El conflicto de clases en Francia

El pasado domingo se concretó la gran movilización unitaria contra el proyecto de reforma de las jubilaciones del gobierno. Reunió a más de 600.000 personas en París y a casi un millón en todo el país. Claro está que no es el número importante de manifestantes el que va a dictar la conducta del gobierno, que declaró inmediatamente que el proyecto seguirá su curso. Estamos en presencia de un conflicto central para el movimiento obrero, para el régimen político, para el capitalismo en su conjunto. El conflicto no puede soslayar un enfrentamiento agudo, que va más allá de los comportamientos tradicionales de compromiso y traición de las direcciones sindicales y de los partidos de izquierda. La huelga que están sosteniendo los maestros y profesores, con 2.500 colegios en paro indefinido renovado día por día, con la constitución de coordinadoras, marca esta tendencia. La próxima semana será decisiva para esta lucha.


 


Crónica de una movilización anunciada


La burguesía, los gobiernos y las centrales sindicales – cada uno a su manera, por supuesto – han estado trabajando de una forma intensiva sobre el tema de las jubilaciones desde hace más de 10 años. Los trabajos prácticos los inició el gobierno socialista de Rocard en 1991 con un informe que anunciaba la necesidad de disminuir las jubilaciones y aumentar los años de trabajo, introduciendo también una dosis mayor de privatización y de intervención de los circuitos y empresas financieras. En 1993, el gobierno de Balladur golpea duramente la jubilación de los asalariados del sector privado; en 1995, Juppé fracasa en su intento de atacar al sector público y tiene que retirar su proyecto luego de las manifestaciones y huelgas. Entre 1995 y 2001, Jospin avanza de manera más bien encubierta y posterga las grandes decisiones para cuando sea elegido presidente. La tarea le tocó a otro, pero la continuidad es significativa.


El gobierno y las direcciones sindicales, en esta nueva instancia, acuerdan en la necesidad de una “reforma”. Todos los protagonistas saben que tienen que contar con las manifestaciones callejeras, las jornadas de movilización y las huelgas. Forma parte del libreto. Lo que está sucediendo ahora en Francia es que se ha perdido, por lo menos en parte, el control de este movimiento. Este hecho revela el cuadro de inestabilidad general y puede desembocar en una crisis política abierta.


El primer acto, la movilización callejera del martes 13 de mayo, fue mucho más masivo y agitado de lo previsto. En los días inmediatamente, posteriores se registraron declaraciones de huelga en algunos núcleos ferroviarios y en el subte de París. Y lo más importante es que en las últimas semanas se extendió un movimiento de huelga en los colegios y hubo dos paros generales en el sistema educativo. Los profesores y maestros están sosteniendo, sin el apoyo de sus sindicatos nacionales, un enfrentamiento muy duro con el gobierno alrededor del tema de sus condiciones de trabajo, y no sólo de la jubilación.


Las movilizaciones obreras y populares comprenden a centenares de miles y a millones de participantes, y la propia vanguardia se mide en miles y miles. Son una reacción a una catástrofe social, política, económica, que la burguesía y el imperialismo tratan de descargar sobre la clase obrera, la juventud, los pueblos. En la movilización participan una multitud de formas organizativas y de expresiones políticas, que abren una perspectiva revolucionaria.


 


La cuestión de las jubilaciones


La derrota de 1995, cuando el gobierno de Juppé no pudo imponer el desmantelamiento de las jubilaciones de los ferroviarios y del sector público, fue muy importante para la burguesía, que acabó perdiendo las elecciones resultantes de la disolución del Parlamento. El gobierno actual (Raffarin) consideró que podía tener éxito gracias al plebiscito de mayo del 2002 y al voto de la izquierda por Chirac. El primer ministro se refiere al “espíritu de mayo” cada vez que reclama un consenso nacional.


Al proyecto sobre las jubilaciones le seguirá en los próximos meses un proyecto similar para el sistema de salud y la seguridad social. Hay que comprender que la jubilación y el sistema de seguridad social, con las diferentes modalidades de servicios públicos, constituyen elementos definitorios de las condiciones de vida de la clase obrera y la población, aunque en los últimos 25 años un sector creciente de los explotados ha quedado al margen de estas condiciones – trabajadores precarios, inmigrantes, clandestinos, desocupados – . Pero esta diferenciación subraya la importancia de la jubilación y la seguridad social, porque su desmantelamiento marcaría un retroceso cualitativo en la vida material y en la fuerza social de la clase trabajadora. El pago a los obreros y jóvenes cuando no trabajan – pago que es posible, por supuesto, sólo gracias a la riqueza creada por el trabajo de los explotados – y las diferentes formas de salario indirecto, de las cuales la seguridad social es la más importante, constituyen un componente significativo del valor de la fuerza de trabajo y de su expresión salarial. Por otro lado, al menos en el caso francés, el retroceso del salario directo no ha sido seguido de un retroceso similar en el salario indirecto. Para el capital, el desmantelamiento de las jubilaciones es esencial, así como su progresiva privatización y su pasaje a los circuitos financieros.


Por diferentes razones, que se conjugan también con la crisis europea y el enfrentamiento con Estados Unidos, la burguesía francesa está comprometida radicalmente con el objetivo del desmantelamiento de las jubilaciones y la seguridad social.


 


Las reacciones sindicales


El gobierno no ha podido estructurar un acuerdo abierto con las direcciones sindicales, a pesar de la buena voluntad de la CGT y de FO y de la complacencia abyecta de la CFDT. Está presente el antecedente de EDF (la empresa pública monopólica de electricidad), del mes de marzo, cuando la CGT acordó con la dirección de la empresa un cambio regresivo en el sistema de jubilaciones y los trabajadores rechazaron el acuerdo.


Las centrales sindicales están divididas, pero todas manifiestan su voluntad de negociación, con la CGT a la cabeza. Están dispuestas a entregar reivindicaciones fundamentales – como lo hicieron sin combate en 1993 – pero requieren que esto se haga a través de un acuerdo y que la crisis se descargue más sobre algunos sectores y menos sobre otros. El gobierno no quiere cargar con el costo de estas necesidades.


El último congreso de la CGT reforzó una plataforma clara de conciliación a través del así llamado “sindicalismo de proposición”. Su dirección se encargó de enfriar todo paso hacia la huelga general luego de la movilización del martes 13; convocó la movilización del domingo 25 para alargar los plazos, y ahora plantea que se espere la presentación legislativa del proyecto para renovar la lucha. La apuesta ahora es que el gobierno acceda a una difícil maniobra de acuerdo parlamentario.


Las reivindicaciones de la CGT no tocan la columna vertebral del proyecto del gobierno porque aceptan su lógica de “equilibrio financiero” del sistema de jubilaciones. Reclama un poco menos de reducción de prestaciones y un poco más de cotizaciones patronales en los próximos años, para darle un carácter progresivo al desmantelamiento. Incluso Force Ouvrière, que se presenta como la central más intransigente, acaba de aceptar también la extensión del período de cotizaciones.


El programa del movimiento obrero debe integrar una jubilación mínima, un ingreso por jubilación equivalente al del salario en período de actividad, con los cambios propios a las necesidades diferentes por la edad, un ingreso para todos los sectores que no pueden acceder al trabajo asalariado, una equiparación de las diferentes formas de contrato salarial (y de ausencia de contrato).


La consigna de huelga general es necesaria pero tiene que estar acompañada de la constitución de comités de huelga y de la agitación callejera y popular contra el gobierno. Este proceso, por ahora, está concentrado en los profesores y maestros.


La experiencia de clase y la tenacidad combativa de los sectores más avanzados pueden conseguir en lo inmediato una continuidad del movimiento, haciendo fracasar todas las tentativas de conciliación y traición – como fue el caso, hace dos semanas, de la firma de la propuesta del gobierno por parte de la dirección de la CFDT. Se podría entrar así en una nueva etapa, marcada la semana próxima por las huelgas ferroviarias, la continuidad de la movilización de los maestros, la generalización de los comités de huelga y el movimiento hacia la huelga general.