El coronavirus y un nuevo capítulo golpista contra Venezuela

Bajo el crítico contexto de la pandemia de coronavirus, que puede afectar particularmente a Venezuela debido al derrumbe de su sistema sanitario, el gobierno norteamericano lanzó este martes un nuevo capítulo de su avanzada golpista, al plantear la salida de Nicolás Maduro del poder y la formación de un gobierno de transición -hasta las elecciones de 2020-, elegido por la Asamblea Nacional, con el consenso de sectores del chavismo y de la oposición, aunque sin el autoproclamado Juan Guaidó en él.


La maniobra apunta a quebrar internamente al gobierno venezolano y a meter una cuña en las Fuerzas Armadas, principal sostén del oficialismo, en el marco de un agravamiento de las sanciones económicas y los ataques a las cabezas del régimen. Lo último en este sentido fueron los cargos de “narcoterrorismo” presentados contra Maduro y la oferta de una recompensa por datos que permitieran capturarlo.


El plan norteamericano, que mantiene su respaldo a Guaidó pero lo excluye de un gobierno de transición, toma nota del fracaso de las intentonas golpistas de 2019 y del cuestionamiento creciente que el autoproclamado presidente despierta en la oposición venezolana, la que, dicho sea de paso, se encuentra fuertemente dividida. Guaidó venía, justamente, de intentar reposicionarse políticamente como líder de ese espacio por medio del planteo de un “gobierno de emergencia nacional”, sin Maduro, pero abierto a sectores del chavismo que rompan con él. 


Así como Guaidó se presenta a sí mismo como la llave para obtener financiamiento internacional ante la pandemia, Estados Unidos condiciona la liberación de toda asistencia sanitaria (y de un eventual préstamo del FMI) a la puesta en marcha de esta transición golpista. Es un revival de febrero de 2019, cuando el golpismo vino a caballo de una operación de “ayuda humanitaria” desde la vecina Colombia.


Rechazamos estos planteos extorsivos y les oponemos la solidaridad internacional de la clase obrera con el pueblo venezolano y la supervisión de la ayuda humanitaria por parte de las organizaciones obreras.


La Unión Europea ha marcado algunas diferencias con los planteos de Trump, aunque no abandona el sostenimiento de los golpistas. El jefe de su diplomacia, Josep Borrell, acompañó el pedido venezolano de fondos al FMI ante la pandemia, un reclamo que fue rechazado por el organismo, alegando que Maduro es desconocido por numerosos países. Y la portavoz de la Unión Europea, Virginie Battu, volvió sobre el planteo de una “vía electoral negociada” (Infobae, 27/3), condicionando también toda ayuda a un acuerdo previo de gobierno y oposición.


La cuestión venezolana forma parte de un tablero internacional en el que chocan los intereses contrapuestos de las grandes potencias. La última novedad al respecto es la salida del país de la petrolera rusa Rosneft, que habría sido precipitada por las sanciones norteamericanas. La compañía, de mayoría estatal pero con participación privada, dejaría sus negocios en manos de una sociedad controlada enteramente por el gobierno de Vladimir Putin.


Derrumbe sanitario


Venezuela enfrenta la pandemia en un cuadro de derrumbe de su sistema sanitario y de una profunda crisis social. El gobierno de Nicolás Maduro resolvió declarar el estado de emergencia en el sistema de salud, la cuarentena en todos los estados del país y la suspensión de las actividades no esenciales frente a la propagación del virus, que ya cuenta 113 infectados confirmados (dos muertes) y en ascenso. Sin embargo, se trata de medidas por sí solas incapaces de hacer frente a la pandemia.


El gobierno chavista afronta esta crisis bajo el fuego cruzado de la crisis capitalista mundial, el embargo y las sanciones impuestas por el imperialismo, el vaciamiento sanitario y las necesidades más apremiantes de las masas. El gobierno colombiano, a su vez, ha cerrado las fronteras.


El imperialismo, sin embargo, no puede regocijarse ante este derrumbe porque sus propios sistemas sanitarios se han mostrado completamente incapaces frente a la pandemia.


El sistema de salud venezolano se encuentra estrangulado, producto de los sucesivos ajustes aplicados por el régimen chavista, para garantizar el pago de la deuda externa y para fomentar los negocios de la medicina privada. Esta desfinanciación es evidente cuando observamos que solo un 1,7% del PBI se destina al sistema público de salud.


Los sindicatos del sector han denunciado la situación de vaciamiento que padecen los hospitales de Venezuela, donde la exigua cantidad de insumos básicos como jabón, guantes, desinfectantes, barbijos o cloro es moneda corriente en todo el sistema sanitario. La Encuesta Nacional de Hospitales, realizada en 2019, indicaba que en el 78% de los establecimientos faltaba agua. Un pantallazo de la magnitud que tiene la crisis sanitaria venezolana nos lo ofrece un informe realizado por un grupo de médicos para Human Rights Watch, donde se verifica que el vaciamiento viene de lejos, en 2015 la mitad de los quirófanos del país se encontraban fuera de servicio y que la salud pública estaba atravesada por un 60% de escasez en materia de medicinas e insumos (The New York Times, 22/3).


En estas condiciones, las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) y la Guardia Nacional (GN) patrullan las ciudades de Venezuela, preconfigurando un escenario represivo que ya tuvo expresión en la persecución de periodistas que delataron el estado calamitoso del sistema sanitario, o la detención arbitraria de médicos en la calle. Cabe señalar que las Fuerzas Armadas siguen siendo el sostén fundamental del gobierno.


El derrumbe del precio del petróleo


El panorama internacional de la crisis capitalista viene a terminar por configurar, junto al coronavirus y el golpismo, un cuadro explosivo para el país bolivariano. El marco es el de un derrumbe generalizado de los precios de las materias primas y la tendencia creciente a la fuga de capitales desde los países atrasados hacia las metrópolis imperialistas. Según medios oficiales, la deuda externa venezolana asciende a la friolera de aproximadamente unos 160.000 millones de dólares (algunos comentaristas afirman que podría ser mayor), y en gran medida se paga a través de la confiscación petrolera por parte de Rusia y China, sus principales acreedores.


Venezuela no es ajena a este sombrío horizonte: el hundimiento del precio internacional del petróleo golpea de manera crítica la economía, ya que la renta petrolera es el principal ingreso de divisas que tiene el régimen bolivariano. La desindustrialización y la primarización características de la economía venezolana han sido profundizadas por la experiencia chavista. 


Un programa alternativo para hacer frente a la pandemia


El principal desafío de la etapa para los trabajadores es la necesidad de que intervengan en la escena política como un factor independiente contra el golpismo y la política ajustadora del gobierno de Maduro y para imponer sus reivindicaciones y enfrentar la pandemia: el aumento del presupuesto de salud y la centralización del sistema sanitario, la defensa de los puestos de trabajo, el cese de las actividades no esenciales, condiciones acordes de trabajo en las áreas vitales, así como la democracia en los sindicatos.


En este marco cobra valor la consigna por el no pago de la deuda externa y la lucha contra todo intento del imperialismo yanqui de instaurar un gobierno títere en el país.