El asesinato del obispo Romero


Lo que sigue es el diálogo entre el arzobispo de El Salvador —Oscar Arnulfo Romero- y el papa Juan Pablo II, seis meses después de la consagración de éste al frente del Vaticano. Se trata de una entrevista a duras penas lograda por Romero para entregar una voluminosa documentación sobre los bestiales crímenes de la dictadura de su país, que poco tiempo después incluiría su propio fusilamiento por un “grupo de tareas”.


 


“—Santo Padre, ahí podrá usted leer cómo toda la campaña de calumnias contra la Iglesia y contra un servidor se organiza desde la misma casa presidencial.


 


”No toca un papel el Papa. Ni roza el cartapacio. Tampoco pregunta nada. Sólo se queja.


 


”—¡Ya les he dicho que no vengan cargados con tantos papeles! Aquí no tenemos tiempo para estar leyendo tanta cosa.


 


”Monseñor Romero se estremece… En un sobre aparte, le ha llevado también al Papa una foto de Octavio Ortiz, el sacerdote al que la guardia mató hace unos meses junto a cuatro jóvenes. La foto es un encuadre en primer plano de la cara de Octavio muerto. En el rostro aplastado por la tanqueta se desdibujan los rasgos indios y la sangre los emborrona aún más. Se aprecia bien un corte hecho con machete en el cuello.


 


”—Yo lo conocía muy bien a Octavio, Santo Padre, y era un sacerdote cabal. Yo lo ordené y sabía de todos los trabajos en que andaba. El día aquél estaba dando un curso de evangelio a los muchachos del barrio… Mire cómo le apacharon su cara, Santo Padre.


 


”El Papa mira fijamente la foto y no pregunta más. Mira después los empañados ojos del arzobispo Romero y mueve la mano hacia atrás, como queriéndole quitar dramatismo a la sangre relatada.


 


”—Tan cruelmente que nos lo mataron y diciendo que era un guerrillero… -hace memoria el arzobispo.


 


”—¿Y acaso no lo era?” —contesta frío el Pontífice.


 


”Monseñor Romero guarda la foto de la que tanta compasión esperaba. Algo le tiembla la mano: debe haber un malentendido.


 


”Sigue la audiencia. Sentados uno frente al otro, el Papa le da vueltas a una sola idea.


 


”—Usted, señor arzobispo, debe esforzarse por lograr una mejor relación con el gobierno de su país.


 


”Monseñor Romero lo escucha y su mente vuela hacia El Salvador, recordando lo que el gobierno de su país le hace al pueblo de su país. La voz del Papa lo regresa a la realidad.


 


”—Una armonía entre usted y el gobierno salvadoreño es lo más cristiano en estos momentos de crisis… si usted supera sus diferencias con el gobierno, trabajará cristianamente por la paz.


 


”Todo esto me lo contó Monseñor Romero casi llorando el día 11 de mayo de 1979, en Madrid, cuando regresaba apresuradamente a su país, consternado por las noticias sobre una matanza en la Catedral de San Salvador.”


 


 


(Testimonio de María López Vigil, autora del libro “Piezas para un retrato”, UCA Editores, San Salvador, 1993.)