El derrumbe de Brasil

La acelerada devaluación del real expresa un derrumbe financiero de grandes proporciones. La moneda brasileña cayó a su cotización más baja desde su creación, en 1994. La devaluación, un 46% desde principios de año, y su ritmo cada vez más acelerado (2,3% en junio, 5,5% en julio, ¡10% en la última semana!), significa que “la depreciación del real no tiene límites” (La República, 21/9). No la han podido parar ni las crecientes ventas de dólares del Banco Central ni las masivas colocaciones de títulos de deuda ‘dolarizados’ (por valor de 1.600 millones en un solo día, el 21 de setiembre) (Página/12, 22/9).


El gobierno brasileño responsabiliza a la “crisis argentina”, mientras que el gobierno argentino culpa a la devaluación brasileña por el derrumbe industrial argentino (desde junio, las exportaciones a Brasil cay eron en un 50%). Lo cierto es que la crisis mundial ha puesto a ambos ‘socios’ en la picota.


Brasil enfrenta la perspectiva de una cesación de pagos. Tiene vencimientos de deuda por 74.000 millones de dólares, el año próximo, y el reciente ‘salvataje’ del FMI por 15.000 millones fue menos que una aspirina: se estima que, incluso contando esos fondos, faltan 20.000 millones para que Brasil pueda hacer frente a los vencimientos (Clarín, 20/9). La relación entre la deuda externa y el PBI saltó del 22% al 72% entre 1994 y el 2001 (Financial Times, 16/8).


La devaluación ya es un golpe mortal para las finanzas públicas. Con el 75% de la deuda interna ‘dolarizada’ o renovada diariamente, los pagos de intereses han saltado de 3.000 millones en junio a 17.000 millones en julio… y siguen aumentando. La relación entre la deuda pública y el PBI creció un 5% en el último año, hasta alcanzar el 54%, una tasa considerada “insostenible” (Financial Times, 16/8). Si todo esto no ha provocado un estallido inflacionario es porque Brasil está en recesión, la que se agravará como consecuencia del aumento de las tasas de interés que promueve el gobierno en un vano intento de frenar la devaluación.


La previsible caída de las exportaciones como consecuencia de la recesión mundial agrava las cosas. Brasil tiene una balanza comercial “neutra” (las exportaciones igualan a las importaciones) que rápidamente se convierte en “negativa”, cuando se computan los giros financieros al exterior. Existe una tendencia de largo plazo al desequilibrio negativo de la balanza comercial de Brasil, que se deterioró en 10.000 millones de dólares (O Estado de Sao Paulo, 15/7); entonces, la “vulnerabilidad externa” de Brasil es “muy similar a la argentina” (Financial Times, 16/8).


La deuda pública no es todo, sin embargo. Los pasivos privados (de corto y largo plazo) ascienden a la astronómica suma de 335.000 millones de dólares, de los cuales apenas el 20% están protegidos por “seguros de cambio” (Gazeta Mercantil, 16/7) *que desprotegen a los aseguradores*. Un derrumbe de Brasil sería una bomba atómica para los mercados financieros de todo el mundo.


Esta catástrofe en ciernes explica la aguda división de la burguesía brasileña, la fractura del bloque oficialista, las acusaciones cruzadas de corrupción entre los antiguos aliados y la ventaja que muestra Lula, candidato del PT, en las encuestas para las presidenciales de octubre del año próximo. A la crisis económica, se suma la crisis política…


A esta altura, la única duda que queda en pie es si será el derrumbe argentino el que terminará de hundir a Brasil o si será la caída de Brasil la que termine de mandar a pique a la Argentina.