorio del Golán” (general Moshe Yaalon, jefe de la inteligencia interior, ídem).
La oposición militar se mantiene a pesar de que, según la opinión norteamericana, Siria “recorrió un largo camino para satisfacer las exigencias de Israel: ajustó las clavijas al Hezbollah en el sur del Líbano, aun a costa de tensar sus relaciones con Irán y aceptó definir la normalización de las relaciones en los términos amplios exigidos por Israel –establecimiento de embajadas y relaciones de cooperación económica” (The Jerusalem Post, 10/2). Incluso, en lo que fue considerado como “un giro político mayor” (ídem), Siria condenó, por primera vez en 25 años, los atentados contra Israel. Para el alto mando sionista, sin embargo, “Siria sólo está repitiendo viejas posiciones” (general Uri Saguy, jefe de la inteligencia militar, ídem), al tiempo que “las afirmaciones color de rosa de Estados Unidos sobre las posiciones de Assad intentan convencer a Peres de que diga públicamente lo que él y Rabin vienen sugiriendo desde hace tres años y medio, que Israel se retirará del Golán” (ídem).
La oposición del alto mando israelí al acuerdo con Siria está creando fricciones con el gobierno norteamericano, que empieza a mostrar su “impaciencia” y su “molestia” (ídem) porque Israel no se declara satisfecha a pesar de que Siria se allana a muchas de sus exigencias. Los norteamericanos acusan a Peres de “elevar constantemente el precio del acuerdo” y de “desviar las negociaciones” (ídem). Los opositores al acuerdo, rechazaron incluso la oferta norteamericana de ofrecer “garantías internacionales” a la seguridad de la frontera norte israelí y al suministro de las aguas del Golán. “Estados Unidos –declaró el ministro Yossi Beilin– no puede compensar a Israel por un acuerdo inadecuado con Siria … No veo cómo un tratado de defensa puede reemplazar las fronteras” (The Jerusalem Post, 27/1). Beilin expresa adecuadamente la complejidad de las contradicciones que desgarran al ‘establishment’ sionista: al mismo tiempo que se presenta como un ‘duro’ con Siria … “aceptó haber discutido propuestas sobre una futura independencia palestina en conversaciones informales con altos líderes de la OLP” (The International Herald Tribune, 23/2).
Como consecuencia de que “nada inaceptable para el ejército (sionista) puede ser ofrecido a Siria” (The New York Times, 2/1), el gabinete de Peres está paralizado. Peres no puede declarar públicamente su disposición a retirarse del Golan, lo que “sería visto como una capitulación” (ídem), mortal en la víspera de las elecciones. Según The Jerusalem Post, la impasse creada en torno a las negociaciones con Siria llevó a Peres a adelantar al mes de mayo las elecciones que deberían haberse celebrado en octubre. En este cuadro, hay quienes llegan a sugerir que Peres autorizó el asesinato del dirigente militar de Hamas conocido como ‘el ingeniero’, a sabiendas de que las inevitables represalias de los islámicos brindarían una excusa de peso para suspender las negociaciones con Siria, algo que efectivamente ocurrió después de los atentados.
Como ya se ha caracterizado en Prensa Obrera, la descomposición del sionismo es el motor de la crisis de los ‘acuerdos de paz’ en Medio Oriente.